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pectivamente, mp y ms) son tanto mayores cuanto más la velocidad v del cuerpo en movimiento se acerca a la velocidad de la luz. Para v = c la masa se hace infinitamente grande.

De aquí se infiere que es imposible, con fuerzas finitas, llevar un cuerpo a velocidad superior a la de la luz; la resistencia de inercia en el cuerpo crecería infinitamente y le impediría llegar a la velocidad de la luz.

Se ve por esto cómo la teoría de Einstein se redondea armónicamente para formar un todo unitario; el supuesto, paradójico al parecer, de una infranqueable velocidad límite es exigido por las leyes naturales mismas en su nueva forma.

La fórmula [80], que expresa cómo la masa depende de la velocidad, es la misma que Lorentz había encontrado, por cálculos electrodinámicos, para su electrón aplastado; en esos cálculos expresábase m0 por la energía electrostática U del electrón en reposo, lo mismo que en la teoría de Abraham (V, 13, pág. 232, fórmula [62]), a saber:

.

Vemos ahora que a la fórmula de las masas dada por Lorentz le conviene una significación mucho más general. Debe valer para toda especie de masas, sean o no de origen electromagnético.

Las recientes investigaciones sobre la desviación de los rayos catódicos parecen hablar en favor de la fórmula de Lorentz mejor que de la de Abraham. Pero una sorprendente confirmación de la fórmula relativista de la masa se ha conseguido en una esfera que parecía muy apartada de la teoría de la relatividad, es a saber: la espectroscopia de los rayos luminosos, de los rayos Röntgen.

Sólo podemos referirnos en breves palabras a estas relaciones admirables. La luminosidad de los átomos prodúcese porque los electrones, dentro de la reunión atómica, verifican movimientos vibratorios y hacen ondas electromagnéticas, que se propagan en todas las direcciones. La vieja teoría calculaba