Manfredo: Acto III: Escena II

Manfredo
de Lord Byron
Tercer acto: Escena II

(Otra habitación.)

MANFREDO Y HERMAN.

HERMAN.

Señor, vos me habéis ordenado el venir a encontraros al ponerse el sol; vedle que va a eclipsarse detrás de la montaña.

MANFREDO.

¡Bien!, quiero contemplarle.

(Manfredo se adelanta hacia la ventana del cuarto.)

Astro glorioso, adorado en la infancia del mundo por la raza de hombres robustos, por los gigantes nacidos de los ángeles con un sexo que, más hermoso que ellos mismos, hizo caer en el pecado a los espíritus escarriados, desterrados del cielo para siempre; astro glorioso, tú fuiste adorado como el dios del mundo, antes que el misterio de la creación fuese revelado; obra maestra del Todopoderoso, tú fuiste el primero que regocijastes el corazón de los pastores caldeos sobre la cumbre de sus montañas, y el reconocimiento les inspiró bien pronto los homenajes que te dirigieron; divinidad material, tú eres la imagen del gran desconocido que te ha escogido para que seas su sombra; rey de los astros, y centro de mil constelaciones, a ti es a quien la tierra debe su conservación; padre de las estaciones, rey de los climas y de los hombres: las inspiraciones de nuestros corazones, y las facciones de nuestros rostros son la influencia de tus rayos. No hay ninguna cosa que iguale la pompa de tu salida, de tu curso y de tu puesta... Adiós, ya no te volveré a ver; mi primera mirada de amor y de admiración fue para ti; recibe también la última: nunca alumbrarás a un mortal, a quien el don de tu luz y tu calor suave hayan sido más fatales que a mí... Se ha ocultado... quiero seguirle.

(Manfredo se va.)