Los olivos
Los olivos que tu Pilar pintó, son ciertos.
Son paganos, cristianos y modernos olivos,
que guardan los secretos deseos de los muertos
con gestos, voluntades y ademanes de vivos.
Se han juntado a la tierra, porque es carne de tierra
su carne; y tienen brazos y tienen vientre y boca
que lucha por decir el enigma que encierra
su ademán vegetal o su querer de roca.
En los Getsemaníes que en la isla de oro
fingen en torturada pasividad eterna
se ve una muchedumbre que haya escuchado un coro
o que acaba de hallar l'agua de una cisterna.
Ni Gustavo Doré miró estas maravillas,
ni se puede pintar como Aurora Dupin
con incomodidad, con prosa y con rencillas
lo que bien comprendía el divino Chopin...
Los olivos que están aquí son los olivos
que desde las prístinas estaciones están
y que vieron danzar los Faunos y los chivos
que seguían el movimiento que dió Pan.
Los olivos que están aquí, los ejercicios
vieron de los que daban la muerte con las piedras,
y miraron pasar los cortejos fenicios
como nupcias romanas coronadas de hiedras.
Mas sobre toda aquesa usual arqueología
vosotros, cuyo tronco y cuyas ramas son
hechos de la sonora y divina armonía
que puso en vuestro torno Publio Ovidio Nassón.
No hay religión o las hay todas por vosotros.
Las Américas rojas y las Asias distantes
llevan sus dioses en los tropeles de potros
o las rituales caminatas de elefantes.
Que buscando lo angosto de la eterna Esperanza,
nos ofrece el naciente de una inmediata aurora,
con lo que todo quiere y lo que nada alcanza,
que es la fe y la esperanza y lo que nada implora.