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mente, unos á otros, consejo; pero no acertaba à darlo aun el mas sàbio. Cada uno imploraba de la piedad del otro algun socorro; pero nadie lograba el auxilio, porque nadie podia valerse aun á sí mismo, y todos padecian igual conflicto. Olvidaron los padres á sus hijos: los maridos desatendian á sus mugeres: en nadie se hallaba el menor consuelo: todos eran inválidos: todos estaban sumamente atribulados: muchos, oprimidos del dolor y la congoja, padecieron mortales desmayos aquella tarde: á algunos, solo el susto quitó la vida (como sucedió á D. Antonio Hermosilla, electo Alcalde Mayor de Sonsonate); y en las acciones desregladas que hacian otros y palabras risibles que proferian, daban claro testimonio de tener perdido ó trastornado el juicio.

No tiene voces el arte para referir con puntualidad este caso: son muy inferiores las espresiones todas de la elocuencia para esplicar cabalmente cuánta ó cuàl fué la tribulacion y angustia de los infelices habitantes de Guatemala, en aquella triste y memorable tarde. Fué muy semejante á la que se refiere en el cap. 3° del lib 2° de los Macabeos, que padecieron los de Jerusalen, cuando, por órden de Seluco, rey del Asia, intentó Heliodoro extraer del Sagrado erario, para expender en usos profanos, los tesoros del templo; y una representacion ò ensayo de la que, en repetidos vaticinios de la Escritura Sagrada, han de padecer los mortales en aquel último tremendo dia, en que ha de venir el Juez Supremo á residenciar sus causas. Crecia por puntos la congoja, porque no aplacaba su furor la tierra, y aumentábala sobre manera un espantoso subterráneo estrépito que, precediendo á sus concusiones, resonaba entre sus senos (Virgil. Georh. lib. 1. insolitis tremuerunt montibus Alpes::: sub pedibus mugire solent, et juga celsa moveri), á semejanza del que hace en su rompimiento la gruesa nube en una tempestad recia: como que bramaba enfurecida, y que queria, abriéndose en bocas, sorber y sepultar en sus cabernas, á los ciudadanos de Guatemala.