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SESION DE 6 DE OCTUBRE DE 1820

quiera considerar la América como parte integrante déla Monarquía. La España será siempre un pueblo cinmeriano[1], que no verá mas que el crepúsculo de su felicidad, hasta que se declare a los hijos de los Incas su libertad i absoluta independencia. Con fundamento, se la ha llamado Boca del mundo que, tragándose el oro de América casi sin mascar, se ha quedado con solo el gusto en elpaladar, i repartido el provecho a las demas naciones. Mella dabunt alliis, Hispanis spicula figent. ¿De qué, pues, le ha servido ese esterior barniz, mas que para perderse en proyectos imajinarios i despoblarse en términos que tarde o nunca llegará a reponerse? Nó; el oro no hace feliz ni enriquece un Estado, sino proporcionalmente. Su poblacion, la agricultura i la industria son los únicos resortes para hacerle opulento. ¡Qué vasto campo para otra pluma sublime!

El Estado es un árbol: las raices son la agricultura; el tronco es la poblacion; las ramas son la industria; las hojas, el comercio propiamente dicho i las artes. El árbol saca su jugo nutritivo de las raices; éstas echan una infinidad de tallitos i hebrillas casi imperceptibles; atraen todas la sustancia de la tierra; hecha suco la sustancia, se refuerza el tronco, i a cierta altura sale una cantidad de ramas, las que, cuando el jugo es abundante, prosperan o crecen a proporcion del vigor del tronco.

Si algún insecto enemigo ha picado las raices en las entrañas de la tierra, el árbol se consume poco a poco; las ramas i hojas se secan, i en vano se esperaría que el sol o rocío vivificasen el tronco disecado. A las raices es adonde se necesita acudir con el remedio; destruir el gusano; refrescar las que aun estén sanas; darlas el abono necesario, procurarlas el medio de estenderse i recobrarse; si no el árbol perecerá, léjos de perpetuarse su duracion.

Si un jardinero imprudente, ambicioso o forzado por las circunstancias, pusiese al pié del álbol un abono o engrase demasiado cálido i ardiente, le obligará a doblar el jugo i los esfuerzos. Este árbol dará una cosecha temprana i brillante; admirará por su singular frondosidad; pero agotadas sus fuerzas con este abuso, se consume i va a menos en seguida visiblemente.

Si imitando a los orientales que, despues de haberse animado por medio del opio, encontrándose decaídos por las consecuencias de su efecto, vuelven a tomar una dosis mas fuerte, i pasando, digámoslo así, de una a otra revivificacion, vienen al fin a embrutecerse para siempre; si a su imitación, repito, revive el jardinero su árbol por los mismos medios que lo habian animado la vez primera, logrará aun dos o tres falsas cosechas; al cabo de las cuales perecerá el árbol sin remedio.

Este árbol es la España, i, atendida su decadencia, no podremos ménos de confesar que efectivamente ha ido a ménos i se ha consumido visiblemente. No es necesario discurrir mucho para averiguar la causa de su ruina. El verdadero político nos la analiza i declara: el oro del Perú. No hai duda: el oro del Perú fué el engrase puesto al pié del árbol i el jardinero imprudente Felipe II. Él restauraba el Peñón i Túnez en Africa; descubría en Asia las Filipinas; vencía los turcos en el Lepanto; unia Portugal a España; corrompía la Alemania; trastornaba la Francia; enviaba su flota invencible a Inglaterra... ¡Frondosidad estraordinaria! ¡Admirables i abundantísimas cosechas! Todo esto estaba mui bueno, mui bello; mas, el árbol vino en languidez, i todo lo que alcanzaron o supieron sus sucesores, fué suministrar tomas de ópio, hacer venir engrase de las Indias para reanimar de nuevo la moribunda España, i tanto han hecho, que la despoblaron sus minas, i, adiós tronco, adiós poblacion, adiós agricultura i adiós industria. "Un Estado exhausto de hombres es la pérdida mayor i la mas irreparable[2]." "Es un principio seguro que la mayor felicidad civil de la República consiste en que esté mui poblada de habitantes, porque la gran poblacion es la mayor riqueza que puede desear un reino[3]." "Es cosa mui frájil i poco durable pecunia sine peculio[4]."

Para mas bien contraer la apolojía, debiera añadir las reflexiones, o mejor diré, los solidísimos fundamentos de aquellos encanecidos en la difícil arte de manejar los pueblos; de aquellos sabios despreocupados e imparciales; de aquellos prudentes políticos que, con cálculo jeométrico e infalible, preven, anticipan i definen la muerte de los Estados; pero seria un proceder a lo infinito i mui ajeno del plan que me he propuesto; seria olvidarme que tú, en nuestros diálogos, habías convenido conmigo en que cuantos mas pasos diese i mayores ventajas i preponderancia adquiriese la América, eran otros tantos escalones i puertas que se abrian para la felicidad de España, la que al fin variaría i rectificaría cuando ménos su sistema gubernativo, con tal que aquélla no retrogradase en la adelantada carrera de sus ideas filantrópicas.

Tal es, en efecto, la conexion i enlace de ambos pueblos. Su mútuo interes consiste en su absoluta independencia. Si un Estado político no es mas que la asamblea de una multitud de ciudadanos que habitan un mismo país i que unen sus fuerzas i voluntades, para procurarse todas las comodidades, conveniencias i seguridad posible ¿deberá la América sujetarse a ser considerada como parte integrante de la monarquía española? ¿I debería ésta haber preferido el transitorio esplendor del sólio, su fausto i pompa, i el engrosamiento de tres a cuatro especuladores monopolistas de Cádiz, a la escandalosa i numerosa

  1. Se dice que este pueblo jamas ve el sol.
  2. "Si I'Etat s'épuise dhommes, cette per te est la plus grand et la plus irreparable.„ ( Telémaco, lib. XII.)
  3. Trat. de la Reg. de Amort., por Campomanes.
  4. Id. ¡d. id. id.