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CONGRESO NACIONAL

esta parte se cuentan casi por singulares aun en Roma algunos acontecimientos de esta naturaleza, aunque hubieron muchos romanos que su pieron distinguirse; pero en todo el mundo en la eleccion se usaba la votacion por escrutinio; i así, por todos estos principios, será mi voto por la eleccion secreta.

El señor Infante.— Es preciso no confundir la grandeza de la libertad con las enfermedades de nuestra Nacion. La libertad se funda en la opinion pública, en garantir su opinion en la República. Los miembros de este Congreso no pueden ni deben exijir leyes que no se funden en la opinion de los pueblos, porque este será el modo de no producir virtudes sino vicios. Mandar en revoluciones, es difícil; tienen los hombres en este estado un espíritu orgulloso e incapaz de sujetarse a la lei; se caminará sobre escombros i el Ministro que desde su despacho no baja a la horca, no pasa de la esfera de un hombre comun; hablo de la administracion. Esta no se compone del Ejecutivo solo sino tambien del Lejislativo; por consiguiente, por solo este principio será deshecha enteramente toda sospecha o temor de los representantes de la Nacion. Estos, en sus deliberaciones, no han dudado que es necesario tender la vista por todos los ramos de la administracion, que la revolucion está en principio i es necesario inspirar las virtudes que fomentan el amor público. La votacion pública conducirá a este efecto; pero aun hai otra razón mas poderosa. Han creido los lejisladores que los hombres en una Nacion...

El señor Lazo.— Podrá tener el escrutinio secreto mui lejos de su vista, puede haber una razón que le apoye, la única que encuentro capaz de poder tomar alguna modificacion, es la que determina que los miembros del Congreso puedan dar su voto como les parezca, bien sea por escrutinio o públicamente. Yo sé mui bien que con esto se dará lugar a que la debilidad o cualquiera otra de aquellas circunstancias en que un hombre se encuentra, le impidan dar su voto e igualmente la libertad de votar conforme a su situación. Con este motivo, soi de opinion que la votacion pueda ser bien pública o privada, es decir, que cada uno pueda votar como le parezca.

El señor González.— No es hombre de bien aquel que dice otra cosa de lo que en público piensa; aquel que, al pedirle su opinion, la oculta para poder dar el golpe; así es que opino que las votaciones deban ser públicas porque los hombres que no tienen honor no son aparentes para la representacion pública.

Yo he sido víctima de estas ideas i las repetiré siempre, aunque la elección sea versándose sobre algun interes particular o aunque se verse sobre los intereses del Gobierno, porque los hombres que conocen que una cosa es justa, no deben temer el decirlo públicamente, con toda la franqueza que yo supongo en todos los diputados del Congreso; i así, opino que la votacion pública debe observarse siempre en el Congreso o fuera de él, ya se verse en intereses personales o jenerales.

El señor Infante.— Se me ha contradicho un hecho histórico, cuando he sentado que la votacion pública tuvo lugar no solo para dictar leyes sino también para elejir los primeros majistrados de la República. El siglo de que habló un señor diputado, fué el siglo de la decadencia de Roma; en esto me remito a la historia. El pueble siempre ha hecho justicia al mérito i no se debe temer que sea dirijido por el miedo cuando va a elejir a sus representantes o a determinar cualquier asunto. También creo que estamos en una equivocacion, i es que se cree que las votaciones secretas son secretas; pero siempre sucede que son tan públicas como las mismas votaciones públicas. Nos presentan un ejemplo bastante convincente los capítulos de los frailes en que ningún voto, por mas que se quisiere ocultar, siempre es sabido de todos los demás. ¡I éstas son las que se llaman votaciones secretas! A mas de esto, con ellas queremos perder el tiempo que tenemos destinado para dictar leyes, pues en una votacion secreta se pierde todo un dia i aun quizá mas por las nulidades que pueden ocurrir.

El señor Campino.— Es indudable para mí, señor, el fin que se proponen los señores que han espresado sus razones en favor de las votaciones públicas; pero también es necesario que alguna vez se hayan dudado convenientes, si es posible crear los sentimientos heroicos que queremos ahora inspirar sobre su dilacion pisada. Yo no he visto jamas que el Gobierno deje de influir sobre la opinion del público o sobre las deliberaciones del Congreso. Para poder garantir al Congreso o cualquier cuerpo del influjo del Gobierno, es necesario adoptar las votaciones secretas para que puedan deliberar, como se ha hecho en los países cultos, en donde tambien se ha adoptado que ningun individuo que tenga relaciones con el Gobierno, pueda obtener los puestos de Representación Nacional, ni que ningun diputado puede obtener empleo del Gobierno, pues siempre tendrían en el Gobierno un fondo de esperanzas i de temores. Esto ha sido bastante para que los pueblos civilizados no hayan admitido en sus salas a ningun individuo del Gobierno. Se ha traido el ejemplo de Roma floreciente, en tiempo que sus votaciones eran públicas; pero este mismo ejemplo nos prueba que no debemos decidir este punto sin un maduro acuerdo. Si Ciceron hizo bien en atribuir la felicidad de Roma en los siglos de heroicidad a las elecciones públicas, yo le hallo mucha razón bajo un réjimen franco i sencillo; pero despues de haber sufragado nosotros libremente que, según la opinion de algunos señores causa pusilanimidad, jamas conseguiremos establecer la votacion pública. Recurramos a ese país ameno de la libertad, a Estados Unidos, donde las votaciones son por escrutinio, i tomemos ejemplo de él. Yo he