Los viajes de Marco Polo/Libro II/Capítulo XXXI
CAPITULO XXXI.
Provincia que sufrió mucho cuando la conquista por Mangu Kan: sus ciudades y castillos están en ruinas. Nacen unas cañas cuyo grueso es de tres palmos y la altura de quince pasos: de ellas se sirven como de antorchas, durante la noche, los caminantes, y tambien para espantar á las fieras, pues tan grande es el estallido que producen al encenderse, que por nada se acercaría un animal á ellas. Hé aquí cómo se produce el estallido. Se toman las cañas cuando están verdes y se ponen en el fuego. Al abrirse y al torcerse produ en un rui o tal, que se puede oir á diez millas. Es necesario estar acostumbrado á oirlo para poderlo soportar: los caballos que no lo están, se asustan de tal modo que rompen los cabezales y se escapan: po eso les vendan los ojos y les traban las cuatro patas. Andando veinte jornadas por esta comarca no se encuentran lugares de descanso, ni nada para comer: hay que llevarlo todo.