Escena IV editar

AMELIA y DOÑA LIBERATA.

DOÑA LIBERATA .- Ahí anda ése.


AMELIA.- ¿Lisandro?... ¿Todavía?... ¿Y qué quiere? Es tan sinvergüenza que sería capaz de venirme a ver otra vez. Digalé que se deje de fastidiarme...


DOÑA LIBERATA.- No me preocupa eso... Tengo miedo de...


AMELIA.- ¿Miedo?... ¿Miedo de qué?


DOÑA LIBERATA.- El nene... Me parece que anda tramando algo por sonsacarlo.


AMELIA.- ¿Qué?... ¿A mi hijo?


DOÑA LIBERATA.- Es su hijo también.


AMELIA.- ¿A mi hijo? ¿Con qué derecho? ¡Se guardará muy bien... ese perdido! ¡No faltaría otra cosa! Vamos a ver... ¿Qué ha pasado?


DOÑA LIBERATA.- Lo busca... le habla... trata, en fin, de atraerlo con cariños... Cualquier día no le vemos más...


AMELIA.- ¡Ah! ¡Canalla!... ¡Eso será lo que tase un sastre!... ¡Lalo! ¡Lalo!


DOÑA LIBERATA.- Dejá en paz a la criatura... ¿Qué entiende el pobrecito?


AMELIA .- Quiero prohibirle que salga a la puerta y enseñarle lo que debe hacer cuando Lisandro le hable.


DOÑA LIBERATA.- ¡No hagas locuras, mujer!


AMELIA.- Usted también podría cuidarlo un poco mejor... Lo deja andar suelto y claro está...


DOÑA LIBERATA.- ¡Eso es!... ¡Échame la culpa ahora! ¿Pa qué sos madre?


AMELIA.- No puedo estar en todo...


DOÑA LIBERATA.- ¡Para lo que hacés!... Si te dedicaras un poco más a tu hijo.


AMELIA.- Retemé si le parece...


DOÑA LIBERATA.- ¡Qué esperanza!... ¡Sos muy libre! Pero estoy viendo que el día menos pensado, Lisandro nos saca el chico con todo derecho...


AMELIA.- ¿Qué dice? ¡Hable claro, claro!...


DOÑA LIBERATA.- Antes, la razón hubiera estado de tu parte; ahora si se presenta a la justicia, ¡quién sabe!...


AMELIA.- No entiendo. Hágame el favor de no andar con tantos rodeos. Hace días que la veo muy misteriosa.


DOÑA LIBERATA.- Digo que si vos te portaras bien...


AMELIA .- ¿Cómo me porto? ¡Hable!... ¿Cómo me porto?... ¡Se le ha aparecido un difunto a usted! ¡Y no es nuevo!... Desde que Julián viene a casa anda usted tan torcida; me hubiera advertido si no le gustaba, y santas pascuas... Yo... no la engañé... Se lo dije bien claro. «Julián es un buen mozo, lo quiero y antes que seguir pasando miseria estoy dispuesta a aceptarlo»... ¿Es cierto o no es cierto?


DOÑA LIBERATA.- ¡Sí, sí!... ¡No te alteres!... Acepté todo, me resigné a tolerarlo, porque no había otro remedio... Pero... pero... ¿Querés que te hable con franqueza?... Bueno, hija... ¡No me gusta ese hombre.... Es muy joven para vos y medio tarambana...


AMELIA.- Es bueno y generoso y me quiere.¡Y eso basta!... Usted le tiene inquina de balde, no más...


DOÑA LIBERATA.- ¡Qué esperanza, hija!... Si algo te digo es por tu bien... Ya que en esta vida es preciso transar con ciertas cosas, hubiera sido preferible una persona más seria, más reservada, un hombre de edad que pudiese ofrecerles un porvenir a vos y a tu hijo...


AMELIA.- ¡Claro está!... Un gran señor, un fuerte comerciante, un apellido ilustre, uno de esos respetables ancianos... No, señora... ¡Muchas gracias! Demasiado estropeó mi juventud ese cretino de mi marido para que pueda resignarme ahora a tolerar una nueva esclavitud. Si se siente molestada me lo dice y trataré de buscarle un acomodo... Buenamente... tan cariñosas...


DOÑA LIBERATA.- No. Ya sabés que no podría separarme del nene... Por él es que hago esto. Escuchame: tratá de ser más reservada, de no exhibirte tanto. Mañana tu marido consigue probar ante los tribunales que llevas una vida así, medio alegre, y nos saca el chico.


AMELIA.- Es decir, que debo seguir tiranizada por mi señor marido. Se guardará muy bien de intentar algo. Y si lo intenta... ¡Hum! Vamos, señora, tranquilícese y... (Viendo a LISANDRO, quien aparece por la puerta.) ¿Qué quiere usted en esta casa?