De viaje

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Siempre aturdido, entre el tumulto ignaro

voy con mi carga de dolor acuestas,

olas salvando y empinadas crestas:

en tierra, sin bordón y en mar, sin faro.


Aquí y en todas partes, sin amparo,

con los labios repletos de protestas,

tras horas desabridas y funestas,

a bajar la pendiente me preparo.


Ruinas no más, desolación y luto,

dejo mi senda lúgubre; –a mi vista

se abre la eternidad– y no me inmuto;


solo seguir viviendo me contrista:

pues tengo, para el último minuto,

el alma, pronta, y la materia, lista.