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SESION DE 29 DE MARZO DE 1827

mo que hace la Suprema Corte de Justicia, a virtud de habérsele ordenado por el Ejecutivo que sus comunicaciones las dirija al secretario de él, i opina que, siendo tres los poderes que hai en la República, deben entre sí comunicarse directamente i no por medio de los Ministerios. —Santiago, Marzo 29 de 1827. —J. Silvestre Lazo. —S. A. Pérez. —J. F. Meneses.


Núm. 346

Soberano Señor:

La Municipalidad de Quillota tiene el honor de elevar a la consideración de Vuestra Soberanía que este pueblo, reflexionando detenidamente sobre sus intereses, desea con el mayor ahinco pertenecer a una provincia compuesta de los gobiernos de Valparaíso, Quillota i Casablanca. Las razones que le impelen son las ventajas a la Nacion en jeneral, la necesidad i conveniencia a los mismos pueblos componentes.

Es Valparaíso el puerto principal del Estado; es el mas cercano a la corte i, tanto que, cayendo éste en presa de algún ejército conquistador, esas mismas huestes estarán en el siguiente dia apoderadas de aquélla. I ocupadas por los enemigos, toda la Nación se desalienta; los pueblos forman excesivo concepto del valor i pericia de los invasores; se desorganiza el sistema de subordinacion que los une, sucediendo en el cuerpo político lo mismo que en el físico, donde, desasistida de sus funciones la cabeza, las demás partes quedan paralizadas u operan con desórden, destruyéndose recíprocamente.

A fin de prevenir tan funesta catástrofe, observamos a todas las naciones empeñar sus esmeros en fortalecer sus puertos principales i tenerlos guarnecidos con formidables defensas. Aun en la apatía del Gobierno español vemos sus cuidados por mantener inespugnables los puertos del Callao, Montevideo i otros de América. De consiguiente Chile, no puede, sin suma imprudencia i culpa detestable, dejar de plantear i perpetuar en Valparaíso una fuerza incontrastable a cualquiera hostil invasion. Hasta hoi no se divisa en el Erario arbitrios de conservar allí el número suficiente de tropa veterana. La carestía de habitacion i mantenimientos en ese pueblo hace mui escasos los sueldos de la ordenanza militar, para que puedan subsistir; la estrechez de su terreno no cede espacio para establecer capaces cuarteles. Así es que jamas ha existido allí mucho tiempo un batallón completo. ¿Pues qué medio para que llene bien ese importantísimo deber i se precautele de ser sorprendido por cualquiera nación ultramarina? No se presenta otro que hacer Intendencia a Valparaíso i capital de la provincia indicada. Ese intendente puede disponer en Quillota de dos mil hombres a caballo, montados en caballos propios, i de mil infantes (es la menor fuerza que puede poner ese pueblo según la lei de arreglo de milicias). Su bravura, robustez i facilidad para instruirse es de chilenos. Solamente les falta adelantar su disciplina i armas para batirse. Lo primero adquirirán mui presto. Lo segundo recibirán de Valparaíso: ya de sus propios de ciudad, que son cuantiosos, ya de la jenerosidad de sus ricos comerciantes, patriotas entusiastas, que erogarán gustosos abundantes sumas para comprar todas las armas necesarias, con calidad de que cada militar devuelva, en plazos cómodos, la importancia de la que reciba. En Casablanca se logrará lo mismo, i allí pueden levantarse al ménos mil hombres de armas. Unos i otros habitadores residen tan aproximados que, en ménos de un dia natural, pueden reunirse en Valparaíso, i compuesto el camino como debe hacerse, ántes de cuatro horas pueden estar sobre la rada. ¡Oh cuán gran ventaja para la Nacion, sin costo del Erario, tener defendida por un ejército permanente de cuatro mil hombres esa importante puerta de la República!

Con la misma fuerza quedan potentísimamente defendidos los desembarcaderos de Concon i la Herradura, cuya aseguración es tan necesaria como la de Valparaíso, pues por esos puntos puede ser tomado a pié enjuto, inofenso, burlándose de sus baterías la escuadra agresora. De modo que la naturaleza ha colocado estos tres pueblos en tal disposicion, que deben formar un solo cuerpo i auxiliarse recíproca i prontísimamente, si no quieren ser presa de la primera invasion marítima que se presente. Disgregarlos unos para una intendencia, otros para otra, es contrariar su exijencia natural; es debilitarlos i ponerlos como oveja maniatada a la codicia del mas pronto depredador que divise.

I entónces ¿qué es de la Nacion? Engrosado el enemigo con la riqueza, víveres i jente que suministran estos pueblos, al primer paso cae bajo su cuchilla la metrópoli nacional i tras de ella los demás pueblos i provincias.

¿I a esto preparará ocasion i oportunidad nuestro Congreso? Nó; ni se imajine. Nuestros lejisladores saben, por la ordenanza de intendentes, que, el fin de distribuir en provincias los Estados de América, ha sido el ponerlos en buen órden, felicidad i defensa. Pero el buen órden i defensa nacional no se presentan con posibles con sujetar estos pueblos de la costa a intendencias del interior, ya por las razones alegadas, ya porque esos intendentes, en una imprevista invasion naval, no pueden impartir a la distancia súbitas providencias con que propulsarla. Interin se les dirijen los parles i se reciben las respuestas, el enemigo ha perfeccionado su desembarque, depredado i destruido los pueblos mas vecinos a la ribera.

Fíjese la vista prescindidamente en Quillota, ciudad que en recta línea solo dista del piélago cuatro a cinco leguas. A esta ciudad se ha dado