Escena VII editar

LISANDRO y AMELIA.


LISANDRO.- (Después de un momento, reaccionando.) ¡Amelia!... ¿Querés que hagamos las paces?... ¡No puedo, no puedo vivir así!...


AMELIA.- No, Lisandro... Me has prometido no tocar más este asunto... Andate...


LISANDRO.- Ahora me van a dar un empleo... el nuevo gobierno... Tengo muchos amigos... Trabajaré... Pienso portarme bien... cambiar... ¡Te lo juro!... cambiar completamente...


AMELIA.- No insistas porque no es posible. Entre nosotros no podrá existir nada más...


LISANDRO.- Ya sé, lo haría por él... No tiene la culpa el pobrecito. Ya me está perdiendo hasta el cariño... ¡No beberé más... ni vino en la mesa!...


AMELIA.- ¡No y no!... ¡No añadas una palabra! (Señalándole la puerta.) ¡Hemos concluido!...


LISANDRO.- Sé que has tenido razón... Me porté mal... no pude contenerme... estaba enviciado ya... No me daba cuenta de lo que hacía. Cuando un hombre se emborracha pierde el sentido. ¿No es verdad?... Bueno; yo también perdí el sentido. Ahora, no... Mira; te prometo tomar ese remedio que hay... Yo no quiero perder el cariño de mi hijo... ¡Esa criatura es para mí, más que mi madre, más que Dios, más que todo el mundo!...


AMELIA.- Juras no beber más y estás ebrio ya... (Se le acerca y le toma por un brazo.) Vamos... Andate, que será mejor. ¡No insistas!


LISANDRO.- ¿Yo ebrio? ¿Yo borracho? Sólo he bebido un cognac para animarme a venir acá... Nada más... Ni una sola copa más... Déjame... No quiero irme... Si me voy me pego un tiro... Déjame... Hagamos las paces... Si querés te pido perdón de rodillas... Prometo ser bueno... Te daré toda la plata que gane; me iré al centro a pie sin un centavo en el bolsillo. Más... todavía; te dejaré en libertad absoluta... Yo todavía te quiero, te quiero mucho... Yo tuve la culpa...


AMELIA .- ¡No!... ¡Basta!... ¡Basta!... ¡Basta!... ¡Mándate mudar!... ¿Pensás repetir la comedia acostumbrada? ¡Andando! (Quiere conducirlo.)


LISANDRO.- ¡No me voy!... ¡No!... Quiero quedarme... ¡Ésta es mi casa!


AMELIA.- (Severa.) ¿Cómo? ¡Fuera de acá! ¡Ni a buenas ni a malas! ¡Te irás!...


LISANDRO.- ¡No te enojés!... Sí, me iré... Pero... quisiera quedarme, a buenas...


AMELIA.- ¡No!... Pues... Si no te vas en el acto, nunca, nunca volverás a ver a tu hijo... ¡Elegí!...


LISANDRO.- ¿Eh?... ¡Jajá!... ¿A mi hijo?... ¿Que no lo veré?... ¡Jajá! ¡Estás loca, loca!... ¿A mi Lalo?... ¡A mi Lalo!... ¡No me muevo! (Se sienta.)


AMELIA.- ¡Lisandro!...


LISANDRO.- No me muevo... ¡Ésta es mi casa!... ¡Sí, mi casa!... ¿Has entendido?... ¡Yo mando!... ¡Soy el marido!... ¡Creías que me hubiera olvidado!...


AMELIA .- ¡Oh! ¡Qué infame! ¿Querés que llame a la policía?


LISANDRO.- Podés llamarla. Mientras no haya divorcio, yo seré quien gobierne... el dueño de esta casa.


AMELIA.- Eso, nunca... Ya verás... (Llamando.) ¡Mamá!... Ma...


LISANDRO.- No; no la llamés... Podría venir él... Perdóname... No soy nada aquí... Vos mandás...


AMELIA.- ¡Se habrá visto cosa igual!...


LISANDRO.- Hagamos las paces... a buenas...Amelia...


AMELIA.- Te repito que no insistas. Por otra parte, sería tarde.


LISANDRO.- Ya lo sé... Julián Álvarez es tu...


AMELIA.- Entonces, si lo sabes... se acabó.


LISANDRO.- ¿Él te da la plata?


AMELIA.- Él.


LISANDRO.- ¿Y le regaló el traje y los botincitos?


AMELIA.- Y los botincitos.


LISANDRO.- (Exasperado.) ¡Dios!... ¡Dios!... (Después de una pausa.) Decime... ¿Y si yo te matase?


AMELIA.- ¡Mátame!... Sería lo único que te quedara por hacer; completar la obra... ¡Estarías en tu derecho, desde que sos el marido!... A ustedes les permite todo la ley, la sociedad y qué sé yo, hasta la religión. Nadie, nadie sin haberlo pasado, puede imaginarse toda la miseria de nuestra vida conyugal. A la mujer más santa, más sufrida, la pondría en mi caso, para demostrar la abnegación con que te soporté siempre. Te quería cuando me casé, te quise más cuando me hiciste madre, a pesar de que ya empezaba a conocerte. Después manoseaste mi amor propio de mujer, me abandonaste y te fuiste abandonando y perdiendo poco a poco los escrúpulos, hasta presentarte ante mis ojos como el más vulgar, como el más indigno y repelente de los seres. Todavía me oprime acá el recuerdo de la náusea con que noche a noche me obsequiaba tu borrachera asquerosa... y las privaciones y el oprobio de la mentira y de la embrolla, porque ni el coraje les queda de tratar con los acreedores... Y el hambre y la mendicidad vergonzante...todo es poco. Encima el marido se abroga el derecho, amparado por la ley y la sociedad, de matar a la infeliz mujer que ha tenido el coraje de emanciparse... y reclamar su parte de dicha en esta vida... ¡Mátame!... ¡Mátame! ¡y mátate!... Tal vez sea mejor! Así le ahorraremos a nuestro hijo el mal ejemplo de nuestras vidas pervertidas.


LISANDRO.- ¡Tenés razón!... ¡He sido un infame!... ¡Ya no hay remedio!... ¡Soy un desgraciado!... ¿No es cierto?... ¡Completamente perdido!... Te dejo... ¡Se acabó! Pero, me vas a prometer una cosa. Cuídalo mucho... El pobrecito no es culpable. Adiós. Vendré a verlo alguna vez... (Alejándose.) ¡Cuando no esté borracho!...


AMELIA.- (Compasiva, viéndolo salir.) ¡Qué infeliz!


LISANDRO.- (Volviéndose después de un breve mutis.) ¡Ah!... ¿Querés darme los zapatitos?... De todos modos ya... ¿para qué?...