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SENADO CONSERVADOR

miras ambiciosas, su fecundidad en esta materia encuentra arbitrios para burlarlas. El Estado emplea grandes sumas manteniendo resguardos, aduanas, etc.; i cuando parece que el celo de sus jefes debia ser suficiente, esperimentamos que no está al alcance de su esfuerzo atender al número crecido de guardas, que, por su miseria, deben sucumbir al influjo del oro, ni estorbar, por mas que se desvelen, las negociaciones clandestinas, ese contrabando destructor del comercio i del fondo público. Una costa dilatada i despoblada, unos marineros prácticos de todas las caletas, puertos i ensenadas de Chile i unos buenos ajentes en tierra dotados de conocimientos i dinero, son el alma del negocio con que se han frustrado cuantas medidas se han tomado; pero, descubierta la causa, no es difícil ocurrir al remedio, pues juzgo encontrarlo en ella misma. Hablemos con la razon i la esperiencia.

La razon enseña a lodo comerciante que, para su negocio, le es preciso, en todas partes del mundo, hacerse amable, recomendar su persona i adquirir a toda costa las mejores amistades. Esto es lo ménos que hacen en Chile los estranjeros, i como solamente proceden por la tendencia al lucro que se proponen, no es difícil calcular, que, si se hacen amar, ellos no nos quieren; que, si recomiendan sus personas, es para ser preferidos; i si adquieren amistades, es para servirse de ellas cuando lo exijan las circunstancias de sus negociaciones. I como en sus cariños, en sus ofrecimientos i en sus servicios no apartan la consideracion del interes, por una consecuencia precisa se deduce que adelantarán mucho en sus empresas si, descuhiertas sus ideas, no se hace la oposicion.

Para recomendarse, piden cartas de ciudadanía, prestan dinero al Estado, se deciden entre nosotros favorables a nuestra revolucion política, hacen el cortejo mas oficioso a los primeros majistrados; pero, señor, no nos equivoquemos en nuestros juicios: todos ellos fijan sus miras, ántes de estos actos propiciatorios, en el particular negocio; o de nó veamos lo que hacen cuando de Chile pasan a otro Estado. Si allí necesita nuestro Gobierno de su adhesion i sus auxilios, pídales dinero i esperimentará una desconfianza absoluta o una usura desmedida. En esto no me equivoco. Si interpela su decision por el sagrado empeño en que nos hallamos por nuestra independencia, verá la mas fria indiferencia. Si es necesario que informen de nuestro Gobierno, sus instituciones i reglamentos, nos pintan clasificándonos de anarquistas i en un estado de confusion i desarreglo; i si tambien el objeto favorito del comercio les conduce a los puertos enemigos, allí nos venden con primor. Los comerciantes esteriores son mui distintos de aquellos que con la espada i su vida se han hecho unos hijos predilectos de la patria: mui diversos son sus intereses: aqu éllos son egoistas, éstos verdaderamente filántropos.

Siendo el primer móvil de todo comerciante estranjero el lucro, la razon persuade que empleará sus amistades, su dinero, su política i sus mejores conocimientos en hacerlo mas estensivo. Lo hará tal, cuando, mediante los amigos que compre con el oro, mediante el practicismo de playas i caminos privados, tenga quién le salve lo que desembarque por alto; cuando posea el fiat del miserable guarda, que en la oscuridad de la noche, eludiendo la vijilancia de sus jefes, por un puño de onzas, coopere a sus designios; cuando en la capital tenga un tercero que le cubra; i cuando entre los primeros sujetos del pueblo se adquiera un concepto que ni remotamente puedan sospechar de su conducta. Sí, Excmo. Señor, bien les conocemos, i sepa V. E. lo que de todos ellos nos enseña la esperiencia.

Rarísimo es el que no se ha mezclado o en introducciones clandestinas o en ocultaciones fraudulentas. Mui pocos manifiestan el caudal que en plata i oro estraen del Estado; rara es la pasta o piña de plata que escapa de sus manos, i son muchos los artículos estranjeros que de repente aparecen en nuestros mercados vendiéndose por un diez o quince por ciento sobre el valor de sus fábricas. ¡Pobre del que pagó derechos e infeliz el chileno que a éste compró! i ¿cómo, señor, remediaremos tan grande mal? ¿Qué haremos para que el pasivo chileno no acabe con su último resto? Nada pongo de mi parte en decir a V. E. que el comerciante paisano está exasperado; de aquí nace su queja, de ésta el juzgarse sin proteccion, i de consiguiente, quién sabe qué opiniones, en que se lisonjearán los enemigos del Gobierno i de la actual administracion. Yo no juzgo difícil el remedio si V. E. lo adopta. Pintaré primero el mal con todos sus síntomas.

Autorizados los estranjeros para vender por sí mismos las consignaciones que les vienen de Asia, Europa etc., les es necesario tomar una casa en la Capital, otra en Coquimbo, otra en Valparaíso i en Concepcion, i haciendo una firme residencia en todos los puntos principal es del Estado, despues de lograr todas las utilidades del comercio, agricultura i minería, toman perfectos conocimientos de las jentes, de los lugares, de los caminos, de los desembarcaderos, i hé aquí un adelantamiento grande para el contrabando; i en caso que la vijilancia de Valparaíso les descubra, tienen firmes asilos en las playas mas solas i remotas. A esto se agrega que, repartiendo por todas partes del Estado dependientes, socios i ajentes, forman una ramificacion que cubre todos los objetos que se proponen, con la evidencia de salir bien en todos ellos: qué mucho es que teniendo tanta mano, absorban en breve todas las propiedades!

El Gobierno quiso remediar en parte estos males con un decreto que se ve en la Gaceta de 26 de Diciembre de 818, en que mandó que, para las ventas que les son permitidas por el Regla