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SESION DE 22 DE DICIEMBRE DE 1837

obligaciones de la mas escrupulosa buena fé. Los Plenipotenciarios, obrando como correspondía a su ministerio, i cumpliendo con el encargo espreso que se les hizo por este Gobierno, hicieron presente a los del Jeneral Santa Cruz que, en aceptar las estipulaciones a que habían sido invitados salían de la órbita de sus instrucciones, quedando su Gobierno, por consiguiente, en plena libertad para confirmarlas o desecharlas. [1]

Por lo demas, persuadidos como lo estamos, i como creemos que lo está el público todo, de que el tratado es inadmisible i no podría ratificarse por este Gobierno sin mengua del honor nacional, no por eso abrigamos la menor duda acerca de la pureza de intenciones de nuestros Plenipotenciarios que, manifestando haber traspasado sus poderes, i dejando como dejaron absolutamente libre la ratificacion del Gobierno, miraron como de menor consecuencia un acuerdo que a nada obligaba. En la censura amarga que bajo este i otros respectos se ha hecho de la conducta del Jeneral Blanco, nos parece que se ha faltado a la justicia i que se ha echado en olvido la larga esperiencia que ha hecho esta República del patriotismo i acrisolado honor de este Jefe i los distinguidos servicios con que ha contribuido otras veces a la vindicacion de sus derechos i a la gloria de sus armas.


Núm. 381 [2]

En nuestro número anterior, consideramos el tratado de Paucarpata como un vergonzoso abandono de nuestros compromisos; amplificaremos ahora esta idea.

Antes que nuestra Escuadra volviese del crucero, hace un año, pudimos conseguir estipulaciones mil veces mas ventajosas que las negociadas en el mes pasado. El señor Olañeta nos las ofreció tambien; i aun despues de la revolucion de Quillota nos ha sido fácil acojernos a los ofrecimientos hechos ántes de ella. Sin embargo, el Gobierno ha persistido constantemente en el plan de exijir del Jeneral Santa Cruz, por condicion sine qua non de la paz, el restablecimiento de la integridad del Perú ¿Por qué? Porque el órden i la soberanía de Chile habían sido atacados desde el momento que el Perú dejó de ser independiente, es decir, desde el momento que fué sojuzgado por el Presidente de Bolivia, i la razon i la justicia exijían que se redujese a sus antiguos límites un poder que en medio de las relaciones de paz i amistad, se había manifestado alevosamente hostil contra nosotros.

Esta pretension era no solo aconsejada por los intereses mas sagrados de Chile, i arreglada a los principios mas conocidos i terminantes del Derecho de Jentes, sino que establecía un lazo de fraternidad con los pueblos dominados por el Jeneral Santa Cruz i con las Repúblicas vecinas, i, por consiguiente, agregaba a nuestros recursos propios la importante cooperacion de nuestros hermanos.

Este ha sido el tema constante de los escritos oficiales i no oficiales de Chile, este ha sido el lenguaje de sus comunicaciones diplomáticas; estas han sido las promesas hechas a la Nacion peruana en las proclamas del Presidente i del Jeneral en Jefe de nuestro Ejército. Sin este principio solemnemente proclamado por el Gobierno chileno, ni entre los arjentinos hubiéramos encontrado colaboradores de nuestra empresa, ni entre los peruanos un solo amigo; porque ni unos ni otros tenían por qué declararse defensores de intereses esclusivamente nuestros. Conocieron nuestra política, i por eso los unos declararon como Chile la guerra al usurpador del Perú i los otros recibieron con júbilo a sus libertadores, como lo anunciaban las cartas de todo el Ejército desde la ocupacion de Arequipa. Despues se ha querido no solo poner en duda el entusiasmo de los pueblos del Perú por nuestra causa, sino hasta presentarlos como nuestros enemigos. Para resolver esta cuestion no es necesario por ahora enumerar las pruebas de patriotismo dadas por el pueblo de Arequipa. Basta observar que nuestro Ejército ha vivido tranquilamente en aquella ciudad un mes entero, i apelar al testimonio de Socabaya, para conocer que los arequipeños tienen un modo demasiado elocuente de manifestar sus enemistades.

El cumplimiento de estos anuncios i de estas esperanzas ha sido la paz de Paucarpata; una paz en que vemos autorizada la intervencion de que ántes éramos implacables enemigos, en que hemos olvidado demandas que ántes suponíamos indispensables, i en que por toda ventaja nos hemos contentado con el reconocimiento vago, oscuro e hipotético de millon i medio de pesos. La América toda podría considerar como una empresa mercantil la campaña de los tres meses, sino fuese notorio que el negocio del comercio habría sido mas fecundo en ganancias, ántes de comenzar los sacrificios que exijió la malhadada expedicion.




  1. El artículo 5.º de las instrucciones dice así: "Si por algun motivo que no es fácil prever, se vieren VV.SS. en la necesidad de estipular con el enemigo alguna cosa que exceda de sus instrucciones o que las contraríe en materia importante, exije la buena fé que VV.SS. lo hagan presente a la persona o personas con quienes trataren, de manera que se reserve al Gobierno de Chile una plena libertad para ratificarlo o nó, segun lo juzgare conveniente."
  2. Este artículo ha sido trascrito de El Araucano, número 383 correspondiente al 30 de Diciembre de 1837. —(Nota del Recopilador.)