Nuestros hijos: 21
Escena VI
editarSR. DÍAZ. -Con que ustedes ¿eh?... (Advirtiendo a Mecha.) Hija. ¿por qué llora?... ¡Oh, naturalmente! ¡Los buitres! ¡Han venido al olor de la carniza fresca! ¿Qué le han hecho, hija?
PANCHITA. -Nada, en comparación con lo que merece.
SR. DÍAZ. -¿Y con qué derecho intervienen en los asuntos de esta casa?
PANCHITA. -¡Pues no faltaba más! ¡Con el derecho de nuestro parentesco y de nuestro juicio!
SR. DÍAZ. -¡Jorgelina, tú no has debido permitirles!...
MECHA. -Papá. ¡Nada me hacían, son mis nervios!
SR. DÍAZ. -¡Oh, las conozco!... Señoras mías, en esta casa están de más los elementos de perturbación.
SRA. DE DÍAZ. -¡Eduardo!
PANCHITA. -¿Qué te parece Jorja?
ERNESTA. -Los locos también sobran.
SR. DÍAZ. -Sí, señora; también sobran.
MECHA. -Papá, no te alteres.
SR. DÍAZ. -Vuelvo a hacer uso de mi autoridad.
ERNESTA. -Vámonos.
SRA. DE DÍAZ. -No es para tanto. Eduardo, no quiso decir eso.
SR. DÍAZ. -Te equivocas. He querido decirlo. ¡Que se vayan!
PANCHITA. -Ay, pobre Jorja. La que te espera con semejante loco.
ERNESTA. -Cuenta con nosotros siempre. (Se despiden y hacen un mutis trágico.)
SR. DÍAZ. -¡Con buen viento! (Se pasea nervioso.) Hay gentes que le hacen perder la compostura al más paciente.