Pensamientos (Rousseau)Pensamientos (Rousseau)1824Jean-Jacques RousseauSantiago de Alvarado y de la PeñaAsambleas, ó reuniones de baileImprenta de D. M. de BurgosMadrid2
ASAMBLEAS ó REUNIONES DE BAILE.
Jamas he concebido bien por que nos espantamos tanto del baile y de las reuniones que él ocasiona, como si hubiese un daño mayor en bailar que en cantar; como si cada una de estas diversiones no fuese igualmente una inspiracion de la naturaleza, y fuese ua crimen regocijarse en comun por una recreacion inocente y honesta. Por lo que á mí
toca, pienso lo contrario; esto es, que siempre que hay reunion de los dos sexos, toda diversion pública se hace inocente, por lo mismo que es pública, en vez de que la ocupacion mas laudable es sospechosa á solas. El hombre y la muger estan destinados el uno para el otro; el fin de la naturaleza es que se reunan por el matrimonio. Toda religion falsa combate la naturaleza: la nuestra sola, que la sigue y la rectifica, anuncia una institucion divina y conveniente al hombre. Ella no debe, pues, añadir en el matrimonio, á los embarazos del órden civil, dificultades que el evangelio no prescribe, y que son contrarias al espíritu del cristianismo. Pero que se me diga de buena fé, ¿en donde los jóvenes que se hallan ya en disposicion de casarse tendrán mejor ocasion de inclinarse el uno al otro, y de verse con mas decencia y circunspeccion, que en una reunion en que la vista del público, fija incesantemente sobre ellos, les fuerza á observarse con mayor cuidado? ¿Acaso puede Dios ofenderse por un ejercicio agradable y saludable, conveniente á la vivacidad de la juventud, que consiste en presentarse los jóvenes uno á otro con gracia y recato, y
en el cual el espectador impone una gravedad de que nadie se atreveria á salir? ¿Se puede imaginar un medio mas honesto de no engañar á nadie, á lo menos en cuanto á la figura, y demostrarnos, con los atractivos ó defectos que podemos tener, á las gentes interesadas en conocernos bien ántes de obligarse á amarnos? El deber de amarse recíprocamente ¿no excede al de agradarse, y no es un cuidado digno de dos personas virtuosas y cristianas que tratan de unirse, el de preparar asi sus corazones al amor mutuo que Dios les impone?
¿Que sucede en aquellos parages en donde reina una eterna violencia, en donde los jóvenes de ambos sexos jamas se atreven á juntarse en público, y en donde la severidad de un
Pastor[1] no sabe predicar en nombre de Dios mas que un trabajo ó una compresion servil, la tristeza y el fastidio? Pero una tiranía insoportable, tal como esta, que la naturaleza y la razon desaprueban, se elude: á los placeres de que se priva á una
juventud alegre y juguetona, esta sustituye otros mas peligrosos. Las reuniones á solas ó de silla á silla, diestramente concertadas, ocupan el lugar de las públicas. A fuerza de ocultarnos como si fuésemos culpables, nos hallamos tentados á serlo. La inocente alegria gusta evaporarse en plena luz, pero el vicio ama las tinieblas: jamas la inocencia y el misterio habitáron largo tiempo juntos.