Noli me tangere (Sempere ed.)/XVII

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

XVII

Correspondencias

No habiendo sucedido nada importante á nuestros personajes, prescindiríamos de la descripción de las fiestas, si no considerásemos que acaso algún lector extranjero desea conocer cómo se celebran aquéllas en Filipinas. Para esto copiaremos al pie de la letra varias cartas, una de ellas rresponsaal de un importante periódico de Manila.

El digno corresponsal escribía así: del co- «Señor Director: »Jamás presemeié ni espero ver en Manila fiesta religiosa tan solemne, espléndida y conmovedora como la que se celebró en este pueblo por los muy reverendos y virtuosos padres franciscanos.

> La concurrencia fué grandísima; aquí he tenido la dicha de saludar á casi todos los españoles residentes en esta provincia, á tres reverendos padres de la provincia de Batangas, á dos dominicos, uno de ellos el muy reverendo padre fray Hernando de la Sibyla, que ha venido con su presencia á honrar este pueblo, lo cual no deben olvidar jamás sus dignos habitantes. He visto también á gran número de principales de Ca vite y Pampaga, á muchos ricos de Manila. Acudieron muchas bandas de música, entre ellas la de Pagsanjan, propiedad del señor escribano don Miguel Guevara, y multitud de chinos é indios, que con la curiosidad que caracteriza á los primeros y religiosidad de los últimos, esperaban con ansia el día en que había de celebrarse la solemne fiesta, para asistir al espectáculo cómico, mímico, lírico, coreográfico y dramático, para cuyo fin se había levantado un gran tablado en medio de la plaza.

»A las nueve de la noche del día 10, la vispera de la fiesta, después de la opípara cena con que nos obsequió el hermano mayor, llamaron la atención de cuantos españoles y frailes estábamos en el convento los acordes de dos músicas, que, con acompañamiento de apiñada multitud y al ruido de cohetes y bombazos y precedidas por los principales del pueblo, venían á buscarnos para conducirnos al sitio preparado para nosotros, á fin de que pudiésemos presenciar el espectáculo.

Tavimos que ceder á tan galante ofrecimiento, por más que yo hubiera preferido descansar en brazos de Morfeo y dar grato reposo á mis miembros doloridos, gracias á las sacudidas del vehículo que nos proporcionó el gobernadorcillo del pueblo de B.

>Bajamos, pues, y fuimos á buscar á nuestros compañeros, que cenaban en la casa que aquí tiene el piadoso y opulento don Santiago de los Santos.

El cura del pueblo, fray Bernardo Salví, fray Dámaso Verdolagas, que ya está por especial fa vor del Altísimo restablecido de la dolencia que mano impía sobre él causara, en compañía de fray Hernando de la Sibyla y el virtuoso cura de Tananan, con otros españoles más, eran los in vitados en casa del Creso filipino. Allí hemos tenido la dicha de admirar, no solamente el lujo y el buen gusto de los dueños de la casa, que no es común entre los naturales, sino también á la bellísima y rica heredera, que demostró ser una consumada discípula de Santa Cecilia, tocando en su elegante piano, con una maestría que me hizo recordar á la Gálvez, las mejores composiciones alemanas é italianas.

Lástima que tan perfecta señorita sea tan excesivamente modesta y oculte sus méritos á la sociedad, que para ella sólo tiene admiradores. No debo dejar en el tintero que en casa del anfitrión nos hicieron tomar champaña y finos licores con la profusión y esplendidez que caracterizan al conocido capitalista.

> Asistimos al espectáculo. Ya conoce usted á nuestros artistas Ratia, Carvajal y Fernández; sus gracias sólo fueron comprendidas por nosotros, pues la clase no ilustrada no pescó de ello ni una jota. A los indios, sobre todo al gobernadoreillo, gustó mucho la comedia tagala: este último se frotaba las manos y nos decía que era una lástima que no hubiesen hecho pelear á la princesa con el gigante que la había robado.

»Excuso decirle que durante el espectáculo no permitió que faltase nada la amabilidad del Rothschild filipino: sorbetes, limonadas, refrescos, dulces y vinos de todas clases, corrían con profusión entre los que estábamos allí. Notóse mucho la ausencia del conocido é ilustrado jo ven don Juan Crisóstomo Ibarra que, como usted sabe, debe mañana presidir la bendición de la primera piedra para el gran monumento que tan filantrópicamente hace levantar. Este digno descendiente de los Pelayos y Elcanos (pues, según he sabido, uno de sus abuelos paternos era de nuestras heroicas y nobles provincias del Norte, acaso uno de los primeros compañeros de Magallanes ó Legazpi) tampoco se dejó ver en el resto del día á causa de un pequeño malestar. Su nombre corre de boca en boca y sólo lo pronuncian con alabanzas.

Hoy 11 por la mañana presenciamos un espectáculo altamente conmovedor. Este día es la fiesta de la Virgen de la Paz, y la celebran los hermanos del Santísimo Rosario. Mañana será la fiesta del patrón San Diego y toman parte en ella principalmente los Hermanos de la V. O. T. Entre estas dos corporaciones hay una emulaoión piadosa para ser vir á Dios, y esta piedad llega hasta el extremo de provocar santos disgustos entre ambas, como sucedió últimamente por disputarse el gran predicador de reconocida fama, el tantas veces nombrado fray Dámaso, que ocupará mañana la cátedra del Espíritu Santo, pronunciando un sermón que será, según creencia general, un acontecimiento religioso y literario.

