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SESION EN 24 DE JUNIO DE 1844

cenos que domina en la Cámara, cuyos votos ha obtenido el proyecto por unanimidad, no obstante hallarse en ella muchos individuos en quienes las tradiciones, las simpatías i las animadversiones de la época revolucionaria viven aun, aunque sofocada por la accion atenuadora del tiempo.

Aun no ha llegado la época en que la memoria de nuestros personajes notables de la revolucion tome su alto carácter histórico, porque aun no asoma tampoco aquella en que la opinion los juzgue i avalúe francamente sin pasion i sin preocupaciones, pesando sus virtudes i sus vicios, los fines que alcanzaron, como los desaciertos a que fueron arrastrados por sus ideas o por su posicion, pero sin el empaño de hacer de ellos unos héroes justificados bajo todo sentido o bien unos objetos de reprobacion universal, porque en su marcha pública no procedieron, segun las reglas prescritas hoi, a los poderes por la carta constitucional.

Un ejemplo de esto tenemos en la Memoria del señor Albano que corre impresa i que empieza a suscitar en la prensa reclamaciones i desagravios, de cuya justicia o injusticia no pretendemos constituirnos jueces. Pero la obra del señor Albano pasará, a nuestro juicio, sin haber hechos servicios de consideracion a la historia del pais, salvo algunas revelaciones en que entra como necesaria la personalidad del autor, como ajente del gran drama en que figuró O'Higgins. I esto no porque al que ha escrito la citada Memoria falte quizá capacidad o luces para haber hecho un trabajo mas acabado i útil, sino porque aun no ha llegado la época de hacerlo.

Relacionado el autor con su héroe por vínculos de familia, de partido i de adhesion personal, ha hecho lo que el conde de Las Casas i de Norvino con Napoleon: su panejírico. Temerosos estamos de que no falte quien haga el papel de Walter Scott i nos presente, el reverso de la medalla, sin que por eso ganen gran cosa la verdad i la comprension histórica.

Al leer la Memoria del señor Albano, nos sorprende, a decir verdad, el ver al jeneral O'Higgins tan bueno, tan justificado, tan intachable. La verdad sea dicha, hubiéramos desea de verlo ménos perfecto, en una palabra habríamos querido conocer al jeneral O'Higgins, al rival afortundado de los Carreras, al socio de San Martin, al brazo en fin, que desataba el antiguo ó den de cosas sin miramiento por los individuos i los intereses hostiles, sin piedad para los partidos enemigos, fuesen realistas, fuesen carrerinos. ¿Por qué no hemos visto al recorrer la vida de O'Higgins, asomar por ahí la sañuda fisonomía de los Carreras que por tanto tiempo le disputaron el timón que debía dirijir la nave del Estado, en medio de los mares procelosos de la revolucion? ¿No puede decirse la verdad, o se pretende engañar a la posteridad? Por lo que a nuestro modo de pensar al respecto, creemos que no puede imputarse al señor Albano el temor de ser sincero, ni intension torcida en sus aseveraciones. Descúbrese, en el tono que reina en su escrito, señales tan claras de convencimiento que seria temeridad dudar de él, el autor ha estampado su juicio sobre los hechos del jeneral O'Higgis, bajo la influencia de afecciones personales, que sin duda honran su carácter i su corazon, i al levantarse el decreto de espatriacion que ha pesado sobre el último tercio de la vida del jeneral, al ver volver a la nacion, de las animadversiones que en otro tiempo persiguieron su nombre; al verlo, en fin, tender los brazos para acojer dignamente las cenizas, ya que la vida se estinguió sin obtener la reparacion debida, es disculpable i noble sin duda la tarea de reivindicar un nombre que tantos ataques ha sufrido. Pero es otra cosa lo que la posteridad necesita conocer, sobre los protagonistas de la revolucion. O'Higgins no será ménos notable porque sus medios de accion no fueron siempre justificados. Nosotros gustaríamos de que se nos presentasen aquellos altos varones, revestidos de su propio ropaje, con sus pasiones de partido, sus ideas revolucionarias, sus venganzas, sus desaciertos, sus pequeñeces de carácter, sus abusos de posicion, porque esto ilustra, porque es grande i bello, como manifestacion de una época en que se refleja el combate de las ideas i de las costumbres, en que un órden de cosas muere, para dar lugar o otro que principia. Entónces veríamos al través de los actos públicos de un gran personaje lo que la sociedad era, por lo que podia hacerse sin obstáculo i sin resistencias positivas. Nosotros creemos que durante una época al ménos no puede hablarse de O'Higgins, sin hacer a la par la historia de los Carreras, porque aquél i éstos se tocan en todos los puntos, como una convexidad i una concavidad en la hendidura de una roca ¿Quién fué O'Higgins? ¿Quiénes los Carreras? ¿Qué partido i qué ideas representaban unos i otros? ¿Cómo es que han dejado tan hondas huellas en la jeneracion contemporánea? ¿De qué medios revolucionarios intentaban valerse ámbos partidos para llegar al fin común a uno i otro? ¿Dónde estaba el verdadero punto de division? ¿Hasta dónde entraban las ambiciones personales? ¿Qué bienes i qué males nos han legado?

Hé aquí un programa un poco crespo, sin duda, para los espíritus vulgares, pero que forma el terreno en que debe moverse una Memoria sobre el jeneral O'Higgins. ¿No puede aun decirse la verdad por temor de herir susceptibilidades de familia o intereses i personas existentes aun? Entónces se deja la pluma a un lado, aunque, a decir verdad, no vemos la razon porque no se hablaria con precision histórica, desde que hubiese elevacion en la manera de juzgar