Los muertos: 15
Acto III
editarLa decoración del primer acto. Sobre la mesa una lámpara y una vela encendida. La acción transcurre un tiempo después.
Escena I
editarDOÑA LIBERATA, MARÍA JULIA y AMELIA.
(DOÑA LIBERATA y MARÍA JULIA atienden solícitamente a AMELIA que vuelve en sí de un desmayo, tendida sobre la chaise-longue de la derecha.)
MARÍA JULIA.- Cálmese. Ya pasó... Aspire un poco más... Así... Así... ¡Hay que tener ánimo, mujer!... ¿Para cuándo es el valor?
DOÑA LIBERATA.- Sí, hija mía... Tranquilícese... olvide... No volverá a sucederle...
AMELIA .- (Reaccionando, con voz ahogada.) Estoy mejor... Déjenme... Quiero respirar un poco... Tengo aquí... una cosa... (Abrazando a DOÑA LIBERATA se echa a llorar desesperadamente.) ¡Madre! ¡Madre!... ¡Ay!... ¡Ay!...
DOÑA LIBERATA.- (Llorando también.) ¡Pobre! ¡Pobre hija mía!...
MARÍA JULIA.- Señora... Por favor... que la aflige más... (Apartando suavemente a DOÑA LIBERATA.) Déjela que llore... Eso le hará bien... (Pausa prolongada durante la cual se oyen sollozos de AMELIA. DOÑA LIBERATA y MARÍA JULIA la contemplan.)
DOÑA LIBERATA.- ¿Cree que le haría bien un té de tilo?
MARÍA JULIA.- Es posible... ¿Cómo no?...
DOÑA LIBERATA .- Entonces, atiéndamela un ratito mientras voy a prepararlo...
AMELIA.- No, mamá. No se incomode... Me siento ya muy tranquila... si quisieran alcanzarme un poco de agua...
MARÍA JULIA .- Con mucho gusto... (Va hacia el cristalero.)
DOÑA LIBERATA.- No se incomode, señora... Aquí estoy yo... Permítame... (Sirve agua en una copa que está junto ala botella de whisky.) ¡Toma, hija!
AMELIA.- (Bebe un sorbo y lo arroja con un gesto de repugnancia.) ¡Oh!... ¡Qué asco!... ¡Gusto a bebida!... ¡Señor!... ¡Qué obsesión!... ¡Este olor a alcohol que me persigue eternamente!... Tire eso... Tírelo...
DOÑA LIBERATA.- (Medio aparte.) Claro. La copa en que ha bebido el otro... ¡Qué porquería!... (Va a renovar el agua.)
AMELIA.- Es desesperante... atroz esta vida... Preferiría estar a mil metros bajo tierra...
DOÑA LIBERATA.- Ésta es buena... Tómala con confianza...
AMELIA.- (Después de beber algunos sorbos.) Gracias, mamá... (Incorporándose con esfuerzo doloroso.) ¡Ah!... ¡Dios, Dios!... ¡Qué habrá sucedido!...
MARÍA JULIA .- Nada... Había mucha gente... Y estaban Agustín y otros amigos para impedir cualquier cosa... No se preocupe.
AMELIA.- ¡Oh!... ¡señora!... ¡Perdón!... ¡La he incomodado tanto!...
MARÍA JULIA.- ¡Qué esperanza!...
AMELIA.- Gracias... Ha sido muy buena conmigo...
DOÑA LIBERATA.- Ya lo creo... Pobrecita... ¡Si no es por ella, quién sabe lo que le habría pasado! Puedes estar bien agradecida...
MARÍA JULIA.- ¡Oh!... de nada señora... Si las mujeres no nos defendemos, las unas a las otras, ¿quién se ocupará de nosotras?
AMELIA.- Tiene razón... Los hombres son muy malos...
MARÍA JULIA.- ¡Pst!... Según... Hay de todo... Lo que pasa es que nos desprecian... Bien, señora... Ya es muy tarde y voy a retirarme, si es que no me precisa...
DOÑA LIBERATA.- ¡Oh!... Gracias. Demasiadas molestias le hemos dado.
MARÍA JULIA.- Lo que debe hacer usted ahora es acostarse tranquilamente y no pensar más en el asunto. Mañana será otro día. ¡Qué diablos!... Adiós, che.
AMELIA.- (Estrechándole la mano muy efusiva.) Adiós... Gracias.
MARÍA JULIA .- Un consejo: si piensa seguir con Julián, no salga nunca con él. No es malo, pero acostumbrado a tratar siempre con nosotras, cree que todas las mujeres son iguales... (A DOÑA LIBERATA.) Adiós, señora.
DOÑA LIBERATA.- (Besándole la mano.) Adiós, hijita... Gracias por el servicio. Yo la acompaño...
MARÍA JULIA .- Y cuenten siempre con una servidora... No les ofrezco la casa porque... bueno, porque siempre una anda así... (Yéndose.) Que descansen... (Mutis. AMELIA las sigue hasta la puerta y se detiene allá mirándolas.)