Pedagogía social/Eugenismo y profilaxis social

EUGENISMO Y PROFILAXIS SOCIAL

La profilaxis social tiene una sola base firme: la educación. De ahí que educar sea deber y derecho primordial del Estado.

El Estado tiene un ideal humano al que se propone arribar y un molde común donde vaciar las sucesivas generaciones para aproximarlas a la realización de ese ideal.

Si alguien propusiera al Estado la posibilidad de tener en sus manos elevado porcentaje de niños a quienes educar e instruir de acuerdo con su ideal de gobierno para convertirlos, ya hombres y mujeres, en el más eficiente sostén de la familia y de la sociedad y en los más esclarecidos propulsores de la verdad, de la bondad y de la belleza, el Estado, seguramente, por egoísmo bien entendido, única y real virtud, ensayaría la solución propuesta.

Y bien: El Estado tiene en sus manos gran parte del capital humano en sus niños expósitos, huérfanos y desamparados y, en lugar de sacar de ese capital humano el mayor provecho posible para afianzarse a sí mismo mejorándose, lo convierte en elemento de disolución, de atraso, de vicio, de crimen; lo pervierte y degenera.

Hacina a la niñez, necesitada de cariño y protección maternal y social, en antros llamados cunas, hospicios, orfelinatos, casas de corrección donde centenares de niños malogran lo bueno que la herencia perpetuó en ellos y desarrollan todo lo malo que semejante ambiente artificial es capaz de engendrar.

¿Cómo desarraigar ese mal, el más grave que a la humanidad aflige puesto que es causa de profunda degeneración?

Hay un solo medio: educar humanamente y educar más a aquel que más lo precisa.

Si económicamente es imposible pedir una rápida reforma substancial del régimen por el cual hoy el Estado hace de sus huérfanos sirvientes y permite que las condiciones en que coloca a sus huérfanas hagan de ellas prostitutas; si es imposible pedir que desaparezca a plazo fijo la irónicamente llamada "Cuna" y esos pudrideros sociales que se llaman Correccionales de menores — (conste que esta crítica es universal y no exclusiva) — si no podemos arbitrar los recursos necesarios para que el egoísmo bien entendido, el instinto de conservación social, el derecho a la vida — y no la caridad, y no la protección — sean un hecho, podemos, sí, ofrecer un paliativo y un preservativo: que lentamente vaya transformándose el régimen antihumano por el tutorial que pondrá a 15 ó 20 expósitos, huérfanos o delincuentes, el amparo de una familia convenientemente seleccionada. Y mientras se orienta en esa dirección, que se saque en lo posible, al niño expósito, huérfano o abandonado, del pudridero del asilo; que se le mezcle con los otros niños haciéndolo concurrir a escuelas del Estado, no a escuelas creadas especialmente para él, pues el mal no haría sino cambiar de nombre: a escuelas donde el número de esos niños sea ínfimo con relación al número de los felices con padres y hogar.

Que el Estado instituya becas, tan numerosas como la necesidad lo reclame, para que esos niños sigan los estudios que sus aptitudes demuestren necesitar; que el Estado cree tantas escuelas agrícola-ganaderas cuantas fuere necesario — siempre procurando mezclar ese elemento más necesitado de cariño y de ayuda social al elemento producto del hogar.

Que las colonias agrícolas y ganaderas sean las correccionales de menores, siempre bajo el sistema tutorial.

Que las escuelas profesionales e industriales acojan lo que la agricultura, la ganadería y la universidad no hayan podido asimilar.

Y la base y la cima de ese nuevo edificio social la constituirá el preservativo prometido. La escuela hogar originada y nutrida por la Eugenia.

La nueva ciencia denominada "Eugenia" (del griego "ey genos": buen origen), se propone, según su fundador, Sir Francisco Galton, estudiar las causas sometidas al contrato social que pueden mejorar o debilitar las cualidades de raza en las futuras generaciones desde el punto de vista físico o mental.

Así definida, la Eugenia es la "puericultura antes de la procreación", rama y primera parte de la Puericultura, ciencia cuyo fin es el estudio de las condiciones relativas a la reproducción, a la conservación y al conservamiento de la raza humana.

Aunque la conducta eugénica está aún en embrión, esperando que sea una realidad su fin; la salud de la raza, la Eugenia, comprendiendo la Genética, es ya una de las más importantes disciplinas de las ciencias biológicas del porvenir; ciencias que se concretarán casi exclusivamente a prevenir la debilidad y la morbilidad; a curar permanente y no temporariamente su irradiación social más bien que sus manifestaciones individuales.

