Manojo de zarsas/¿Quién oye?

¿Quién oye?

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De noche, bajo el cielo desolado,

pienso, en tu amor y pienso en tu abandono,

y miro, en mi interior, deshecho el trono

que te alcé como á un ídolo sagrado.


Al ver mi porvenir despedazado

por tu infidelidad, crece mi encono;

más, como sé que sufres, te perdono,

¡Oh? Tú, jamás me hubieras perdonado!


Mis lágrimas en trémulo derroche,

ruedan al fin... y al punto, en inaudito

arranque, á Dios elevo mi reproche.


Pero se pierde, entre el negror, mi gritó,

y sólo escucho, en medio de la noche,

del silencio el monólogo infinito.