diariamente los intereses públicos, de conocer su propia dignidad i la parte que toma en la salud del Estado, no le baria mas circunspecto? vos que sin duda sereis partidario de la institución de los juicios perjurados, no temeis la influencia que puede ejercitarse en la reunión de doce hombtes del pueblo, sin instrucción i tal vez sin moralidad para decidir de la vida de un ciudadano, i temeis la movilidad en opinar de muchas asambleas de ciudadanos escojidos?
Los hombres son fáciles para hacer un bien que nada les cuesta i nombrar un representante, pero jamas se conducen a declarar un mal i una pena por meras insinuaciones. Despues de dos años que cuantos demagogos i entusiastas franceses tuvo la monarquía, escribieron i excitaron al pueblo contra Luis XVI, no se atrevió la Convención a permitirle que apelase al pueblo, porque aun no fué capaz de persuadirlo a términos que llegase a condenar al Rei. Los tribunos romanos pudieron conducir al pueblo a la mas escandalosa sedición i a su separación en el Monte Aventino, lisonjeándolo para que se le permitiese elejir cónsules plebeyos; ocuparon unos años tras de otros en estimularlo por motivos de gloria, de interes i de superioridad a que elijiesen estos cónsules; pero cuando llegaba el acto de sindicar a los patricios beneméritos, dejarlos sin el consulado, i adjudicarlo a un plebeyo, destituido de educación i de gloria, no había influjo en sus conductores, sus jefes naturales i sus tutores para persuadirlos que debían cometer esta injusticia. Todos los enemigos de Escípion i cuantos envidiosos magnates tenia Roma, empeñaron al pueblo a que le residenciase i condenase. Llega el acto del sindicato popular, se presenta el domador de Numancia i conquistador de Cartago con la recomendación i la me moria de sus acciones, i le dice al pueblo: hoi es el dia del aniversario de la conquista de Cartago, demos gracias a los Dioses: i todo el pueblo le sigue dejando burlado el conato de los Proceres Romanos. Todos los políticos convienen en que el pueblo siempre piensa con justicia i rectitud sino es violentamente ajitado por estímulos insuperables, i que directamente influyan en la reíijion o intereses individuales de cada uno, i aun en éste caso si condena a Sócrates, luego le levanta estátuas, i pone en el patíbulo a sus acusadores i a los demagogos.
Para estos raros casos, es preciso que el pueblo se halle todo reunido en masa en el centro de la ajitacion i obrando por un mismo resorte i una sola influencia poderosa. Pero cuando se halla tranquilo, diseminado en una multitud de asambleas todas pequeñas, todas distintas, todas separadas i todas dilatadas desde el Cabo de Hornos hasta el despoblado de Atacama, ¿cuál es el poder, cuál la seducción, cuál la influencia que pueda sobre la resolución de esta inmensidad de masas? I qué diremos si para esta influencia, se necesitase no solamente seducir la mayoría, sino la totalidad de opiniones; porque siendo sorteados, es preciso captarlos a todos o no contar con el éxito.
Despues de todo, si en un caso raro se lograra toda esta influencia ¿qué daño se seguiría al Estado de que se retirase a su casa un funcionario a quien el sindicato, ni le declara criminal, ni le hace responsable de alguna cosa? ¿Podrá compararse este pequeño desaire con la inmensidad de males ocasionados por la injusticia i la arbitrariedad que reprime el sindicato, o con la multitud de bienes que debe conciliar la dependencia de la opinion i el interes por la propia gloria? ¿Podrá compararse con este divino equilibrio, en que el funcionario dependiente del Gobierno por su nominación i por su ínteres, solo puede servirle en aquello que contribuye al bien i felicidad pública; porque en el acto que se desprenda de los intereses de la Nación i que trate de sacrificarla a favor del déspota, en este mismo acto, queda destituido i perdida su reputación i su fortuna? El que pretenda reprobar nuestra leí, presente otra en donde se encuentre tanta suma de bienes públicos i tan corta de males.
Entretanto, yo os presento una ▼República que ha producido mas héroes (a pesar de su lijereza i flexibilidad a la seducción) que todo el resto de la Grecia: hablo de Aténas, donde se sindicaba i destituía cada mes en su primera Pritania o asamblea popular a los majistrados que se creian delincuentes; sin que despues de esta institución, no por temor de ella, omitiesen los candidatos los mas altos sacrificios para obtener las majistraturas. A pesar de los oradores i demagogos que gobernaban con tanta influencia la opinion pública, i a pesar de que esta opinion se dirijia en un solo pueblo, en una sola plaza, el estímulo de aquella institución produjo los Temístocles, Arístides, Fociones, Timoteos, Pericles, etc.
Concluiré esta materia con una reflexión del profundo filósofo i lejíslador Jeremías Bentham, quien, proponiendo a los Gobiernos que permitiesen asociaciones libres del pueblo como el mejor medio, para que la espresion de sus opiniones dirijiese la administración i la aceptación de los funcionarios, dice lo siguiente:
"Yo no puedo concebir cómo el establecimiento de este derecho podría dar inquietud al Gobierno. No hai uno que no tema al pueblo; que no crea necesario consultar su voluntad i acomodarse a sus opiniones; los mas despóticos, son al parecer los mas tímidos. ¿Qué Sultán está tan tranquilo, i seguro en el ejercicio de su poder, como un Rei de Inglaterra? Los jenízaros i el populacho hacen temblar al Serrallo; i al mismo tiempo el Serrallo hace temblar a los jenízaros i al populacho. La voz del pueblo en Londres, se hace oír en asambleas lejítimas; en Constantinopla se manifiesta por ultrajes; en Lóndres el pueblo se espliea por peticiones; en Constantinopla por incendios. "