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SESION DE 9 DE ABRIL DE 1840

mentido por la esperiencia misma, nos bastaría citar aquí algunos ejemplos, si no fueran demasiado notorios, de lo que sucede en paises mas organizados que el nuestro; donde el respeto i ciega observancia de las leyes hace menos necesaria esta garantía contra las turbulencias, i donde los jurados son una verdadera salvaguardia de los derechos políticos. ¿Cuál fué el resultado de la acusacion entablada por el señor Fiscal que todos deseaban ardientemente? El licencioso editor del DIABLO POLÍTICO se presentó en la plaza pública, escoltado por una multitud de personas, entre las cuales había algunas buscadas i pagadas de antemano para que prorrumpiesen en gritos sediciosos en presencia del mismo tribunal que debía conocer de la acusacion. La pena misma que impuso el jurado, se miró como un premio a la licencia i al desenfreno que autorizaba para que se multiplicasen en lo sucesivo los escritos anárquicos e injuriosos, cuando podían imputarse al Gobierno los crímenes mas horrendos, sin quedar sujetos a otro castigo que a una multa de $ 200.

En vista de estos hechos que nadie ignora; en vista de tantas otras causas que han influido en la declaracion de sitio i que nos parece inútil repetir despues de haberse publicado la proclama del Presidente, ¿habrá quién de buena fé pueda suponer en el Ejecutivo otras miras, otros deseos que la conservación del órden público? El sitio no ha coartado la libertad de sufragar conforme a la Constitucion. Se trata solo de impedir que la anarquía logre entronizarse; que no se repita en Chile la sangrienta escena del Barón, i que el héroe de Yungai no corra la suerte del ilustre ministro que preparó las huestes vencedoras, i tuvo la desgracia de perecer ántes de haber saboreado el fruto de la victoria. Hubiéramos pasado en silencio el asesinato intentado perpetrar en la persona del Jeneral en Jefe, porque no lo hemos considerado como uno de los motivos que mas han influido en la declaracion de sitio, si no se hubiese dicho en uno de los periódicos, que esta es una intriga forjada con el objeto de pedir facultades estraordinarias, o declarar en sitio la República para acallar el grito de los pueblos. Entre nosotros no hai asesinos, dice el Liberal, olvidándose talvez, que fué acuchillada la víctima del Baron, i que la justicia solo ha quedado en parte satisfecha. Si al ministro Portales no hubiesen sobrevivido algunos de sus verdugos, entónces podría decirse que no había entre ellos asesinos; i nos sería mui grato confesar la verdad de una proposicion que nos avergonzamos de desmentir.

Repetiremos, finalmente, que para que los pueblos elijan sujetos dignos de su confianza para la representacion nacional, no se necesita de lojias ni de asonadas; i que no es el puñal la antorcha que debe iluminarlos en el conocimiento de sus verdaderos intereses. El silencio de los escritores de la oposicion no debe atribuirse a temor alguno que los arredre para emitir libremente sus opiniones. Miéntras no se les permita calumniar, la libertad de imprenta no llenará el blanco de sus aspiraciones.



Núm. 13

NOTICIA DE LA SEGUNDA CAUSA DE CONSPIRACION SEGUIDA CONTRA EL SEÑOR SENADOR DON DIEGO JOSÉ Benavente [1]

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En este cuaderno se han publicado el escrito i alegato del Licenciado don Manuel Carvallo, en defensa del señor Benavente, i algunas piezas relativas a su causa, igualmente que las defensas de los demas correos en ella. En estas se ven la moderación i el respeto debidos a los tribunales sin piropos ni vanas sujestiones de una estéril lisonja, i contraidas solo a pulverizar la acusacion i desvanecer los cargos contra sus defendidos, con la circunspeccion i dignidad necesarias en un abogado ante los augustos ministros de la justicia. Bien, por el contrario, observamos en la del L. Carvallo varios pasajes apolojéticos de un partido de oposicion, e inculpaciones las mas indignas de los Ministros de Estado, que aunque tan infundadas, como en breve lo probaremos, no tienden mas que a hacerlos criminales i odiosos, escitando la animadversion pública contra ellos, sin que el tal Licenciado haya perdido de vista en este punto el aura popular que recoja de los enemigos del Gobierno.

Queriendo presentar al señor Senador Benavente sin culpabilidad alguna en la causa de que ha sido acusado por el Fiscal de Apelaciones, ¿por qué a imitacion de los licenciados Lira, Concha i Aspillaga no se ciñó tan solo a destruir la acusacion con el discernimiento i el criterio de éstos, i concluir con el derecho? ¿A qué incubar i atribuir con tanto énfasis esta causa a una supuesta trama de los ministros para saciar venganzas contra el señor Benavente? No con otro objeto que el de indignar al público contra ellos i el de pavonearse como un nuevo tribuno del partido opuesto; objeto, a la verdad, bien estraño al encargo de un patrocinante, tan susceptible de sacrificar los mas serios miramientos a los efímeros aplausos de pasiones volcánicas.

Si el Senador acusado es del todo inocente (lo que no negamos ni concedemos absolutamente) increpe en buena hora el Licenciado Carvallo la temeridad o la injusticia del acusador fiscal, que en aquel caso compromete al Gobierno: conmínele con alguna apostrofe, pero no en el molde orijinal del inoportuno i pedagójíco que dirije a los ministros de la Corte, en el que les reco

  1. Este artículo ha sido trascrito de El Conservador, número 8 de 3 Julio de 1840. (Coleccion de piezas del archivo del Senado). —(Nota del Recopilador.)