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SESION EN 5 DE SETIEMBRE DE 1845

hizo presente en el año anterior, porque los tres que logró proporcionarse el Gobierno últimamente, destinados a los puntos en que su necesidad es mas urjente, dejan, como ántes, en la imposibilidad de dar mayor estension a las misiones i en la de reemplazar a los que han de terminar el tiempo de sus funciones en el próximo año.

Mi predecesor anunció al Congreso que habia pedido a Europa un cierto número de jesuitas, por medio del padre Cesáreo González, con la mira de emplearlos en las misiones de las fronteras de Concepcion o las de Valdivia.

Ultimamente se han recibido comunicaciones de este relijioso, en que, dando cuenta de su comision, dice al Gobierno que las propuestas que iba encargado de hacer no han sido admitidas por el Jeneral de la Orden, i que exije como condicion indispensable para aceptarlas, el reconocimiento de la Compañía como una de las corporaciones permitidas i autorizadas en el pais. Mi predecesor no convino en esta condicion que le propuso de antemano el Comisionado porque una lei ha escluido dicha Orden i porque no era en manera alguna necesario al lleno del objeto con que eran llamados. No han querido estos relijiosos aprovechar una bella oportunidad de servir a la relijion; no han aceptado unas propuestas que les ofrecian un teatro vasto para hacer el bien; no han abrazado unas de las tareas mas bellas que pueden presentarse al ministro de la relijion: propagar las máximas del evanjelio ¿i por qué? No por cierto porque se les negasen los medios de llenar tan nobles fines, no porque se les abandonase a una empresa difícil sin apoyo, sin proteccion; no porque se les embarazase el vivir conforme a su instituto. Nada de esto. No se reconoció su Orden, no se autorizó como las demas que existen en el Estado, i he aquí que ceden todas las razones que los llamaban, i que se enfria el celo por la propagacion de la doctrina de Cristo en estos lugares.

Despues de este incidente: siento que se haya frustrado esta tentativa, ménos porque no se haya dejado de traer al pais individuos de la Compañía que por el tiempo precioso que se ha perdido.

Escusado parece pensar en relijiosos de la Compañía; pero como siempre existe la necesidad de misioneros i como el Colejio de Chillan poco promete, i el de Castro, aunque se halle en un buen pié, es mui reciente para que pueda suministrar individuos que llenen las vacantes que pronto han de quedar, el Gobierno piensa aprovechar la oportunidad de la Legacion a Roma, para pedir de la Orden de propaganda que ya existe en el pais, bien de algun otro instituto que presente mas ventajas.

Instruccion pública

Mal sonaria i aun deberia mirarse como una especie de ofensa, que despues de la jenerosidad con que las Cámaras han votado en varias ocasiones fondos para la instruccion primaria, me detuviese en encarecer la necesidad de fomentarla.

El Gobierno no ha menester persuadir a la Lejislatura para que preste su proteccion a este ramo importante; persuadiéndola demasiado las verdaderas exijencias del pais. De qué manera el Gobierno ha llenado i se propone seguir llenando esas exijancias, es un objeto sobre el cual conviene que llame la atencion de las Cámaras, bien sea para que se apreciara mejor las medidas que se tomen, bien sea para que se juzgue si esa proteccion que se dispensa debe o no continuarse.

Cuando se trata de la instruccion primaria no estraña ver confundir los medios con el fin. Porque se enseña a leer, escribir i contar, créese con frecuencia que este es el único objeto que esta instruccion se propone; pero ¿a qué resultado se ha llegado, qué se ha conseguido con la jeneralizacion de esos ramos?

Bien poco digna de interes seria la instruccion primaria si en límites tan estrechos se encerrasen sus ventajas; bien poco compensados debería mirar el pais los sacrificios que por ella se impone. Mas noble i mas alto es su objeto, jeneralizar esos primeros ramos son medios, son pasos que conducen al fin primordial: la mejora moral i material de las masas que componen las sociedades. Este objeto merece la consagracion de grandes esfuerzos; pero dista mucho, no diré de alcanzarse, de ser comprendido en nuestras escuelas.

No su mejora la condicion moral con sólo enseñar a conocerlas letras i a combinarlas, con adiestrar la mano i el pulso en formar hermosos caractéres, con acostumbrar a sacar rutineramente una cuenta; i sin embargo pocas de nuestras escuelas llenan siquiera este programa. La enseñanza relijiosa se da casi siempre así como pudiera darse la de cualquiera otro ramo que nada tuviese que ver con la conducta de la vida, i por rareza suele encontrarse alguna escuela en que esta enseñanza tenga una tendencia práctica. Los hábitos de órden, de aseo, de subordinacion, que tanto conducen al objeto primordial de la instruccion, o son mirados con indiferencia, o se conservan con cierto grado de violencia, que ataca la natural enerjía del espíritu.

Los procederes mismos de la enseñanza que pudieran contribuir al desarrollo de la mente, son desconocidos, i cada maestro sigue la rutina de la escuela en que hizo su aprendizaje. ¡I ojalá que a esta falta de conocimientos en la profesion no se uniese la desidia, el abandono!...

El principal remedio de estos males se en