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CÁMARA DE SENADORES

a la cordialidad del Jeneral Santa Cruz, para con la República de Chile?

Tal es la suerte inevitable de los vecinos de este Jefe funesto a las libertades americanas. Chile ha sido atacado por sus hostilidades encubiertas bajo la capa de la amistad, desde el momento que el aumento de recursos dió poder suficiente para dirijir contra él sus tentativas; i al convertirse en blanco de estos ataques, no ha hecho mas que someterse a la misma condicion del Perú, que desde el año 29, tuvo en constantes ajitaciones sus departamentos del Sur, por consecuencia de las maquinaciones del Gobierno boliviano; i a la condicion de la Confederacion arjentina, que vió también invadidas sus provincias setentrionales por una expedicion semejante a la que zarpó del Callao para Chiloé. Una constante repeticion de ejemplos, o mejor dicho, todos los actos de la política esterior del Jeneral Santa Cruz, respecto de sus vecinos, manifiestan con una certidumbre harto lamentable que este Jefe tiene ya establecido por sistema invariable aprovechar todas las oportunidades que se le ofrezcan i todos los recursos de que disponga en evadir los derechos de las Repúblicas americanas i labrar sobre las ruinas de sus libertades su engrandecimiento personal.

Véase si su administracion presenta un solo razgo que no descubra el refinado egoísmo i la política destructora de los intereses de la América. Las asambleas formadas en el Perú, bajo el terror de las bayonetas estranjeras, i la que con mas desembozo reunió en Tacna el Jeneral Santa Cruz, de individuos nombrados por él mismo, no han pensado en otra cosa que en la exaltacion del caudillo, a quien servían de instrumento, en la proscripcion de todas las instituciones tutelares de la libertad en la ereccion de un poder arbitrario; en una palabra, en la abolicion de todos los principios que los americanos han adoptado como condiciones esenciales de su existencia social.

Los naturales de los pueblos oprimidos que mas se distinguen por su patriotismo i sus talentos, arrastran su existencia en la oscuridad o mendigan el sustento en el estranjero. El Jeneral Santa Cruz no quiere alrededor de sí nada que pueda volver por las garantías de los hombres i de las naciones, i no se circunda ni fia la direccion de los negocios públicos, sino de criaturas en quienes la esperiencia de nueve años ha probado una ciega esclavitud a sus caprichos, o de advenedizos que no tienen mas lazos con los países en donde figuran que el interes del que los ha elevado i los sostiene. El conato a establecer este sistema antiamericano de utilidad personal no puede ser mas evidente. Oportunidades i recursos, se ha dicho ya, son lo que necesita el Jeneral Santa Cruz para llevarlo adelante. Las unas se las ofrece la vecindad; los otros irán haciéndose cada dia mas copiosos a medida que los territorios independientes vayan sirviendo de pasto a su voraz ambicion. ¿I cómo garantirse de los medios empleados para la prosecucion de este sistema? En el Perú fueron promesas secretas, cartas de seduccion i todo jénero de intrigas ocultas; en las provincias arjentinas, correspondencias igualmente seductoras, e invasiones preparadas a la sombra de la administracion boliviana; en Chile, expediciones anárquicas embarcadas sin pudor a bordo de buques de guerra peruanos i ¿quién sabe cuantas otras maquinaciones que prestarían la única esplicacion que puede darse a la simultaneidad de nuestros desórdenes domésticos con la ereccion del Estado que forma Bolivia i el Perú? ¿Cómo ponerse a cubierto de estas armas que suponen siempre en el que las maneja una abnegacion de todo sentimiento de hidalguía i de moral, capaz de producir todo linaje de atentados, i que jamas se esgrimen sino buscando el patrocinio de las tinieblas i aprovechando el desapercibimiento del enemigo contra quien se asestan? El Derecho de Jentes no suministra contra este jénero de males otro remedio que la limitacion del poder que se hace formidable, i que se ha engrandecido empleando la injusticia i la falsía i si las vias pacíficas no alcanzan a obtener esta limitacion, no resta mas que ocurrir al único partido que queda despues de agotadas todas las tentativas amistosas. Si un tratado no reduce a sus límites naturales i lejítimos ese poder temerario es indispensable que la guerra lo reduzca.

El artificio imajinado por el Jeneral Santa Cruz, para combatir esta justa pretension, es la solicitacion de la garantía de una de las grandes potencias que asegure el cumplimiento de las estipulaciones. Dado caso que se solicitase esta garantía ¿qué seguridad hai de que el Gobierno a quien se pida convenga en otorgarla? I dado caso que se otorgue, ¿qué seguridad hai de que en el tiempo que trascurra hasta obtenerse no infrinja el Jeneral Santa Cruz los pactos que esa garantía tiene que afianzar?

Pero, aun hai mas. Supóngase realmente otorgada. Lo que esta garantía podrá precaver son hostilidades francas del Jeneral Santa Cruz, ataques descubiertos a la seguridad de Chile ¿I es acaso este mal el que se trata de evitar? La conducta de aquel Jefe con la Confederacion Arjentina, con el Perú i con Chile, manifiesta de un modo elocuente que las armas que su ambicion emplea son la seduccion, la intriga i toda clase de maniobras oscuras. Estos manejos no pueden estar al alcance de la Nacion garante. Si por fruto de ellos el Jeneral Santa Cruz logra realizar sus planes; si como con una expedicion como la de 1836, por ejemplo, consigue que un instrumento suyo, como el conjurado de Chiloé, derroque las autoridades constituidas de la República, i celebre con él un tratado como el que se celebró en la Paz, para la usurpacion del Perú, ¿cuál será la potencia que se crea con derecho