Meridiano durmiente
Frente a la soporífera canícula insensata, la vieja sus remiendos monótonos frangolla; y al son del gluglutante rezongo de la olla inspírase el ambiente de bucólica beata... En el sobrio regazo de la cocina grata, su folletín la cándida maledicencia empolla, hasta que la merienda de hogaza y de cebolla abre un dulce paréntesis a la charla barata. Afuera el aire es plomo... Casiopea y Melampo, turban sólo el narcótico gran silencio del campo. Ella, la muy maligna, finge torpes enredos, como le habla al oído de divinos deslices... y así el tiempo resbala por sus almas felices, como un rosario fácil entre unos bellos dedos.