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SESION EN 16 DE JUNIO DE 1845

que ni el pais lo comprende, ni sus intereses lo reclaman; i si nó veamos quién conoce ni quién niega la facultad del Gobierno en los medios i en las transacciones que hace en los diversos casos que ocurren en materia de patronato. Bueno i mui bueno, señor, que no lo comprendan; baste sólo saber que el patronato es patronato i yo no quiero dar a la Cámara la significacion de esta palabra; sólo diré que ella determina las relaciones de la Iglesia con el Estado; i al entrar en estas relaciones, téngase presente esta palabra a que se amparan los que hacen una cuestión de un título particular, de un título sin definicion conocida, para pedir que se guarden siempre las prerrogativas del Estado. Digo lo que muchas veces he dicho sobre esto, señor, lo que ya ántes he indicado en este mismo discurso, que encuentro mas que nunca ligada la fortuna del país en esta época, he dicho mal, señor; no sólo en esta época, en todas, aunque en ésta mas que nunca miro ligada la fortuna del pais al sentimiento relijioso, para que se vea cuan distante estoi de atacar los derechos de la Iglesia, al clero o a la doctrina.

Ahora, pues, hablemos mas francamente: se quiere hacer al Supremo Gobierno que haga guardar los derechos de la soberanía, ¿i de quién, de Su Santidad?

Es preciso que nos entendamos: se le quiere pedir, por ejemplo, que en sus comunicaciones por escrito, en las transacciones diplomáticas hable qué sé yo qué cierta lengua, use de ciertos términos... Señores, no temo en este asiento decir que yo dejaria a Su Santidad hablar la lengua que quisiera, le dejaria proceder como a los Reyes de España, que se titulaban Reyes de Jerusalen i de las Indias Orientales i Occidentales. Esto no me hace mal; en el tiempo en que estamos, la sociedad que a cada momento blasona de positiva, mira todo esto con desden. A no ser que se combata por hechos ¿cómo hemos de ir a combatir por palabras? La época en que vivimos es positiva; mas claro, la sociedad suma i resta. ¿A cuál soberano se le dice qué bien o qué mal me puede hacer usted? i al Soberano Pontífice, el mas pacífico de los hombres de la tierra, ¿le vamos a hacer resistencia contra su potestad i contra sus palabras? No he hablado en balde. He sabido que el Consejo de Estado ha hecho una enérjica protesta contra el motu proprio con que venian los nombramientos de algunas dignidades de la Iglesia; yo le dejaria cuantas veces quisiera de su motu proprio que no dice nada, o si alguna cosa quiere decir, es la potestad de la Iglesia. Yo creo, señor, como buen cristiano, que la Iglesia es independíente, i que nuestra conciencia sólo puede ser dirijida por ella, así es que a nadie se le ha ocurrido jamas colocarla bajo la direccion del Gobierno.

Si se pregunta, señores, cómo resolver todas las dudas que puedan ocurrir, yo responderé de una manera mui sencilla: los romanos decían: vileant Consules nequid Republica detrimentum capiat. Trate el Gobierno de que la República de ninguna manera sea perjudicada, i con esto me parece que están salvados los intereses de la sociedad, tanto de las pretensiones de Su Santidad. cuanto de cualesquiera otros monarcas de la tierra.

No quiero cansar la atencion de la Cámara deteniéndome mas en esta parte, pero sí diré que me sorprende nos manifestemos tan sensibles a las palabras de Su Santidad, i nos olvidemos del inmenso número de reclamos que podríamos hacer sobre el estado nuestra Iglesia. ¿Son numerables acaso los infinitos dolores, los martirios en que nos ha puesto esta Iglesia i nos pone a cada instante?

Vemos, señor, un clero que individualmente merece las mas grandes consideraciones; porque ¿qué individuo hai en ese clero que no merezca nuestro mas grande respeto? Llenos de probidad i de celo relijioso, pero sin embargo, diré que no hai espíritu en este clero en común.

¿No sabemos que se ve el Gobierno constantemente agobiado por este clero, que lo ha detenido, mejor diré, que ha embarazado las útiles reformas que iniciaba, teniendo que ceder el Gobierno por no comprometer el pais? Estas sí que son protestas que debian llegar a oidos de Su Santidad.

El clero del pais está preñado de un espíritu ultramontano que le hace olvidar los verdaderos intereses de la relijion, i desconocer su espíritu de fraternidad i de amor, la voz del pueblo que lo llama a gritos para que le predique, para que le socorra, en fin, para que le saque de este estado lamentable en que se encuentra por efecto de su condicion moral. Este clero se muestra indiferente; digo indiferente, porque los sacrificios mas grandes que hacen individualmente los clérigos de Chile, no bastan para suplir ese espíritu que falta al clero.

No hace mucho tiempo que un cura negó en cierto modo la obediencia que debia al Gobernador del departamento en donde se hallaba el curato, desatendiendo aquello de que obedite propositis vestri et subcacete eis non solum protetes riam sed etiam propler contiemtiam. Digo un cura, diria cien i deberia decir doscientos; estos curas no se han contentado con negar la obediencia a los gobernadores, sino que los han provocado, i los han puesto en estado de tener que tomar una medida coercitiva. El Gobierno mismo, como ántes he dicho, se ha visto detenido al poner remedio a estos males, porque las dificultades que se le oponian hacian que no pudiera realizarlo obrando con prudencia.

Penoso es, por cierto, encontrarse persuadido de que los ministros de Cristo no están nutridos por el espíritu del Evánjelio, i no poder, sin comprometer los mas grandes intereses, dar remedio a tamaño mal.

No hace mucho tiempo que el Gobierno ha