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Los fundamentos de la teoría

guiente hipótesis: Si un observador mide en un sistema de coordenadas S la velocidad v de propagación de cualquier acción, por ejemplo, de una onda sonora, un observador en otro sistema de coordenadas S' que se mueve con respecto a S, mide necesariamente otra velocidad de propagación para la misma acción. Esto debía regir para toda velocidad finita v; sólo la velocidad infinitamente grande debía caracterizarse por la propiedad singular de venir dada en todo sistema, independientemente de su estado de movimiento, por el mismo resultado en las medidas, esto es, infinitamente grande.

Esta hipótesis (pues se trata aquí, naturalmente, de una hipótesis puramente física), estaba a la vista; no se tenía para ella en adelante apoyo alguno, puesto que ya una velocidad finita, a saber, la velocidad de la luz, presentaba aquella propiedad singular que, siguiendo la idea más sencilla, nos inclinábamos a atribuir sólo a una velocidad infinitamente grande.

El conocimiento que nos proporcionó el experimento de Michelson fué la propiedad de la isotropía (esto es, equivalencia de todas las direcciones), en la propagación de la luz para el observador independientemente del movimiento eventual de traslación de su sistema de referencia (véase nota 2); de modo que estaba ya muy próxima la hipótesis de que se había de asignar la misma cantidad como valor de la velocidad de la luz en general para todo sistema de referencia. Sin duda era sorprendente la nueva noción, a que se llegaba con esto; pero es menos extraña que aquella revelada por el papel especial de la velocidad de la luz en las ecuaciones de Maxwell, fundamento de nuestra teoría de la materia.