Pedro Calderón de la Barca (Retrato)
D. PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA.
editarSi se consultase con algunos genios descontentadizos, que solo estiman lo que se les parece, no ocuparía lugar en una Colección de Retratos de los Españoles ilustres el de D. Pedro Calderón de la Barca. Para los Autores de Comedias que convidan á dormir; para los censores inexorables de quanto no es suyo; para los amantes ó esclavos de las reglas y de la suma propiedad, á falta de ingenio y de maestría: ¿qué recomendación pueden tener una inventiva original é inagotable, aunque demasiado libre; un tino sin igual para la disposición y el desenredo de los dramas; una urbanidad de caracteres, que hace agradables sus defectos; un estilo á veces impropio de elevado; una versificación llena y fluida; un lenguage con toda la dignidad y pureza de la lengua?
Estas son las prendas características de Calderón, como Poeta dramático: estas las que al parecer nacieron con él, pues que ya se admiraron en las Comedias que compuso á los 13 años de su edad, al salir de los primeros estudios de Humanidades en el Colegio Imperial de Madrid, su patria, donde nació en principios del pasado siglo. La expectación de la Corte llamó mas el cuidado de D. Diego Calderón de la Barca, Secretario del Consejo de Hacienda, Señor de la Casa de Calderón de Sotillo, y Doña Ana María de Henao y Riaño, padres de D. Pedro, para darle en Salamanca estudios y carrera conveniente al lustre de su linage. En los cinco años que cursó en aquella Universidad, sus ocupaciones primarias fueron la Filosofía y los Derechos; y por modo de recreación las Matemáticas, la Geografía, la Cronología, la Historia y otras facultades amenas. De aquí sacó la varia erudición que muestra en muchas admirables comparaciones de sus Autos y Comedias.
Restituido á Madrid en 1619, repartió el tiempo estudiando y componiendo para el Teatro con aplauso, hasta el año de 25, que pasó á militar al Estado de Milán, y de allí á Flandes, en donde el uso de la espada no le entorpeció el de la pluma. Su fama empezó á obscurecer la reputación cómica de Lope de Vega; y Felipe IV, que como gran ingenio deseaba ver junto á sí á todos los que le tenían, llamó á Calderón, cometiéndole los dramas para las fiestas de Corte. Una confianza tan honrosa llevaba consigo la gran penalidad de obligarle muchas veces á que escribiese sobre asunto señalado y para día fixo. Añadíanse dificultades al ingenio, y se le quitaban los medios de allanarlas: ni el asunto solía ser proporcionado para un buen drama; ni la sujeción del tiempo ayudaba para formar y seguir un plan arreglado. En tales circunstancias mas de alabar es lo que Calderon dexó de hacer mal, que lo que hizo con acierto.
Sus trabajos literarios le valieron una merced de Hábito de Santiago en 1636. Quatro años después, quando las Ordenes Militares salieron á la expedición de Cataluña, llevado de su pundonor (aunque el Rey le dio por excusado) concluyó á costa de fatigas la Comedia de Certamen de Amor y Zelos, encomendada para unas fiestas; y fue á campaña, militando algunos años en la compañía del Conde Duque de Olivares. Al cabo esta vida le pareció desasosegada y expuesta; y con muestras y propósitos de otra mas perfecta recibió el Sacerdocio á los 51 años. Poco después Felipe IV premió sus méritos con una Capellanía de Reyes Nuevos de Toledo, en donde vivió retirado, pero no ocioso. En 1663 fue nombrado Capellán de Honor de S. M. con una pensión en Sicilia, y retención de la Capellanía de Reyes Nuevos; y vuelto á la Corte, añadió al aplauso de su ingenio la veneración de su piedad. Así vivió hasta 25 de Mayo de 1681, en que entregó su alma al Criador, contando los mismos años de su siglo, en cuyos principios fue nacido, como va dicho, y bautizado en la Iglesia Parroquial de S. Martin. La venerable Congregación de Sacerdotes naturales de Madrid, que en 1666 había nombrado su Capellán mayor á D. Pedro Calderón, por los respetos de su virtud, literatura y buen gobierno, y en reconocimiento del ánimo liberal con que la legó todos sus bienes, erigió á su bienhechor un sepulcro de marmol, con su retrato y una expresiva inscripción, en la Iglesia Parroquial de S. Salvador, en donde yace en bóveda propia.
El Ayuntamiento de su patria participó también de la generosidad de D. Pedro Calderón. Quarenta años ó poco menos estubo escribiendo los Autos Sacramentales, que imprimió en seis tomos el Ayuntamiento de Madrid en 1716. Pero ni estas obras, ni las poesías sueltas, ni sus eruditos tratados de la Nobleza de la Pintura, y del Diluvio general, contribuyeron tanto á su celebridad, como sus Comedias.
Ya se ha insinuado por que algunas de ellas no son ni podían ser tan bien escritas como las de Dicha y desdicha del nombre, Los empeños de un acaso, Qual es mayor perfección, Primero soy yo, Dar tiempo al tiempo &c. En estos dramas Calderón mostró diestramente que no ignoraba las reglas, bien que en otras muchas Comedias se acomodase al gusto reynante del pueblo: como Aristófanes, Plauto, Terencio, Moliere, Goldoni, y todos los que se citan por modelos, escribieron la mayor parte de las suyas para el vulgo. Calderón pecó muchas veces contra las reglas en los planes, contra la historia en los sucesos, contra la propiedad en el estilo; pero siempre fue maestro, y siempre dexó dechados de invención, de artificio, de urbanidad, de agudeza, de lenguage, de imitaciones al vivo, de claridad para explicar las cosas mas difíciles y abstractas. A ningún Poeta Cómico fue dado hasta ahora ser cumplido en todo. Plauto no tuvo el gusto, el arte, la cultura de estilo, ni el pincel gracioso de Terencio; y este careció del caudal, el chiste cómico, la fuerza y el pincel seguro de Plauto.
Las Comedias de Calderón serán apreciadas y recrearán mientras que la Nación, conforme á su carácter, guste de tener en el Teatro la imaginación y la memoria en exercicio. La frialdad y el llanto no son para la Comedia, ni para diversión de los Españoles. Sea dicho en paz de los ingenios, que trocando de poder absoluto los oficios á Melpómene y Talía, componen Tragedias que hacen reir, y Comedias que mueven á lástima por todas razones.