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CÁMARA DE SENADORES

investigar únicamente si no había mas medio de salvacion que el tratado de Paucarpata. Irisarri piensa que efectivamente no le había, i al establecimiento de esta proposicion se dirijen las divertidas novelas en que ha querido convertir la historia de la campaña de los treinta dias, de manera que, de la lectura de su folleto, los que con mas benevolencia se contraigan a ella, no saben por cual de estas dos proposiciones decidirse; el tratado de Paucarpata es el monumento mas solemne de las glorias de Chile, o el tratado de Paucarpata es el único partido que dejaron a Chile la debilidad de sus fuerzas i la preponderancia del enemigo. Si ámbas cosas no son falsas, por lo ménos una debe serlo, porque ni la historia ni las propiedades del corazon humano nos suministran medios para esplicar como labra su gloria el que confieza que no ha hecho mas que recibir la lei del mas fuerte.

Para llenar su segundo propósito o mas exactamente su segundo despropósito, Irisarri emplea varios argumentos que, en suma, se pueden reducir a dos puntos: falta de entusiasmo por nuestra causa en los pueblos del Perú, i falta de recursos para el Ejército. "Es preciso, pues, conocer, dice a este respecto el negociador de Paucarpata, que el Ejército de Chile se hallaba en la posicion mas crítica, no por culpa ni por falta que hubiese cometido el Jeneral Blancoen su conducta militar, sino por la insuficiencia del mismo Ejército para llevar a cabo la empresa a que se le destinó. Los errores de cálculo que hubo en la formación de esta expedicion no son imputables al Jeneral Blanco, sino a aquéllos que contaron con demasiada confianza en una cooperacion popular, que estaba fundada en solo los deseos de los que la aseguraban. No se tuvo presente la naturaleza del terreno del Perú, su clima, los obstáculos que presentan a la marcha del Ejército los despoblados de la costa, lo crudo de la sierra, lo enfermizo del pais, lo fácil que le es al Gobierno el quitar los recursos a su enemigo. Se contó con ver levantarse los pueblos en masa; se contó con defecciones de cuerpos enemigos que no hubo; se contó con victorias de los arjentinos que no tuvieron lugar; se contó con que el pais del Perú era lo mismo que el de Chile, en donde, bajo el clima mas templado del mundo, se hallan ganados i graneros en todas partes, mulas, caballos i pastos donde quiera. ¿Qué culpa tiene el Jeneral Blanco de que las cosas fuesen como fueron i como son?"

Por aquí se ve que Irisarri hace con el Jeneral Blanco lo mismo que ha hecho con Chile i con el Gobierno que le nombró Ministro. Al aceptar la comision, contrajo el sagrado compromiso de emplear cuantos medios estuviesen a su alcance para defender los grandes intereses que se le habían encomendado; i el modo de llenar este deber fué sacrificar esos mismos intereses, i convertirse en maligno censor de su Gobierno i de su Patria. En su manifiesto promete ser el abogado del Jeneral Blanco; i al tiempo de verificar su promesa, se alista entre los acusadores de aquel Jefe. En efecto, ¿quién que sepa, como sabe todo Chile, i como talvez sabrá todo el Perú, que el Jeneral Blanco no solo ha tenido una parte activa en las deliberaciones del Gabinete, sobre la guerra del Perú, sino que ha llegado a ser considerado como el alma de la empresa; quién, que esté al cabo de estos hechos, podrá ponerle a cubierto de las censuras contenidas en el párrafo que acabamos de copiar? ¿Quién, que conozca la estension de los deberes del caudillo de un ejército, podrá negar que esas censuras son las mas fuertes acusaciones que se pueden hacer al Jeneral que capitaneó nuestras tropas? Defender a un Jeneral, diciendo que no conocía el clima, ni el terreno, ni las estaciones del pais en donde iba a hacer la guerra; que ignoraba los medios que tenía a su disposicion el enemigo para privarle de recursos; que contaba con triunfos de Ejércitos, que podían ser vencidos, i con defecciones, de que nadie podía salir garantes; no es defenderle sino acusarle, i acusarle hiriendo en lo mas vivo su amor propio, porque es dar por sentado que ignora que sus deberes le obligan a no contar sino con lo que es seguro, i a adquirir una profunda instruccion de la naturaleza i del estado del pais que va a ser el teatro de la guerra, i que, por consiguiente, desconoce la magnitud de la empresa que se encomienda a su direccion.

Si estas acusaciones fuesen fundadas, a nadie herirían mas que al mismo individuo de quien Irisarri se declara defensor; porque aun cuando el Jeneral Blanco no hubiese tenido parte en los acuerdos gubernativos, al ser elejido para mandar la expedicion, debió hacer presente la imposibilidad de llenar con ella los deseos del Gobierno.

Mas, están mui léjos de ser justas semejantes acusaciones. El terreno, el clima i todos los datos que puede suministrar el estudio de la jeografía del Perú, son bastante conocidos en Chile para que se pueda juzgar desnudos de ellos a nuestros militares, de los que una gran parte ha hecho mucho tiempo la guerra en los arenales i los cerros que quiere presentar Irisarri como tierras recien descubiertas. En cuanto a las defecciones que sufriría el enemigo i a los triunfos del Ejército arjentino, ni han entrado en el número de los antecedentes infalibles de la empresa, ni aun cuando hubiesen entrado, puede ser suficiente la campaña de un mes para dar por recibido el desengaño.

Por lo que hace al entusiasmo de los pueblos, todos saben en Chile que las primeras cartas que se recibieron del Ejército, despues de la ocupacion de Arequipa, comprobaban la exactitud de las conjeturas que se habían formado sobre el favor de la opinion peruana. Todos, incluso