¡Avanza, negra Deidad,
con tu séquito d'estrellas,
con tu báratro de sombras,
con tu luna macilenta!

¡Avanza...! Yo, recostado
sobre la pajiza yerba
que alfombra el patio ruinoso
de mi morada desierta,
Te contemplo, y entretanto,
descienden y me rodean
las mujeres de mi vida
diciendo todas: ¿Te acuerdas?



Pupilas del infinito,
siempre mudas, siempre abiertas,
que miráis indiferentes
los dolores de la tierra;
Luna, tan sola, tan triste
como una esperanza muerta,
¡vosotras sois las amigas
misteriosas del poeta!
Con vuestro fulgor descienden,
descienden y me rodean,
las mujeres de mi vida,
diciendo todas: ¿Te acuerdas?