Pues, como ibamos diciendo, presenciamos un espectáculo altamente edificante y conmovedor. Seis jóvenes religiosos, tres que debían decir misa y los otros tres de acólitos, salieron de la sacristía, y postrados ante el altar, entonó el celebrante, que era fray Hernando de la Sibyla, el Surge Domine con que debía empezar la procesión alrededor de la iglesia, con aquella magnifica voz y religiosa unción que todo el mundo le reconoce y le hacen tan digno de la admiración general. Terminado el Surge Domine, el gobernadorcillo, vestido de frac, con el guión, seguido de cuatro acólitos con incensarios, empezó la procesión. Tras ellos iban los ciriales de plata, la municipalidad, las preciosas imágenes vestidas de raso y oro, representando á Santo Domingo, San Diego y la Virgen de la Paz, con un magnffico manto azul bordado de plata, regalo del virtuoso exgobernadorcillo don Santiago de los Santos. Todas estas imágenes iban en carros de plata. Tras estas imágenes ibamos los españoles y los otros religiosos: el oficiante caminaba protegido por un palio que llevaban los cabezas de barangay, y cerraba la procesión el benemérito cuerpo de la Guardia civil. Creo inútil decir que una multitud de indios formaban las dos filas de la procesión, llevando con gran piedad cirios encendidos. La música tocaba religiosas marchas, y al mismo tiempo se oía el estrépito de las bombas y de las ruedas de fuego.

>Terminada la procesión, se dió principio á la misa, ejecutada por la orquesta y los artistas del teatro.

Concluída la ceremonia religiosa, subimos al convento juntamente con los principales del pueblo y otras personas de importancia, donde fuimos obsequiados con la finura, atención y prodigalidad que caracterizan al padre Salví.

»Durante el día no faltó nada para hacer alegre la fiesta y para conser var la animación característica de los españoles, que en ocasiones tales no les es posible contenerse, demostrando ya con canciones ó bailes que las penas no les abaten y que basta se reunan en un sitio dado tres de ellos para que la tristeza y malestar de allí se ausenten. Rindióse, pues, culto á Terpsícore en muchas casas, pero principalmente en la del ilustrado millonario filipino, adonde fuimos todos in vitados á comer.

Excuso decirle á usted que el banquete, brillantemente servido, fué la segunda edición corregida y aumentada de las famosas bodas de Camacho. Mientras gozábamos de los placeres de la mesa, tocaba la orquesta armoniosas melodías. La hermosa señorita de la casa lucía un traje de mestiza y valiosos brillantes, y fué como siempre la reina de la fiesta.

Todos deploramos en el fondo de nuestra alma que una ligera torcedura de su lindo pie la haya privado de los placeres del baile, pues si hemos de juzgar por las perfecciones que en todo demuestra, la señorita de los Santos debe bailar como una sílfide.

Su afectísimo amigo q. b. s. m., EL CORRESPONSAL.> Esto escribía el bueno del corresponsal. Veamos ahora lo que escribía Capitán Martín á su amigo Luis Chiquito.

«Querido Choy: Ven corriendo si puedes, que la fiesta es muy alegre; figúrate que Capitán Joaquín está casi desbancado. Capitán Tiago le ha doblado tres veces y las tres en puerta, con lo que Cabezang Manuel, el dueño de la casa, está loco de contento. El padre Dámaso rompió de un puñetazo una lámpara, porque hasta ahora no ha ganado una carta; el cónsul ha perdido con sus gallos y en la banca todo lo que nos ha ganado en la fiesta de Biñang en el Pilar de Santa Cruz.

» Esperábamos que Capitán Tiago nos trajese á su futuro yerno, el rico heredero de don Rafael, pero parece que quiere imitar á su padre, porque ni siquiera se ha dejado ver.

>Él chino Carlos está haciendo una gran fortuna con el liam-pó; sospecho que lleva algo oculto, tal vez un imán; se queja continuamente de dolores de cabeza, que lleva vendada, y cuando el cubo del liam pó se para poco á poco, se inclina casi hasta tocarle, como si quisiese observarlo bien.

Estoy escamado, porque sé otras historias parecidas.

»Adiós, Choy; mis gallos van bien y mi mujer está alegre y se divierte.

>Tu amigo, MARTÍN ARISTORENAS, > Ibarra había recibido también un billetito perfumado, que Andeng, la hermana de leche de María Clara, le había entregado.

<Crisóstomo: Hace dos días que no te dejas ver; he oído que estás algo enfermo; he rezado por ti y encendido dos cirios, por más que papá dice que no estás enfermo de gravedad. Anoche y hoy me han aburrido mandándome tocar el piano é in vitándome á bailar. ¡No sabía que hubiese tantos fastidiosos! Si no fuera por el padre Dámaso, que procura distraerme, me hubiera encerrado en mi cuarto. Escríbeme. Te en vío á Andeng para que te euide. Si no vienes mañana tampoco iré yo á la ceremonia.

MARÍA CLARA.