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CÁMARA DE SENADORES

bierno. Creyó tambien que las fuerzas de la Confederacion no pasaban de ocho a nueve mil hombres. Sentada esta base, me permitirá V.S. hacerle una franca i sincera exposicion de la campaña i de los motivos que me impulsaron a celebrar el tratado de Paucarpata; i me lisonjeo de que ella, acompañada de los documentos que he presentado en esa Secretaría, satisfarán completamente al Gobierno i al público de mi conducta en el desempeño de tan difícil como pesado cargo.

Luego que me recibí del mando del Ejército, despues de los sucesos de Quillota, fué necesario proceder a la reorganizacion de los cuerpos de infantería, que bajo la denominacion de Portalesi Valparaíso se formaron del rejimiento Maipú; i si no conseguí apesar de mis esfuerzos i el de sus Comandantes, poner a estos i al Valdivia al completo de su fuerza, logré sí, introducir en ellos, como en los demas cuerpos del Ejército, el espíritu de moralidad i disciplina que constantemente le ha distinguido i merecídole los mas honrosos títulos. Esto era todo cuanto dependía de mí como Jeneral. Su fuerza ascendió, como consta del estado de ella que dirijí a ese Ministerio, a dos mil setecientas noventa i dos plazas. Una casaca usada de paño (i aun de ésta carecía el batallon Colchagua) i el resto del vestuario todo de brin i un mal poncho formaba todo el equipo de la infantería. La division del Jeneral La Fuente se componía de cuatrocientos dos hombres i doscientos diez caballos. Llevaba ademas tres mil fusiles i dos mil vestuarios de paño i brin.

Fácil es conocer, por lo espuesto, que no iba en disposicion de hacer una guerra de invasion activa; pues, carecía de todos los elementos que ella demanda, principalmente en un pais cruzado de desiertos i cordilleras. Mui al contrario; mi plan debía ceñirse a la ocupacion de un punto capital que pudiese proporcionármelos, contando con la opinion de los pueblos de que tantas seguridades se nos dieron.

Despues de adquirir todos los conocimientos necesarios de aquellos peruanos que por, sus luces i destinos que ocuparon en su patria, se hallaban en mejor disposicion de prestármelos, reunidos en la casa de mi habitacion los Jenerales Aldunate i La Fuente, Coronel Vivanco i don Felipe Pardo i hallándose presente el gobernador de Valparaíso, les manifesté el plan de campaña que me proponía seguir, cuyo inmediato objeto debía ser la ocupacion de Arequipa. Su importancia política, su espíritu público que se nos pintaba tan favorable, la idea de sus abundantes recursos con que contaba asegurar el éxito de mis ulteriores operaciones, todo alentaba mis esperanzas i aumentaba en mí la conviccion de lo atinado del proyecto. Como tal fué unánimemente aprobado, i aun el Jeneral La Fuente, dejando a un lado el cálculo de las probabilidades, llegó a asegurarme que al mes de estar en Arequipa habría ya completado los dos batallones peruanos de su division; montado el resto de nuestra caballería, i proporcionádome ademas ochocientas mulas i la cantidad de cien mil pesos. Estos auxilios, unidos a los que él llevaba, eran mas que suficientes a completar el equipo de mis tropas, i elevar el Ejército a la fuerza de cuatro mil hombres.

La del enemigo en aquel departamento se computaba en dos mil ochocientos hombres, acantonados en Torata, Moquegua i Tacna, i las que tenía el Jeneral Brown, en las fronteras de las provincias arjentinas, en mil quinientos. El resto del Ejército de la Federacion ocupaba Lima i el departamento de la Libertad.

Declarada la guerra por los arjentinos i anunciándose por éstos un pronto i vigoroso ataque sobre las fuerzas del Jeneral Brown, claro está que éste no podía ser socorrido sino por las que componían el Ejército del centro; por consiguiente, dirijiéndome al Sur lograba sobre las ventajas que se han apuntado, protejer tambien las operaciones de nuestros aliados.

A mi llegada a Arica supe que los cuerpos que estaban en Torata i Moquegua habían marchado para Puno, aunque despues se dijo haber recibido órden de contramarchar; mas que el Jeneral Lópes permanecía en Tacna con su division compuesta del batallon Zepita i rejimiento de Lanceros de la Guardia. Algunos amigos de este Jeneral me dieron a entender la disposicion favorable que tenía, aconsejado de sus sentimientos patrióticos, para obrar contra el Jeneral San ta Cruz; a efecto de sondear estas disposiciones, entablé con él comunicaciones secretas que, comprobándome la verdad de aquellas, aumentaron mis esperanzas i me hicieron adherir mas i mas al plan que me había propuesto de dirijirme sobre Arequipa.

El 29 de Setiembre en la tarde, di fondo en Islay, punto en que debía ejecutar el desembarco; salté a tierra acompañado del Jeneral La Fuente, Coronel Vivanco i los señores Pardo i Martínez i fui informado por el Jeneral Aldunate de que todos los habitantes del pueblo habían emigrado. Me preparaba a desembarcar el Ejército i caballos el dia siguiente; mas, por una feliz casualidad, supe por una persona fidedigna i práctica que la travesía que me proponía hacer hasta el valle de Vítor era de diez i ocho leguas i no de doce, como se me había informado (las leguas del Perú tienen ocho mil varas, es decir un tercio mas que nuestras leguas). Sorprendido con semejante noticia, salí en busca del Jeneral Aldunate i demas señores, a quienes repetí lo que acababa de saber. Parecieron dudosos; mas, el Jeneral La Fuente afirmó que él había hecho esta jornada con dos mil hombres, saliendo del alto de Vítor a las seis de la mañana i que a las cuatro de la tarde estaba a la vela para el Callao con toda la division. Dando al Jeneral La Fuente todo el crédito que merece, yo no quise ponerme a la prueba esponiéndome a per