Morderse las orejas
Morderse las orejas.
— ¡Ah! ¿vosotros no sabéis la desgracia que sucedió anoche á la pobre Amelia, la hija del dentista de enfrente?
— ¿Cuál? la de aquella boca tan desmesurada que
— La misma.
— ¿Qué ha sido?
— Ya saben Vds. que pone un cuidado muy grande en no reírse por miedo de no poder volver los labios á su sitio. Pues bien; anoche, por su desgracia, oyó leer un cuento de la Biblioteca De la Risa; no pudo resistir la tentación, fue á reir, y se moráió las orejas, cortándose las dos á la vez.
— ¡Ah! ¡ah! ¡ah!
— Lo que Vds. oyen. ¡Pobrecilla!