La casa de Rosas
La casa de Rosas
La casa morada de D. Juan Manuel Rosas, en el año de 1840, es la misma que hoy sirve para las oficinas públicas de la actual Administracion; con la diferencia que en ese tiempo era un vasto edificio de arquitectura antigua, habiendo sido construido años despues el famoso que hoy existe.
Era el 15 de Noviembre de 1840. Rosas se hallaba en su habitacion, y vestia de chaqueta azul, pantalon de paño con un vivo encarnado y su gorra con vicera.
Estaba sentado en uu sillon enorme, en el cual cuando queria recostarse tiraba un resorte y quedaba al momento hecho cama. Dos hombres hablaban con él, uno era Cuitiño y el otro Parra; el que tenia la palabra era el primero. Un sirviente aguardaba en el dintel de la puerta á que su amo lo llamara para que tomase el mate.
—Que se dice de bueno, querido coronel, dijo Rosas mirando con atencion á su brazo derecho, como él llamaba á Cuitiño.
—Lo que se dice es que V. E. es muy misericordioso con esos perros salvajones.
—Ya lo veo, mi fiel amigo, mi política es demasiado tolerante.
—Pues Señor, permitame V. E. que le diga: que esa política es la que menos conviene en las actuales circunstancias. Es preciso sangre, Señor. Nosotros hemos jurado sostener á V. E. en el puesto que ocupa, porque de la conservacion de V. E., en él pende la salvacion de la patria.
—Y Vd. no sabe que para verter sangre, y para asegurar el porvenir de las familias es preciso apoyarse en las bayonetas, fieles guardianes de mi poder?
—Lo sé, Señor; lo sé. V. E. está plenamente convencido como lo estamos todos, que no hay un solo habitante de nuestro pais que no se halle animado y deseoso de llamarse soldado de Rosas. Hombres son los que sobran; lo que falta es que S. E. nos autorice para obrar ampliamente y sin piedad, á fin de deflorar nuestra tierra de esos vichos venenosos de unitarios.
—Y Vd. los aborrece de veras coronel?
—Tan los aborrezco Señor, que bien lo sabe S. E. Las pruebas recientes de mi ódio las he manifestado a S. E., presentándole las orejas del salvage aquel que degollé por órden que me dió.
—Si, ya me acuerdo. ¿Y el dinero que camino tomó?
—Lo he repartido á los muchachos, y á los que se han enrolado en el regimiento.
—¿Y cuales son los individuos que forman su regimiento?
—Los abastecedores, carretilleros y de otros grémios, pero en los que tengo plena confianza es en los primeros, por ser hombres que lo entienden. V. E. ha visto no ha mucho, que apenas invadió la provincia el asesino Lavalle, al momento se reunieron mas de mil milicianos, equipados á su costa.
Rosas se sonrió maliciosamente al oir el discurso de su coronel, viendo que se avivaba cada vez mas.
Parra como no era orador no hacía mas que sorberse mate tras mate, aprovechando mientras su cólega hablaba.
Cuitiño iba á proseguir, pero Rosas le interrumpió diciéndole:
—¡Cuantos se han enrolado en la sociedad!
—No traigo la lista nominal, Exmo. Señor, pero el número es muy crecido.
—Bien, es preciso que Vd. me informe lo que han hecho las diversas comisiones.
—Cuitiño toció, escupió en seguida, y luego se espresó en estos términos;
—Si la relacion que tengo el honor de hacer á V. E. verbalmente, la hubiese hecho redactar con mi ayudante Troncoso, seguro estoy que habria sido del gusto de V. E.; pero del mejor modo que me sea posible me espediré en el asunto. V. E. disimulará si mi estilo oratorio no es como el de ciertos diputados que V. E. tiene á su lado en la Sala de Representantes.
—Desde el mes de Mayo del presente año [mes de América] han sido dados de baja ó borrados de la lista viviente los individuos que á continuacion se espresan:
Ignacio Oliden, Francisco Linch, N. Meson, N. Riglos, Clemente Sañudo, Pedro Echanagucia, Juan Pedro Varangot, Sisto Quesadas, Juan Barragan, Santiago Amarillo, Miguel Yané, A. Romero, N. Gandara, N. Zapata [á] Jorobado, Mariano Lamadrid, Antonio Dunoyó, Juan Nobrega y su peon, Manuel Fernand.
Estos son Señor, mas ó menos los trabajos que ha hecho la comision de Sangre; unas veces presidiéndola Cabrera, otras yo y las demás mi compadre Parra, asociado del Secretario Troncoso. Por fin, Señor, todos los individuos que constituyen la comision, son dignos del aprecio y destinguida consideración de V. E. Recomiendo en particular á Juan Merlo por sus importantes delaciones que hace diariamente.
Rosas, interin Cuitiño hacía la relación de los degüellos, leia la gaceta, y cuando hubo concluido de informarle, se levantó, tiró de un cajon de su escritorio y sacó unos billetes de banco que repartió á sus servidores dándoles las gracias.