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SESION DE 26 DE SETIEMBRE DE 1823

to de mi Comunidad que asegura haber estado siempre pronta al servicio i cargo de los enfermos, i dígnese informarse de la carta contestatoria del padre presbítero frai Joaquín Troncoso de nuestro orden, a quien tanto recomienda el mayordomo. Véase que, por no perecer de necesidad, pues no tiene auxilio alguno, vive fuera de los claustros, cuando tanto lo desea por la perfeccion de su vida ejemplar i cumplimiento de su voto. No manifiesto un credencial del otro padre presbítero, que tambien recomienda, frai José Antonio Vázquez, porque éste se retiró para Valdivia con las correspondientes licencias, por no morir de hambre, pues su mayor moderacion lo hizo vivir en esta capital sin comunicaciones. Pudiera sobre esto,aglomerar informes meritorios pero no me lo permiten la calidad de mi reclamo i los fines a que está destinada Vuestra Soberanía. Se supone que los relijiosos actuales se absorbian las-rentas a su propio beneficio, asentando que en solo nueve meses se consumieron veintinueve mil pesos i que con la mitad se mantie nen por él mas de cien camas bien servidas en en cada año; pero silencia que, en estos nueve meses, bajo la prelatura del padre presbítero frai José González, se mantuvieron de quinientos a seiscientos enfermos en dos hospitales, habiéndose costeado todo nuevo i habiéndose curado militares i oficiales meritorios, a quienes fué preciso separar comidas, dar vinos i postres como lo pedían. Las cuentas fueron presentadas i aprobadas por el Gobierno, que le dió las gracias por sus buenos servicios i asistencias. Sobre todo, elevo a las manos de Vuestra Soberanía el oficio de nueve de Junio de ochocientos diez i nueve, en que el Senado avisa al padre González, que re presento, sobre el reglamento que se dió sin que hubiese precedido conocimiento de mala versacion de los relijiosos, de cuya buena conducta i manejo está satisfecho el Senado, que son espresiones a la letra. En esto mismo se demuestra la económica conducta que se guardó por mi antecesor, comparando el número de quinientas a seiscientas camas i la calidad de asistencias, con las ciento que el mayordomo se prepone. Si en este número consume catorce mil i quinientos pesos en el año, en aquél hubiese consumido cinco a seis tantos mas por lo ménos. Es decir, que el padre González economizó una gruesa cantidad, que hubiese consumido el mayordomo. I de esto se infiere que éste, contra los estímulos de su propia conciencia i solamente por desacreditarnos, vertió esta proposicion en confuso. tambien trae a su intento, por abultar sus pensamientos, a los capellanes, a los médicos i a los diputados de aquel tiempo; ya no existen o no lo son i si pudieran hablar desmentirian a don Manuel. La asistencia que, asegura, hace con abundancia, con aseo i con delicadeza, es la mas falsa que ha podido asentarse. La abundancia está reducida a que siempre faltan seis u ocho platos para los enfermos o asistidores, aunque ésta se aumenta con trigo frangollado, con carne de vaca i cabezas de estos animales. El aseo ha consistido en quitar a las camas todo el cortinaje que los defendía de la intemperie, para hacer almohadas que se han llenado de paja de trigo i tambien los colchones. Esta es la delicadeza con que un miserable i doliente enfermo sufre sus amarguras. De este modo ha pensado remediar los fatales resultados que se esperimentaban con las lanas infestadas de diversos contajios, que indistintamente servian para toda clase de enfermos, i por eso el que entraba a curarse de una leve enfermedad, contraía un mal horrendo o tal vez fallecía. Podemos asegurar, señor, que en su tiempo jamas se ha conseguido la curacion de un solo amputado. No se niega que haya adelantado la botica, pero es una falsedad que no la hubiese; pues todos saben que la habia buena con todos sus aperos. Hemos de suponer que el hospital ha tenido i tiene su Junta de Diputados que por turno han cuidado de todo lo conveniente al mejor servicio, contribuyendo i asistiendo a su economía i demás interesante, i su protector que ha estado a la mira de todo, haciendo los relijiosos una parte pasiva en todo esto. Habia las mismas temporalidades que en el día i, si no se cobraban, mal se atribuye a nuestro descuido. ¿Por qué no ha dicho claro que los diputados i el protector habian sido los neglijentes? Pueden defenderse éstos, i los relijiosos carecen de respetos, i por eso contra éstos son todas las invectivas i no contra aquéllos. Hemos sido el fundamento i base en todo tiempo para la conservacion del hospital; solo para este mayordomo hemos sido no solo inútiles sino perjudiciales, porque no quiere tener a los que somos radicales i fundamentales dueños de esta casa. Nos hace criminales, asegurando que no hemos mejorado de conducta. Quisiéramos que probase en qué consisten nuestros delitos que debernos mejorar; pues no los encontramos en nuestras conciencias. Ya Vuestra Soberanía tiene a la vista la satisfaccion del Senado, sin que haya cosa en contra por parte del Gobierno, ántes de que lo informase siniestramente. No hemos sufrido sus injurias reales, como toleramos desde que entró a la casa sus insultos verbales 1 por eso trata de nuestra absoluta separacion, de nuestra estincion i de hacernos morir de necesidad. ¡Este es el corazon piadoso, inflamado de ardiente caridad, que solo por labrarse la corona en el último resto de su vida apetece i defiende tanto este ministerio! Ese estado lamentable en que se hallaba el hospital, ya he dicho que no debe atribuirse a neglijsncia nuestra, sino a la de los ecónomos, contra quienes nada quiere decir. Todo cuanto dice en el segundo párrafo de su informe es un cúmulo de falsedades i podremos demostrarlas con testigos mayores de toda excepcion,