Así fue

editar




Dormía. De la crisis en acecho,

mudo la contemplaba, de hito en hito,

como un nenúfar pálido, marchito,

en un estanque albísimo: su lecho.


De pronto, l'ancha curva de su pecho

se dilató, cual si de vida un grito

fuese a lanzar... y atónito y contrito,

rodé a sus pies, en lágrimas deshecho.


Después, incorporándome y gimiendo,

-¿Sufres?- la pregunté -¡pobre alma mía!-

-Habla, que más que tú... me estoy muriendo.


¡Ni un estremecimiento de agonía...

Ni un suspiro, ni un ay, siguió durmiendo,

siguió durmiendo... y duerme todavía.