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SESION DE 13 DE FEBRERO DE 1827

cautos. Ud. sabe que quien mal pleito tiene a bulla lo mete, i se convencerá del fundamento de estos temores por la siguiente reflexion. La poblacion de Francia, según M. Peuchet, citado por Humboldt [1], corresponde a 1,094 personas por legua cuadrada; la de Chile, a 58, en supuesto dudoso de que tenga un millon de habitantes i su estension solo sea 17,000 leguas cuadradas, que es el cálculo mas reducido que se encuentra [2]. De consiguiente, necesita Chile cien años para que su poblacion se nivele a la que hoi tiene la Francia, aun jirando el cálculo de progresion jeométrica sobre el supuesto que se doble cada uno 30 años, como sucedió en Filadelfia [3] (fenómeno rarísimo en la historia de la poblacion) i en el de que jamas atrasen tal progreso la guerra, inmigracion, peste, hambre i demás azotes que aflijen la humanidad. A la Francia, sin embargo, no le han servido de estorbo las vinculaciones de que está plagada para arribar a ese inmenso grado de poblacion i ser en el dia uno de los países que proporcionan mas comodidades a la vida, ¡i se nos quiere hacer creer ahora que no pueden subsistir 17 mayorazgos en Chile sin que perezcamos de hambre! ¿Qué le parece a Ud., mi amigo? ¿Habrá quien tenga un rasguño de patriotismo i no tiemble a vista de tantos males? En vano se forjan proyectos de reforma que desde ahora concilien esos abultados intereses públicos con los derechos de los sucesores; ninguno satisface su celo por el progreso de la poblacion, porque todos tienen la desgracia de no poblar el bolsillo de la comparsa, que es el norte a donde se dirije la bulla.

No ha faltado quien tenga la franqueza de presentar proyectos de reforma peores que la misma estincion. Que se reduzcan es el objeto favorito, bien sea al tercio i quinto, bien a su primitivo valor, bien, por último, todo lo mas posible, para que haya algo que partir. No importa que se diga que nadie tiene facultad de dar a éste lo que su dueño legó a otro; que lo donado a la línea de los sucesores fué la especie i no el valor; que el incremento que el tiempo ha dado a los mayorazgos es un accesorio que debe seguir la condicion del principal; que no puede separarse de ella sin destruir un principio de derecho común; que así como nadie les indemniza lo que bajan unas de las especies vinculadas (como las casas i muebles) así deben reportar el aumento que otras tengan man qui sentit commodun et onus sentire devel; que si nadie les hubiera pagado la quiebra que hoi tendrían esos fundos si hubiesen estado, por ejemplo, en Concepcion, donde ya no valdrían quizas la mitad de su valor primitivo, por la misma razon no se les debe privar de ese aumento, que puede llamarse de puras circunstancias. Todo esto puede ser i será sin duda mui bueno; convencerá a cualquiera que tenga dos dedos de frente, aunque no a nuestros filósofos. Es verdad, ¿pero qué tendría en este caso de provechosa la reforma? Nada; i esto no puede ser ni lo permiten las luces del siglo XIX... No obstante, sigamos.

Ud. ha oido cuánto se ha compadecido la suerte infeliz de los hijos segundos, cuánto se ha declamado contra la institucion por los males que les ha inferido [4], cuántas odiosas clasificaciones se han prodigado a los vínculos, etc.

Ha visto también en ese borron cuál es el valor que deba darse a tanta bulla i habrá reflexiocionado, que aun cuando se concediese por un momento que el mayorazgo perjudicase a los hijos de fundador, las sucesivas jeneraciones no han recibido otro daño que incrementar sus bienes con los productos del vínculo; si éste, por ejemplo, vale 100,000 pesos i reditúa al padre común masque un 5 por ciento, en 20 o 40 años de posesion le habrá producido ico o 200,000, partibles entre sus hijos, que no es poco agravio. Por otra parte, habrá considerado, que si tales bienes hubieran sido libres i no existiese el vinculo que los conserva, habrían ya desaparecido i dispersádose por las causas morales i físicas que destruyen los caudales; i no quedaría de ellos mas que la memoria de haber sido poseidos por los antecesores, como sucede a infinitas familias ricas en otro tiempo i hoi consumidas de miseria. Pero, sea de esto lo que fuere, si Ud. les dice que opuesta la injuria de los hijos del fundador, i cesando la condicion del vínculo, será justo que se partan los bienes entre los descendientes de esos agraviados, i no en la línea actual que ha recibido sus frutos: ¡Santa Bárbara! ¡qué escándalo! Tal especie seria la tea fatal que incendiando las familias, las envolvería en discordias i pleitos interminables; pondérese enhorabuena el agravio de aquéllos; pero el fruto sea de éstos. Los primojénitos son avaros, ensordecidos a la voz de la naturaleza i cuanto Ud. quiera, porque solicitan usufructuar lo que les pertenece, i no quieren partir con sus hermanos; mas que éstos lo hagan con

  1. Ensayo político sobre la Nueva España, tomo I' cap. VIII.
  2. Para hacer mas palpable la desproporcion, no he querido considerar su estension de las 126,000 leguas cuadradas que le da el padre Molina en su Historia de Chile, tomo I, capítulo I.°, incluyendo las tierras de los araucanos que están incorporadas a la República por una lei constitucional; en aquel supuesto no alcanzarían a ocho personas por legua cuadrada. Creo, en realidad, que sea abultado el cálculo de arriba, porque no me persuado que nuestra poblacion se acerque tanto a la de los Estados Unidos como el número 58 a 85, que es lo que se computa en la parte mas poblada de aquéllos, esto es sin la Luisiana i territorio Indio, pues incluidos solo corresponden a 22 habitantes por legua. —HUMBOLDT, tomo i capítulo citados.
  3. BUFFON, Histoire naturelle, vol. II.
  4. De los pocos mayorazgos de Chile cuya fundacion ha llegado a mi noticia, hai mas de seis instituidos por estraños sin herederos forzosos; tales, los que poseen los señores Tagle, Alcalde, Caldera, Valdivieso, doña Agustina Rojas, etc.