Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1920)/Tomo I/Dedicatorias

Tomo I
Los trabajos de Persiles y Sigismunda: Historia setentrional (1920)
de Miguel de Cervantes
Dedicatorias



DE DON FRANCISCO DE URBINA
a Miguel de Cervantes, insigne y cristiano ingenio de nuestros tiempos, a quien llevaron los Terceros de San Francisco a enterrar con la cara descubierta, como a Tercero que era. EPITAFIO
Caminante, el peregrino

Cervantes aquí se encierra:
su cuerpo cubre la tierra,
no su nombre, que es divino.
En fin hizo su camino;
pero su fama no es muerta,
ni sus obras, prenda cierta
de que pudo a la partida,
desde ésta a la eterna vida

ir la cara descubierta.



AL SEPULCRO DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
ingenio cristiano, por Luis Francisco Calderón.
SONETO
En este, ¡oh caminante!, mármol breve,

urna funeste, si no excelsa pira,
cenizas de un ingenio santas mira,
que olvido y tiempo a despreciar se atreve.

No tantas en su orilla arenas mueve
glorioso el Tajo, cuantas hoy admira
lenguas la suya, por quien grata aspira
a el lauro España que a su nombre debe.

Lucientes de sus libros gracias fueron,
con dulce suspensión, su estilo grave,
religiosa invención, moral decoro.

A cuyo ingenio los de España dieron
la sólida opinión que el mundo sabe,

y al cuerpo, ofrenda de perpetuo lloro.


A DON PEDRO FERNANDEZ DE CASTRO
Conde de Lemos, de Andrade, de Villalba; marqués de Sarria, gentilhombre de la Cámara de Su Majestad, presidente del Consejo Supremo de Italia, comendador de la Encomienda de la Zarza, de la Orden de Alcántara.

Aquellas coplas antiguas, que fueron en su tiempo celebradas, que comienzan:

“Puesto ya el pie en el estribo”,

quisiera yo no vinieran tan a pelo en esta mi epístola; porque casi con las mismas palabras las puedo comenzar, diciendo:

“Puesto ya el pie en el estribo.

con las ansias de la muerte,

gran señor, ésta te escribo.”

Ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir, y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies a vuesa excelencia: que podría ser fuese tanto el contento de ver a vuesa excelencia bueno en España, que me volviese a dar la vida. Pero si está decretado que la haya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos, y, por lo menos, sepa vuesa excelencia este mi deseo, y sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle, que quiso pasar aún más allá de la muerte mostrando su intención. Con todo esto, como en profecía, me alegro de la llegada de vuesa excelencia, regocíjome de verle señalar con el dedo, y realégrome de que salieron verdaderas mis esperanzas, dilatadas en la fama de las bondades de vuesa excelencia. Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias y asomos de las Semanas del jardín y del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena ventura mía, que ya no sería ventura, sino milagro, me diese el cielo vida, las verá, y con ellas fin de La Galatea, de quien se está aficionado vuesa excelencia; y con estas obras, continuando mi deseo, guarde Dios a vuesa excelencia como puede. De Madrid, a diez y nueve de abril de mil seiscientos diez y seis años.

Criado de vuesa excelencia,
Miguel de Cervantes.