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CÁMARA DE DIPUTADOS

cuyos resultados eran puramente nominales, pues que con esto no se mejoraba la suerte de esa parte de la sociedad a la cual dirijia el señor Toro sus miradas, puesto que la renta que se pretendía abolir, por mas que se llamase onerosa, era mui tolerable i no podría decirse jamas de ella, lo que por ejemplo del diezmo.

Observó que el señor Toro decia en su mocion, que los miserables proletarios invertian la sesta parte de sus rentas en la contribucion del estanco, i que esto se contradecia con el cálculo que mas adelante hace de un cuarto semanal, lo que no puede ser, si se advierte que el mas infeliz de los que componen la clase desgraciada, la sesta parte de sus entradas en la semana asciende a mucho mas de un cuartillo.

El señor Renjifo notó también que ésta no era una de aquellas necesidades cuya satisfaccion era indispensable en la vida i que su consumo era libre í nadie podía perecer por la fuerza de esta necesidad. Por otra parte que la industria agricola no se perjudicaba en nada absolutamente, pues que si se notaba en los campos ese anhelo por sembrar, era en razon del alto precio que tenia a consecuencia del estanco. Dijo se alegaba para su abolicion que se había creado por necesidad i que habiendo cesado ésta, ya no se podía sostener un monopolio por su naturaleza insostenible, pero que él contestaba que quedaba desvanecida esta observacion si se atendian dos cosas: el largo tiempo que había permanecido el estanco sin alteracion alguna i la consideracion de las exijencias actuales de la sociedad.

Pasó en seguida a examinar los medios propuestos para su abolicion, i dijo, con respecto a ellos, entre otras cosas, que los cálculos miéntras no se dedujeran a la práctica, no podrían aplicarse a las leyes.

En segundo lugar consideró injustos los medios propuestos, pues dijo que por aliviar a cuatrocientos mil habitantes de una carga soportable, se iba a gravar a un millon i mas, i que no habia cosa mas conforme a la equidad que obligar a los que hacian un consumo innecesario; que no era pues comparable el beneficio que les reportaba de esta medida a los consumidores de tabaco, con el perjuicio que recaia sobre toda la poblacion.

Recordó en seguida otra de las consideraciones que se hacian para apoyar el actual proyecto: que es la de existir un sobrante en el tesoro nacional i que siendo así, debían abolirse odiosas contribuciones.

El señor Renjifo contestó estas observaciones, diciendo que existia también la necesidad de pagar los créditos de una deuda esterior; que el tesoro nacional era la fuente única que podia satisfacer todas las necesidades sociales i que estas eran inmensas i nadie podia decir que habia sobrantes, oyendo al mismo tiempo clamores que manifiestan mil exijentes necesidades; por último, que todavía no habíamos llegado a ese alto grado de prosperidad para abolir tijeras contribuciones que no perjudicando, redunda en beneficio de todo el cuerpo social; que si no hubiera habido sobrantes, la Cámara no habría podido prestar su aprobacion para la construccion de una cárcel penitenciaría, para la de un instituto i un matadero públicos en esta capital; que todavía se tenian que llenar otras necesidades, como la planteacion de una academia militar, de la Universidad i que aun no nos habíamos fijado en otras mejoras que reclamaba el progreso, tal como la de los caminos, la dotacion de gobernadores que desatendían los deberes que les imponía su cargo para atender a sus negocios i en fin otras muchas como la educacion primaria en toda la República, mejoras filantrópicas i fecundas en buenos resultados. Pasó despues a hacer algunas observaciones al informe de la comision i entre otras, hizo las que siguen: que le parecía impropio dictar una lei cuyos efectos iban a ser producidos cuando ya habian concluido su período los lejisladores que la dictaron; que llegado este tiempo (año 47) las Cámaras entrarian entonces en otras consideraciones que las primeras no pudieron prever i era mui probable que la lei quedase sin efecto, que si se pudieran dictar leyes de este modo, ya podian ir dictando para el siglo venidero i de este modo usurpar a la jeneracion que les sucedía un derecho que a ella esclusivamente le perteneca, i por último, que no podíamos saber cuál era el estado de la sociedad en una época tan lejana todavía.

Despues de otras razones que no recordamos concluyó su discurso pidiendo a la Cámara induljencia en atencion no a las razones que acababa de alegar, pues sólo las consideró como lijeras observaciones, sino la cuestion que se trataba; dijo por último que cada señor Diputado podia hacer de sus advertencias algunas deducciones i entonces proceder a votar en una materia tan importante como delicada.

El señor Toro tomó la palabra i dijo que los representantes del pueblo tienen en sus manos la suerte de mis de 400 000 habitantes de Chile; que no seguiria al señor Diputado, a quien reemplazaba en la palabra, en toda la historia del estanco, i sólo contestaría su discurso en cuanto correspondía a la época posterior del año 26, época desde la cual tomó el Estado sobre sus hombros la administracion del monopolio; que se le permitiera recordar a la Cámara que cuando el congreso del año 23 decretó el establecimiento de este impuesto, nuestras rentas de aduana apénas alcanzaban al monto de 700,000 pesos, i todas las entradas fiscales no subian a un millon i seiscientos mil pesos, tiempos de penuria i de desorden en la contabilidad, de grandes exijencias i de mayores compromisos nacionales.

Entónces, dijo, quizá yo habría votado por el monopolio, si agotados todos los recursos finan