Acto III editar

La decoración del primer acto. Sobre la mesa una lámpara y una vela encendida. La acción transcurre un tiempo después.

Escena I editar

DOÑA LIBERATA, MARÍA JULIA y AMELIA.


(DOÑA LIBERATA y MARÍA JULIA atienden solícitamente a AMELIA que vuelve en sí de un desmayo, tendida sobre la chaise-longue de la derecha.)

MARÍA JULIA.- Cálmese. Ya pasó... Aspire un poco más... Así... Así... ¡Hay que tener ánimo, mujer!... ¿Para cuándo es el valor?


DOÑA LIBERATA.- Sí, hija mía... Tranquilícese... olvide... No volverá a sucederle...


AMELIA .- (Reaccionando, con voz ahogada.) Estoy mejor... Déjenme... Quiero respirar un poco... Tengo aquí... una cosa... (Abrazando a DOÑA LIBERATA se echa a llorar desesperadamente.) ¡Madre! ¡Madre!... ¡Ay!... ¡Ay!...


DOÑA LIBERATA.- (Llorando también.) ¡Pobre! ¡Pobre hija mía!...


MARÍA JULIA.- Señora... Por favor... que la aflige más... (Apartando suavemente a DOÑA LIBERATA.) Déjela que llore... Eso le hará bien... (Pausa prolongada durante la cual se oyen sollozos de AMELIA. DOÑA LIBERATA y MARÍA JULIA la contemplan.)


DOÑA LIBERATA.- ¿Cree que le haría bien un té de tilo?


MARÍA JULIA.- Es posible... ¿Cómo no?...


DOÑA LIBERATA .- Entonces, atiéndamela un ratito mientras voy a prepararlo...


AMELIA.- No, mamá. No se incomode... Me siento ya muy tranquila... si quisieran alcanzarme un poco de agua...


MARÍA JULIA .- Con mucho gusto... (Va hacia el cristalero.)


DOÑA LIBERATA.- No se incomode, señora... Aquí estoy yo... Permítame... (Sirve agua en una copa que está junto ala botella de whisky.) ¡Toma, hija!


AMELIA.- (Bebe un sorbo y lo arroja con un gesto de repugnancia.) ¡Oh!... ¡Qué asco!... ¡Gusto a bebida!... ¡Señor!... ¡Qué obsesión!... ¡Este olor a alcohol que me persigue eternamente!... Tire eso... Tírelo...


DOÑA LIBERATA.- (Medio aparte.) Claro. La copa en que ha bebido el otro... ¡Qué porquería!... (Va a renovar el agua.)


AMELIA.- Es desesperante... atroz esta vida... Preferiría estar a mil metros bajo tierra...


DOÑA LIBERATA.- Ésta es buena... Tómala con confianza...


AMELIA.- (Después de beber algunos sorbos.) Gracias, mamá... (Incorporándose con esfuerzo doloroso.) ¡Ah!... ¡Dios, Dios!... ¡Qué habrá sucedido!...


MARÍA JULIA .- Nada... Había mucha gente... Y estaban Agustín y otros amigos para impedir cualquier cosa... No se preocupe.


AMELIA.- ¡Oh!... ¡señora!... ¡Perdón!... ¡La he incomodado tanto!...


MARÍA JULIA.- ¡Qué esperanza!...


AMELIA.- Gracias... Ha sido muy buena conmigo...


DOÑA LIBERATA.- Ya lo creo... Pobrecita... ¡Si no es por ella, quién sabe lo que le habría pasado! Puedes estar bien agradecida...


MARÍA JULIA.- ¡Oh!... de nada señora... Si las mujeres no nos defendemos, las unas a las otras, ¿quién se ocupará de nosotras?


AMELIA.- Tiene razón... Los hombres son muy malos...


MARÍA JULIA.- ¡Pst!... Según... Hay de todo... Lo que pasa es que nos desprecian... Bien, señora... Ya es muy tarde y voy a retirarme, si es que no me precisa...


DOÑA LIBERATA.- ¡Oh!... Gracias. Demasiadas molestias le hemos dado.


MARÍA JULIA.- Lo que debe hacer usted ahora es acostarse tranquilamente y no pensar más en el asunto. Mañana será otro día. ¡Qué diablos!... Adiós, che.


AMELIA.- (Estrechándole la mano muy efusiva.) Adiós... Gracias.


MARÍA JULIA .- Un consejo: si piensa seguir con Julián, no salga nunca con él. No es malo, pero acostumbrado a tratar siempre con nosotras, cree que todas las mujeres son iguales... (A DOÑA LIBERATA.) Adiós, señora.


DOÑA LIBERATA.- (Besándole la mano.) Adiós, hijita... Gracias por el servicio. Yo la acompaño...


MARÍA JULIA .- Y cuenten siempre con una servidora... No les ofrezco la casa porque... bueno, porque siempre una anda así... (Yéndose.) Que descansen... (Mutis. AMELIA las sigue hasta la puerta y se detiene allá mirándolas.)