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CONGRESO CONSTITUYENTE

suspirado, pero en breve se repitieron las pasadas escenas hasta obligar al Senado a reclamar del Gobierno el exámen i remedio de los males; en efecto comisionó este un jefe militar que cada dia visitase el hospital. Su respeto contuvo a algunos el desorden, pero lanzados en breve en una vida que ya no les era tolerable, dieron tales motivos que fueron cuasi diarias las reconvenciones, hasta que, arrostrándolo todo, se arrastraron tambien al jefe del hospital, reunidos, i lo forzaron a encerrarlos en sus cárceles, i dar cuenta; de estas resultas fué nombrado protector el Presidente de la Cámara don Francisco Antonio Pérez, que no pudiendo personar la asistencia, la confió al celoso presbítero don Joaquin Grez. El hombre, formado en la caridad, se entregó todo al destino; pero inutilizados sus esfuerzos, insultado i espuesto cada momento, quiso ántes llorar la humanidad abandonada que ser testigo estéril del desórden i sus padecimientos. En este estado se llamó al servicio por turno al ministro don Lorenzo Villalon, cuyo temple natural, piedad i contraccion prometía que pudiera suavizar a los padres; mas, sin efecto como no lo tuvieron don Joaquin Gandarillas Aránguiz, su sobrino i otros vecinos del primer rango i virtud, a quienes arrojaron por el propio camino que a Grez.

En igual crisis se alentó el clamor público, los protectores llegaron a creer que era insostenible el establecimiento por falta de fondos, i los diputados acordaron por tres veces que se cerrara. Entónces fuí llamado; i hecho cargo de los verdaderos motivos, no creí desesperado el restablecimiento, si autorizado plena i absolutamente i auxiliado por el Gobierno, obraba independientemente de los relijiosos. Así se me constituyó de acuerdo con el Senado; i a pesar de que nunca desistieron ni han mejorado su conducta los padres; desechados constantemente por el Gobierno, i tolerados sobre toda espresion por mí, han corrido los dos años i medio de mi administracion.

A mi ingreso era la dotacion del hospital de cincuenta camas i su asistencia tal, que en una poblacion de sesenta mil almas, no habia miserables que se atrevieran a llenarlas. Sin fondos, sin botica, sin ropería, sin servicios, camas, ni aun caldo, hallaban la muerte en el asilo de la vida. Básteme decir a V. E. que un basural cargado sobre las murallas de las propias salas, las hizo el hormiguero mas horroroso, i que hubo enfermo a quien se lo comieron vivo, que el agua para refrijerar a los enfermos se traia i suministraba, sin destilacion ni mas preparativo de la inmunda acequia de la Cañada; que de las diez para delante, en la noche, no tenian a quien clamar los enfermos, i, en fin, que el hospital de caridad, era la casa del horror i un cuadro del infierno.

Los padres, sin disciplina, sin caridad i sin educacion, no permitian asociacion alguna; ellos absorbían las rentas hasta el escándalo de haberse en gastos de solo nueve meses veintinueve mil pesos, siendo de notar en esto un suplemento hecho al hospital de ocho, sin haber tenido jamas ni ellos ni todas sus familias un real. Infiera V. E. de a dónde saldrian o cómo serían estas cuentas i el gran escándalo del gasto, cuando, con la mitad o ménos, se mantienen mas de cien camas bien servidas por un año; en una palabra que iba a cerrarse el hospital i era el mejor partido que pudieron hallar los diputados. Oiga V.E. sobre estos hechos a los capellanes, a los médicos, a los diputados, a los enfermos i a Chile entero. Con las mismas entradas mantiene hoi el hospital de ciento a ciento treinta camas, sin que haya ejemplar que se haya negado a un solo enfermo la hospitalidad. Se asisten con abundancia, con aseo i aun con delicadeza; tiene una roperia i botica tan surtidas como bien servidas; están con el dia sus pagos inclusos los de los padres, que sobre vesturio i casa gozan de treinta a doce pesos mensuales. He construido una botica i despensa i otras varias oficinas que no se conocian, i sin el contraste de los relijiosos, sería el hospital la casa de la paz i el auxilio de la humanidad mas dulce. ¿Cuál es la causa de este contraste? ¿Por qué ahora sobra todo cuando faltaba todo ántes?

La respuesta sencilla es lo que decide la cuestion presente, porque ántes manejaban los padres, porque ahora maneja un hombre de bien. Vé ahí desatado el nudo, el motivo de las quejas, de los recursos i de los atrevimientos de estos hombres que, olvidados de su instituto, vuelven naturalmente a lo que son en sí mismos. Esta Comunidad, que solo son nueve legos, se eríjieron en provincialato independiente de su superior provincial; se ha manejado en el desórden consiguiente i viciada desgraciadamente, no solo dejenera del espíritu de su ejemplar fundador, sino que, siendo creados para servir a los pobres, se ha creido dueño de los fondos dotales de éstos para convertirlos en sí mismos.

En esta posesion triste se ha educado i su privacion los desespera a los últimos excesos.

Pero voi a contraerme al espediente. El comienza por una querella criminal, a cuyo tenor se dió informacion con tres testigos, el primero, Fermandois, doméstico i cómplice de los excesos de los padres, cuya conducta es tan notoria como la de ellos i escusa el trabajo de la tacha, i mas hallándose hoi éste en la cárcel. Infiera V. E. Los otros dos son: un limosnero i otro mendigo, dependientes i que viven de las migajas del convento, ganadas a los mismos en sus últimos oficios, no hai dos conformes en nada i los tres no lo son, ni con la querella ni con el relato último en lo sustancial; basta verles para despreciarlos i estoi mui pronto a probar en el plenario su falsedad con testigos de toda excepcion.

Sobre esta base se levanta el través, de inmunidades, derechos i necesidades, la bandera an