Máximas cristianas (1857, Próspero de Bofarull y Mascaró)
MÁXIMAS CRISTIANAS, sacadas de la confianza que dejó Bofarull á su hijo, escrita de su puño cuando ya contaba 80 años de edad, como en ella expresa.
El hombre sabe el día en que nace, pero ignora el en que morirá. Parace que la Divina Providencia que le hizo á su semejanza le ha dotado de esta prodigiosa memoria, entendimiento y libre voluntad para que recordase y agradeciese el gran beneficio de haberle hechoser racional, le amase, le adorase, y no cesase de darle gracias libremente desde el momento mismo en que la razón le ilumina, y pone en juego las elevadas potencias de esta noble é inconcebible alma racional.
La certitud de la muerte y la incertitud del mal, lugar, día y hora que Dios nos tiene destinados, nos advierte claramente, que debemos estar siempre dispuestos y prevenidos para tan terrible trance y oir aquella terrible sentencia, que nos hará dichosos ó desdichados por toda la eternidad nada menos, de un juez á quien nada se le puede ocultar ni se le oculta de cuanto hemos hecho.
Debemos, pues, estar siempre prevenidos y temerosos, aunque confiados en la infinita misericordia de Dios en cuanto al perdón de nuestras culpas, y á más tener también arreglados nuestros asuntos temporales y domésticos, para no dejar á nuestros hijos, parientes ó amigos que han de sucedernos, motivos de dudas, disputas, odios y enemistades que son la ruina de las familias; y para evitarlos en la mía, paso á manifestarte mi última voluntad, sin perjuicio de lo que hallarás ordenado en mi testamento legal que dejo citado, pues esta confianza es una continuación de aquel testamento, que no hay necesidad de retirar, porque no quiero que se hagan públicos los actos de mi vida privada, que basta que tú los sepas para su cumplimiento sin necesidad del escribano, porque la ley no se hizo para los hombres de bien y de conciencia.
Haceos amables á todo el mundo, y no habléis sobre todo mal de nadie; cumplid vuestras obligaciones y socorred al pobre sin mezquindad, sin ostentación y sin averiguar las causas de su miseria, privándoos, si es menester, hasta de vuestras personales comodidades, pues dar lo que á uno le sobra no tiene mérito alguno.
Si Dios me concede la gracia de morir en el seno de mi familia, y á tí la de besar por última vez esta trémula mano, prométeme ante el Ser Supremo que seguirás toda tu vida las máximas cristianas con que te he educado, grabándolas también en el corazón de tus amados hijos, pues es el gran legado que os dejo, y que heredé de mis venerados y virtuosos padres y abuelos: tened fe y tendréis esperanza si ejercéis la caridad con vuestros semejantes: obrad siempre con prudencia, justicia, fortaleza y templanza y seréis amados de Dios y de los hombres y, por más contratiempos que os sobrevengan, vuestro espíritu estará tranquilo, porque esperará una recompensa eterna. De otro modo viviréis y acabaréis como unos miserables perros; y esta elevada é incomprensible alma racional con que la gran bondad del Supremo Criador nos ha distinguido por puro amor, á su imagen y semejanza, será nuestro implacable fiscal en el terrible día en que se harán patentes y juzgarán todas las acciones de los hombres.
Conserva el buen nombre que hemos heredado de nuestros abuelos, hazte amar de tus hijos, edúcalos y corrígeles cristianamente con suavidad y blandura, y lo mismo á tus familiares, dependientes y á todo el mundo en general, y así serás respetado y obedecido y vivirás y morirás en paz, que es la prenda más apetecible que te deseo.