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SESION DE 7 DE ENERO DE 1824

Sus ventajas son inmensas, recordad solamente las siguientes:

  1. Tendríamos soldados i oficiales instruidos desde la infancia i habituados al valor i jénio marcial.
  2. No habría deserciones, así por lo mucho que perdían como por su aptitud a este ejercicio.
  3. No gastaría el Estado la sesta parte de lo que hoi gasta.
  4. Compuesto el ejército dé ciudadanos los mas interesados en la seguridad i conservación del Estado, serian sus defensas mas heroicas, i contaríamos en ellos los mayores enemigos de las revoluciones i desorden interior.
  5. Léjos de arrancar como hoi estos brazos a la agricultura i a las artes, formaríamos de ellos las colonias mas florecientes del Estado, i con sus matrimonios, familias i recursos para vivir, aumentaríamos la poblacion mas que con las emigraciones de estranjeros desconocidos.
  6. Se evitaría la inmoralidad i los males físicos de un gremio entregado a la ociosidad, a la venus vaga i a la miseria, i colectado en gran parte de cuanto tiene de mas corrompido la sociedad.

H. —Suscribo absolutamente a vuestra opinion en esta parte; pero hasta ahora solo tenemos una defensa económica continental. ¿I qué haremos para la marítima?

D. —No habríamos hecho poco economizando el ramo de tropas de tierra. ¿Pero, os parece que Chile se halla en estado de ser una potencia marítima, o creeis que será de gran utilidad tener una marina en miniatura? Considerad la grandísima estension de costa que corre desde el despoblado de Atacama hasta el Cabo de Hornos. La inmensa anchura del Pacífico que desde ninguno de los puertos o continentes que baña, hai un paso o estrecho preciso o determinado para llegar a Chile; i decidme ¿qué marina bastaría para protejerlo de una invasión marítima? Despues de todo, es ya casi un axioma militar que ninguna escuadra quiere desembarcar, que no lo consiga, si solo se le oponen obstáculos marítimos. Preguntándome si el tener marina es útil en cualquier guerra continental, os diré que sí. ¿Pero que sea absolutamente necesaria? Contestaré con los peritos en el arte que nó, i os contestaré también que las grandes batallas i empresas navales casi jamas han decidido la suerte de un continente que se defiende por tí mismo, si despues no se comienza una conquista de tierra, con fuerzas superiores. Con que, en suma, la fuerza marítima solo es conveniente al Gobierno que quiere conducir tropas para conquistar, i al que tiene ciertos puntos i pasos seguros i precisos para defenderse. Respecto de Chile, solo el Cabo de Hornos se parece en algo a esta disposición i seguramente no es por donde mas deba temer, porque su paso es tan horrible i prolongado, que solo puede animar en el dia a estas empresas a los que cuentan con nuestra debilidad continental. Preguntad a toda Europa i aun a los Gobiernos que baña el Atlántico, si dentro de veinticinco años se atrevieran a una invasión de esta clase; i preguntadnos a nosotros mismos si por ahora i por mas desesperados esfuerzos que hiciéramos, ya solos o en comunidad con los Gobiernos del Pacífico, nos atreviéramos a pensar en una defensa naval contra la Inglaterra.

Mi amigo, reconoced la historia i la política antigua i moderna del Universo, i no hallareis que los países continentales se han valido de la marina, sino para conquistar o comerciar; i aquí entra mi principal problema i el que yo quisiera que mis paisanos, olvidando todos los usos i sistemas de Europa i contrayéndose únicamente a las fuerzas de nuestras circunstancias i al convencimiento de su razón i de la esperiencia de todos los siglos, resolvieran si a Chile, en cualquier estado de prosperidad i tranquilidad, le convendría una marina militar para sostener su comercio. Por lo que hace a mí, si yo dirijiese el espíritu del Gobierno, no fomentaría la militar ni aun la mercante, porque ésta siempre necesítala protección de aquélla. La proposicion es politicarum aurium ofensiva; pero suspended un poco el conducirme a la inquisición.

Hai dos especies de comercio nacional: uno sedentario i otro ambulante o de tráfico. Hubo en la antigüedad i hai en nuestro siglo naciones que se ocupan en uno i otro; veamos cómo les va a cada una. Casi todas las naciones de Europa son traficantes, siendo la principal la Inglaterra. Muchas del Asia son manufactureras i todas sedentarias, siendo la China la principal. Comparemos los progresos de una i otra, aun sin contar con el atraso de la industria china, faltándole las máquinas europeas. Seguramente que la Inglaterra no tratará de competir ni con la agricultura china ni con las obras clásicas i prodijiosas de sus canales, allanamientos de terrenos, gran muralla, etc.

Primeramente, la China no debe un real a sus súbditos ni a Gobierno alguno; le sobran fondos para sus gastos ordinarios, sus grandes empresas de prosperidad interior, i sobre todo, para socorrer i alimentara sus provincias cuando se hallan oprimidas de alguna calamidad natural; sus contribuciones son suaves i moderadas, i por conclusión, recibe casi todos los tesoros del Universo que con tanto afan i a costa de tantos peligros i sangre recojen i le conducen las naciones europeas. Vamos a la Inglaterra.

Linguet, por un exámen del resultado de las aduanas inglesas i de sus aritméticas políticas, manifiesta que la Inglaterra habia consumido hasta la época en que escribió todos sus ingresos comerciales de ciento i diez años, i salia alcanzada en 154 millones de libras esterlinas, solo en los intereses estranjeros que pagaba para sostener este comercio. Poco despues de la guerra de