A medida que los pueblos se instruyan en lo concerniente a la salud e higiene del individuo y de la raza, exigirán cada vez más que se les ponga en condiciones de prevenir la debilidad en ellos mismos y en su descendencia.

La Eugenia, que es una aplicación social de las ciencias biológicas, no puede aún ser juzgada por sus resultados, pero sí por sus tendencias. Regular las uniones humanas para obtener la mayor proporción de individuos mejor adaptados a la forma de sociedad actual.

La selección artificial podrá ser aplicada a la especie humana cuando los matrimonios se concerten entre los mejor dotados física y mentalmente y cuando se retire la posibilidad de procrear a los mal dotados.

Entonces será un hecho lo deseado por Nordau: para el mejor hombre, la mejor mujer y para sus hijos el mundo.

La biología, la sociología, la historia, las leyes y costumbres sociales, relacionadas con la Eugenia, le aportarán interesantes datos, al mismo tiempo que las investigaciones referentes a la herencia fisiológica y patológica, aclararán muchos puntos obscuros de la naciente ciencia.

Pero lo esencial es enseñar a las masas populares las condiciones individuales, actualmente bien conocidas, que permiten una buena y sana procreación.

Valiéndose de todos los medios y tan pronto como sea posible, es necesario encauzar la corriente popular en el sentido de demostrar a una gran mayoría de seres humanos la necesidad imprescindible de una "procreación consciente," es decir, "ilustrada". Hay que abordar con valor, con energía, con amor, la dignificación del instinto sexual, único que aún subsiste como en los tiempos primitivos: en estado de barbarie y eso en todas las que hoy se dicen naciones civilizadas.

Llenada esta necesidad, recién se habrá conquistado el derecho de buscar lo que debe y puede hacerse contra aquellos cuya progenie constituye un serio peligro. La naciente conciencia social se manifiesta por una mayor cantidad de poderes y deberes asumidos por el Estado y por el sentimiento de la "solidaridad social". La supresión de toda posibilidad de descendencia en locos, alcoholistas, tuberculosos y sifilíticos será una conquista humana en un cercano futuro.

Es necesario desarrollar una nueva concepción étnica del individuo en sus relaciones con el grupo social.

Y la mejor solución del problema eugénico será el surgimiento de una "democracia vital", más importante que la política o la industrial.

¿Cómo debe utilizar el Estado, para mejorarse a sí mismo y no por caridad para con los demás; cómo debe el Estado utilizar la ciencia eugénica para que la humanidad futura sea superior a la actual física y mentalmente; para favorecer los intercambios sociales permitiendo que los mejor dotados eugénicamente asciendan y obligando a descender a los inadaptables; cómo contrarrestar la nociva influencia del medio sobre el desarrollo individual; cómo detener la degeneración social; cómo obligar al individuo a que adquiera aptitudes sociales superiores más y más variadas?

Sin dejar de lado la acción negativa — lucha contra la locura, la tuberculosis, la sífilis y el alcohol — propongo una acción positiva: la educación eugénica, para todos sin excepción y tanto más cuidada cuanto mayor sea la necesidad de ensayarla.

¿Cómo realizar prácticamente este ideal?

Primer ideal realizable: la escuela debe ser una. Del Estado, del pueblo y para el pueblo todo, sin distinción de castas ni de fortunas; la encargada de instruir, solidarizando los vínculos entre las diversas clases sociales, uniformando la orientación educativa, sugiriendo, por la práctica, un común ideal social de solidaridad.

Aléganse en contra los derechos de los padres y la libertad de enseñanza.

Olvídase que el derecho del niño supera al de padres, sociedad y religión, que son a la niñez lo que el pasado al futuro.

Y la libertad de enseñanza, como derecho, es privativo, en primer lugar, del Estado, obligado a moldear las futuras generaciones de acuerdo con su ideal de progreso humano. El Estado usaría, sin abusar, de ese derecho, imponiendo la coeducación sexual y social obligatoria para todos, sin excepción, dos horas diarias, por ejemplo; el tiempo necesario para que su escuela, el molde de su ideal, — desde el Jardín de Infantes hasta la universidad — dictase la cátedra práctica de humanidad. Padres y educadores, extraños y aun enemigos de este ideal social, dispondrían de 22 horas diarias para coadyuvar a él o combatirlo, en la convicción de que hasta los ataques servirán para evidenciar su excelencia.

