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Los fundamentos de la teoría

inercia de la materia y la inercia de su contenido en energía, y varía, en consecuencia, según sea la cantidad de este contenido de energía. Esta idea conduce, naturalmente, a atribuir en general el fenómeno de la inercia en los cuerpos a su contenido en energía.

Con esto surgió el importante problema de compaginar estos nuevos conocimientos de la esencia de la masa inerte con los principios de la Mecánica. Aquí se alzó una dificultad, la cual en cierto modo descubre los límites de la capacidad productiva de la teoría de la Relatividad especial. Uno de los hechos de experiencia más seguros de la Mecánica es, en efecto, la igualdad entre la masa inerte y la masa pesada de los cuerpos. En la certeza de que esto subsiste nosotros medimos la masa inerte de un cuerpo siempre por su peso. El peso de un cuerpo está, sin embargo, sólo definido con relación a un campo gravitatorio (véase nota 18), para nosotros con relación al de la Tierra; pero la masa inerte de un cuerpo está definida como atributo de la materia, sin tomar en cuenta las condiciones físicas, cualesquiera que sean, exteriores al cuerpo. Pero entonces, ¿cómo viene a establecerse la enigmática concordancia en los valores de la masa inerte y la masa pesada de los cuerpos? Esta pregunta tampoco puede contestarla la teoría de la Relatividad especial. Todavía más. Sus consecuencias parecen hasta poner en riesgo la igualdad entre la masa inerte y la pesada, que pertenece a los hechos de experiencia más seguros de toda la Física. Pues la teoría de la Relatividad especial exige a la verdad una inercia, pero no ofrece ningún punto de apoyo para un peso de la energía. A consecuencia de esto un cuerpo gana, a la verdad, por aumento de energía, en masa