Los perros
El olivo y el pozo... Dormida una aldeana en el brocal... A un lado la senda viajadora, y un hombre paso a paso: todo lo que a la hora suspira una evangélica gracia samaritana... El sol es, miel, la brisa pluma y el cielo pana... Y el monte, que una eterna candidez atesora, ríe como un abuelo a la joven mañana, con los mil pliegues rústicos de su cara pastora. Pan y frutas: ingenuos desayunos frugales. Mientras que los pastores huelgan de sus pradiales fatigas o se lavan en los remansos tersos, maniobran hacia el valle de tímpanos agudos los celosos instintos de los perros lanudos, de voz ancha, que integran los ganados dispersos.