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SESION DE 23 DE FEBRERO DE 1820

R. —¡Válgame Dios! ¡Habías de ser americano amañado con la esclavitud i la zoncera para salir a embocarnos semejante sandez! El gobierno propio americano, las armas americanas i los ejércitos americanos, son los fiadores únicos e irifaltables de nuestra seguridad; i quítese usted de cuadernos de Constitucion española i otros carta pacios que son caracoles i hostias sin consagrar. Es propiedad en los tiranos el mentir i engañar. Ayer nos aseguraban los españoles i eran obstinados artífices de nuestra infelicidad. ¿De dónde, pues, ha brotado tanta virtud i tan de repente para hacernos felices? ¡A las armas, a la unión i deja de ser cordero i mui bobo i mui bausan!

P. —Bien; todo lo que usted me enseña toca mas propiamente a la seguridad pública; i la individual ¿de qué modo fué ofendida?

R. —En la seguridad pública está vinculada la seguridad individual; pero hai casos especiales que eran mui frecuentes en tiempo del gobierno español, en que fué violada la seguridad privada de los corderos americanos. Fueron víctimas de este despotismo el presidente Flores, el oidor Segovia, el majistral Maciel, el doctoral Embozo i otros muchos, que fueron presos i arrancados del seno de sus familias i hogares, sin mas razon ni justicia que contemplarse ofendida la soberanía española. No dejaré en silencio el célebre Cañete, que fué espatriado, ultrajado i ofendido por el virrei Pino i por el gobernador Sanz, por haberse opuesto al derroche de millon i medio de pesos con que se pretestó auxiliar la minería de Potosí en la carestía de azogues. Te señalo este enemigo acérrimo del gobierno americano i defensor obstinado del gobierno español, para que veas que entre nuestros paisanos, aunque sean doctos, se halla petrificada la esclavitud i con vertida en segunda naturaleza; porque así solo podemos besar nuestras cadenas i el azote con que nos castigan como a jente canalla i ruin.

P. —Basta de seguridad. Vamos con el cuarto derecho de los hombres, el cual enfurece a nuestros enemigos i les remueve la bilis, dando gritos i alaridos, de que aun en el cielo hai jerarquías. ¿Qué es, pues, i se llama igualdad?

R. —Estoi viendo a estos hombres enfermar de achaques de jerarquías complicando con la fiebre de la soberbia, que quieren a Dios nuestro Señor enmendarle la plana i enseñarle la colocacion jerárquica de los bienaventurados negros, bienaventurados indios i bienaventurados españoles, dándoles en el cielo los destinos i oficios que tienen en la tierra. Menospreciemos estas locuras. Allá va la respuesta: igual se llama la cosa que, cotejada i comparada con otra, es de un mismo sér i sustancia.

P. —Luego, ¿todos los hombres son iguales?

R. —Es verdad. Son iguales en la sustancia, sér i naturaleza: los españoles, los indios, los moros, los franceses, los ingleses, los chinos, los rusos i todos los que pertenecen a la especie humana.

P. —Conque ¿no hai entre los hombres ninguna desigualdad?

R. —Sí, hai en sus accidentes i calidades, ya físicas, ya morales i ya intelectuales. Porque son desiguales en sus estaturas, en sus fuerzas, en sus rostros, en su color, en sus virtudes, en sus costumbres, en sus injenios, etc., etc., etc.

P. —I a la frente de esta desigualdad, dígame: ¿cuáles son las cualidades mejores i de preferente jerarquía entre los hombres?

R. —Las virtudes morales que hacen al hombre relijioso, justo i piadoso.

P. —¿Cuáles son de segundo órden?

R. —Las virtudes intelectuales del talento, discurso e injenio de los hombres.

P. —¿Cuáles son las virtudes mecánicas i cualidades físicas del tercer órden i lugar de la humanidad?

R. —La robustez del cuerpo, la fisonomía del rostro, el talle, el color blanco, las fuerzas, la ajilidad, etc. Esta nobleza es común a los caballos i a otros animales; pero la primera i segunda es propia i peculiar a los hombres.

P. —I ¿por qué los españoles quieren hacerse acreedores a nuestra esclavitud, i a nosotros deudores de su dominacion tiránica, por el color blanco?

R. —Este es un miserable i ridículo efujio i apoyo brutal de su jerarquía i su altivez; siendo así que la distincion de los colores blanco, negro, verde, etc., se debe a la luz.

P. —Pero hasta ahora no me he impuesto en lo que deseo saber, dígame: ¿cuál es el derecho a la igualdad en el órden i gobierno civil?

R. —El derecho que tienen los hombres es para ser iguales delante o a presencia de la lei, i ser premiado por sus virtudes o castigado por sus vicios, sin aceptacion de personas; incitancia del Sér Supremo que la distribuye con igualdad al grande i al pequeño, al rico i al pobre, al blanco i al negro, al español i al americano.

P. —I ¿cómo esta balanza i equilibrio que podría ser la base de la quietud i felicidad pública la inclinaron i torcieron los españoles a su favor?

R. —Ha sido la desigualdad en el gobierno civil tan grande, tan enorme i tan cruel, que no ha habido en el mundo colonos mas oprimidos i ultrajados en la administracion de justicia, en la distribucion de empleos i en los demas negocios en que ya habréis advertido el preferente lugar que han tenido los españoles, sin que a los pobres americanos les hayan dejado mas que unos huesos descarnados que roer.

P. —Veo claramente la usurpacion, el quebrantamiento i atropellamiento que los españoles han hecho de los derechos de los americanos, de su libertad i de su propiedad, de su seguridad i de su igualdad. Conque, según esta determinacion,