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SESION EN 25 DE JULIO DE 1833

Cámara donde se consideraba actualmente la lei, era de temer no prevaleciese siempre aquella calma i serenidad necesarias para consultar el acierto en los acuerdos de un cuerpo deliberativo.

Si además de estos motivos ostensibles, el Gobierno ha tenido otros que ignoramos, i que talvéz quiso significar cuando dijo (segun tambien se nos ha informado)que, dando dicho paso, subordinaba un interés inferior a consideraciones políticas de primer órden, no es culpa nuestra quedemos sin penetrar toda la estension de sus miras, porque a los que el cielo les negó, como a nosotros, la perspicacia, puede llamárseles desgraciados pero no delincuentes. Nuestras reflexiones, pués, recaerán sobre el valor positivo de las causas alegadas, i sobre el sentido explícito del Mensaje, ya que los conceptos tácitos i las reservas son superiores a nuestra limitada capacidad.

Después de esta suscinta esplicacion no tememos proferir, que el paso dado por el Gobierno desdice, en nuestro concepto, de la dignidad i del ilustrado celo en favor del interés público, que han distinguido a los demás actos de su conducta administrativa. La lei o no debió iniciarse o ha debido sostenerse. ¿Producía o nó ventajas al país? Si las producía, i el Gobierno estaba convencido de ello, aunque la opinion se hallase dividida, su deber era propender a ilustrarla i evitar así el estravío de la multitud incauta que ha podido ser seducida momentáneamente por algunos torpes secuaces de las rancias ideas. Estaba obligado a lidiar con los obstáculos hasta superarlos i hacer el bien. La ajitacion de los ánimos i el acaloramiento de la disputas, en cuestiones que fijan la atencion pública, lejos de ser un mal para pueblos rejidos por instituciones libres, son un síntoma favorable del estado de su civilizacion. Que los subditos de un Monarca absoluto miren con frialdad glacial disponer de sus destinos al déspota que los domina, no es estraño, i aun conviene a la naturaleza del Gobierno cuyo yugo soportan; pero que un pueblo republicano permaneza impasible i sin tomar parte alguna en el debate, cuando se ventilan sus mas caros intereses, esto ni es regular ni puede apetecerse; porque si desfallece el espíritu público que solo se alimenta i crece con la participacion indirecta que la comunidad tiene en la discusion de las leyes que dictan sus representantes; la Nacion que sufra esta desgracia esperimentará mui luego todos los males que son consecuencia inevitable de ella. De aquí se deduce que el Gobierno de una República, suponiéndole interesado en afianzar el bienestar i la prosperidad de los pueblos que presida, debe empeñarse no en extinguir sino en promover ese apreciable entusiasmo que exita la controversia de negocios de interés jeneral en el ánimo de ciudadanos libres, i mucho mas cuando a éstos nadie puede negarles el derecho que les asiste para defender o impugnar aquellas medidas que van a ejercer un influjo inmediato en su suerte futura. Se deduce tambien que el nuestro no debió arredrarse porque se disputaba acaloradamente en la tribuna i en los cafées; en las tertulias i en sitios públicos; de palabra i por la prensa. Había ciertamente ajitacion, pero no era de aquéllas que ponen en peligro el órden. Unos han creido i sostenido que la lei era un título de gloria para Chile, otros que nos cubría de ignominia; mas, esta diverjencia de opiniones, diverjencia que la habrá siempre en casos análogos, mientras no varíe la naturaleza del corazon humano ¿era acaso el indicio de una tormenta que amenazaba a la quietud pública? No lo creemos así i nos afianza en esta persuacion la certidumbre de que, en el mas vivo calor de la contienda, jeneralmente se ha ventilado esta cuestion con urbanidad i comedimiento. Si se investiga la causa que produjo las pocas excepciones que pueden citarse, aludiendo a rencillas particulares, se hallará en el carácter personal de algunos de los adversarios.

Para cierta clase de hombres el saludarles es inferirles un agravio, porque siempre están dispuestos a colmar de insultos groseros al que tenga la mala ventura de encontrarlos por acaso.

En defensa de la conducta observada por el Gobierno quizá podrá alegarse que el partido de la oposicion había recurrido al pérfido medio de exitar el entusiasmo nacional, haciendo revivir los rencores i el odio que, en el tiempo de la guerra de la Independencia, justamente inspiraba el nombre español. Convendremos desde luego en que estos últimos dias se ha oidó resonar por todas partes un furioso cacareo de patriotismo; i que se ha hablado con énfasis de escuadras, de ejércitos i de seducciones puestas en práctica por el enemigo para desquiciar el sistema republicano en Chile. Concederemos tambien que varios patriotas neófitos intimidados con esta alarma, para no hacerse sospechosos, tuvieron que manifestarse partidarios de la opinion que secretamente condenaban. Hubo, a la verdad, en el proceder de los demagogos que se declararon así mismos apóstoles del patriotismo, una intencion pérfida; se quiso desnaturalizar las cosas para conmover los ánimos i un acto que solo legalizaba lo propio que se está permitiendo, se ha presentado a la imajinacion del pueblo como el principio de nuestra ruina, como la sima donde debía sepultarse la Independencia de Chile. Si lograron su objeto con los recien convertidos, por la razon que hemos espuesto antes, estos nuevos adversarios no eran temibles, ni en rigor eran adversarios; fueron lo que su pusilanimidad i no su conciencia les obligaba a ser.

La táctica de invocar al patriotismo para todo no es invencion flamante ni peregrina; hace mucho tiempo a que está en uso entre nosotros. Profanando sacrilegamente el sentido sublime que encierra esta voz, hemos visto servirse de ella a los malvados para cohonestar las acciones