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CÁMARA DE SENADORES

contra el proyecto reinante, i el Jeneral Santa Cruz apareció dueño de la arena, en donde aparentó defender la lejitimidad, i acabó por sepultar la lejitimidad i la soberanía. Este triunfo estaba tan léjos de llenar las medidas de su ambicion, que ni siquiera ofreció un momento de descanso a las pasadas fatigas. Inmediatamente se dirijió la vista a Chile; se aprestó una expedicion en buques de guerra peruanos, i zarpó del Callao una colonia de conspiradores chilenos, encargada de traer la guerra civil, que sirve de precursora a las empresas del conquistador boliviano.

La salvacion de la Patria obligó entónces a dirijir la atencion de las autoridades a dos puntos simultáneamente: a Chiloé, en donde el jefe de los conspiradores debía levantar el estandarte de la rebelion, i al Callao, en donde había hecho sus aprestos militares, i en donde, por consiguiente, se debían suponer sus almacenes de guerra i el apostadero de sus naves. Estos almacenes i este apostadero eran los que pertenecían al Estado peruano. La fragata Monteagudo i el bergantín Orbegoso eran buques de la Armada del Perú, i los pertrechos que conducían a su bordo habían sido estraidos, segun todas las noticias, de los depósitos del Callao. Para contener el vuelo de la guerra civil era, pues, no solo forzoso refrenar a los rebeldes en Chiloé, sino privarles de los nuevos recursos que podía suministrarles, i que precisamente les suministraría, quien les había prestado los primeros; pues, arrojado ya a la empresa, no debía de haber ceñido su proteccion a los auxilios dados, si mas auxilios hubiesen sido necesarios. Una hostilidad cometida en medio de las relaciones mas pacíficas i amistosas, debía de ser seguida de otras hostilidades tanto mas naturales cuanto que con la primera se había quitado el emboso la malevolencia; i nada mas justo para una nacion amante de sus instituciones i de su independencia, que prevenirlas sin pérdida de tiempo. Con esta mira, arreglada a los mas sanos principios de la justicia, se apoderó parte de la Escuadra chilena de tres buques de guerra peruanos, fondeados en la bahía del Callao, que obedecían al mismo Gobierno que había empleado otros dos en hostilizar a la República, i que se presentaban por esta razon con el carácter de futuros auxiliares de los revoltosos. Conservarlos en depósito, como se han conservado hasta ahora, era lo ménos que podía hacer un Gobierno a quien tocaba remover peligros tan inminentes. El Jeneral Santa Cruz ha pintado este hecho con los colores de una odiosa injusticia, i hasta de una ruin piratería; pero, el mundo imparcial no podrá dejar de conocer que el acto de apoderarse de los recursos ofensivos, destinados, segun todas las probabilidades, al uso de un rebelde, de apagar la fragua en donde forja sus rayos el enemigo, de detener el progreso de una empresa esterminadora, de obtener prendas de futura seguridad, es para un Gobierno mas que el ejercicio de un derecho incuestionable, el cumplimiento de un deber sagrado que le impone la salud del pueblo que le ha encomendado su direccion i su custodia.

La moderacion del Gabinete de Chile, tan constante como el ánsia de dominar del injusto provocador, se limitó a la medida de precaucion referida i llegó al estremo de emplear el recurso de negociaciones pacíficas para reparar la clásica perfidia de que había sido blanco, i removerlos fundados recelos de su reiteracion. Pero, en vez de obtenerse por este medio un resultado plausible, no se consiguió mas que palpar la profunda i arraigada malevolencia del gratuito enemigo, descubriendo su invencible pertinacia en desviarse del camino de la justicia, i aun sufriendo de él nuevos agravios como el que se irrogó al honor de la República, con la prision de su representante en Lima. La guerra se hizo indispensable, i Chile la emprendió con el sentimiento de dolor que inspira este funesto remedio de las diferencias internacionales; pero, con la decision con que un pueblo idólatra de sus derechos debe abrazar el único partido que le queda para vindicar su honra ofendida, i afianzar su órden, su reposo i su independencia contra los embates de aspiraciones estrañas.

La justicia marcaba al Jeneral Santa Cruz como el único blanco de las hostilidades, porque siendo él solo el autor de los agravios debía ser tambien el único responsable de sus consecuencias. Los pueblos de Bolivia i del Perú sufrían ya demasiado con el peso de que los agobiaba un poder árbitro de los derechos mas caros para que se dirijiese tambien contra ellos una guerra estranjera. Por otra parte, la usurpacion perpetrada en ellos por el Jeneral Santa Cruz era el oríjen primitivo de las desavenencias, así como la destruccion del usurpador formaba el único remedio de los males causados, el único escudo contra las ofensas futuras, i el único objeto de las aspiraciones chilenas, i los pueblos subyugados, que no tenían tampoco otra tabla de salvacion no podían ser en esta contienda los enemigos sino los aliados de la República. Sobre este principio cardinal, ha jirado toda la política de Chile acerca de la guerra del Perú. Los habitantes de aquel pais hicieron plena justicia a las rectas i desinteresadas intenciones del Gobierno; i la contestacion que dieron a las torpes vulgaridades i a las detestables fábulas con que le calumniaban el opresor i sus sectarios, fué recibir con el mas patriótico entusiasmo a los restauradores de su Independencia. En vano se han forjado a este respecto ficciones deshonrosas al patriotismo peruano; en vano el mismo Jeneral Santa Cruz desoye el grito de su conciencia autorizándola con su firma. Chile i el mundo han visto propaladas las noticias de la buena acojida del Ejército en el departamento de Arequipa, por los mismos que despues presentaron