Antón arremete contra los vicios que él cree descubrir en la aristocracia española, y el vehemente patriotismo que, como numen airado, le dicta á cada instante enfáticas protestas.
El Sr. Antón del Olmet fustiga sin piedad el prurito de inmolar la sana tradición española en aras de modas de gusto dudoso siempre, y aun á veces de origen plebeyo; el Sr. Antón del Olmet se lamenta con razón del abandono de nuestros deportes por los menos gallardos de Ultramancha; se indigna al ver el menosprecio con que miran nuestros aristócratas la obra inmortal del glorioso Valera y el malsano deleite que les proporcionan las intolerables producciones de Zola; deplora la afectación desdeñosa que los superelegantes fingen ante los sabrosos platos de la cocina nacional y la intrepidez que demuestran al ingerir, con menoscabo de la salud, las químicas bazofias preparadas por los cocineros franceses; revuélvese, en fin,