La escuela única, la del Estado, laica, popular, basada en la coeducación, tenderá a hacer converger las ciencias, las letras, la moral, el arte y la religión humanas hacia la educación y la instrucción sexual engendrando la escuela-hogar, hogar de niños conociéndose, protegiéndose y amándose mutuamente.

Cada instituto de enseñanza tendrá como anexo indispensable una cátedra práctica de humanidad: Escuela maternal para niños de 8 a 6 años anexa a las escuelas primarias — realizándose así el hasta hoy utópico Jardín de Infantes; — Salas-cunas, Institutos de maternología y de puericultura anexos a los Liceos, Colegios Nacionales, Escuelas Profesionales, especialmente Normales, e Institutos del Profesorado Superior; Hospitales de Niños, Salas de Maternidad, Escuelas de Estirpicultura anexas a las Facultades, especialmente a la de Medicina; evitándose así el peligro que acecha a los estudiantes universitarios, quienes, por recibir aisladamente la instrucción sexual sin haber sido previa, sabia y prácticamente educados, pagan mayor tributo a las enfermedades vergonzosas.

La enseñanza constituirá recién un ciclo integral: Será humana. Aprovecharán los que se inician, recibiendo de los universitarios ; aprovecharán éstos aplicando y realizando.

Los alumnos de la Facultad de Medicina darán cursos teórico-prácticos de puericultura y de maternología en los institutos anexos a los Colegios y dictarán clases populares de instrucción sexual dedicadas a los padres de familia, a los maestros, a los obreros.

Los alumnos de la Facultad de Ingeniería dedicarán cursos íntegros a la edificación escolar y obrera; resolverán el problema base para la realización de la escuela-hogar: uniformar en un solo plano higiénico el liceo, el taller y la sala-cuna para constituir un solo engranaje maternal que permita a la madre obrera alimentar a su hijo en los hoy utópicos 15 minutos que la ley le acuerda cada 3 horas; que permita al joven educando velar por el niño, aprendiendo a amarlo; y al estudiante de medicina practicar instruyendo.

La Facultad de Derecho y la de Filosofía coadyuvarán divulgando nociones-bases, en cursos populares sistematizados, sobre la historia y formación de la familia, la constitución legal del matrimonio, la responsabilidad paterna, la investigación de la paternidad, la ley de herencias, la patria potestad, el divorcio, la moral sexual, la situación legal y social del hijo espurio, el derecho que asiste a la mujer para reclamar una moral equivalente para ambos sexos y el deber que llenará previamente para reclamar ese derecho: ser madre en toda ocasión de la vida.

La escuela será recién escuela de vida y no fosilización de prejuicios sociales, sexuales y religiosos, como actualmente lo es.

La solidaridad social será un hecho. Y la Eugenia, su base y su cima, permitirá al hombre superarse a sí mismo al crear.

Entonces comenzará a preocupar, científica y humanamente, el problema de los sexos basado en un ideal religioso: la religiosidad humana. Partiendo del principio de que toda idea religiosa que contiene la afirmación de la vida, tal cual nos es dado conocerla, es buena; y de que toda idea religiosa — por bella y consoladora que sea, en apariencia — es mala si contiene la negación o la deformación de la vida, tal cual nos es dado conocerla, arribaráse a la conclusión negativa de que la educación e instrucción pseudo-religiosa actual es mala porque es contraria a la afirmación a la evolución de la vida.

Y arribaráse a la conclusión positiva de que la religiosidad humana basada en la educación e instrucción sexual, diviniza al hombre, haciéndole concebir como supremo ideal el superarse a sí mismo al crear un nuevo ser, al dar vida a un hijo.

Gobernar es educar: La transformación de la sociedad no se hará sin una entera transformación de la escuela. Y esa es obra de mujer, fase de maternidad.

La escuela actual — desde el Jardín de Infantes hasta la Universidad, en nuestra Argentina y en el resto del mundo, más en la vetusta Europa que en la adolescente América — no educa para la vida: Enseña a leer, a escribir, a contar; hace funcionarios públicos, maestros, abogados, médicos, ingenieros: pero no se preocupa de formar al hombre. Su única influencia profunda manifiéstase en el amoroso cuidado con que cultiva sentimientos y prejuicios engendradores de las virtudes militares: Inculca y diviniza el arte de matar y envilece y bestializa el de crear la vida.