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la noche en los años 36 y 37, por ejemplo, sabrán decir, por el número de caballos aperados que había en la calle, el número de personas que había en aquella casa, y la clase poco más o menos que pertencían.

Esos años y los siguientes fueron los del apojeo de Cuitiño, Parra, Maestre, Santa Coloma, Salomon, y otros infinitos amigos de estos honrados caballeros.

"Era de verse" dicen unas memorias que tenemos a la vista, escritas por persona bien competente, "la casa de Rosas en esos días (1836). Era encontrarse entre verdaderos demonios. Todos los días veía caras nuevas, y cada una parecía que se acababa de escapar del presidio".

Entre esa gente sin moral, sin religión, sin vínculo ninguno de esos que ligan a los hombres con la virtud y la decencia en la sociedad; ebria con su