Nota: Se respeta la ortografía original de la época

II.

En el ejército argentino.

Agitado nuestro país durante bien largos años, por la guerra de la independencia primero, por luchas intestinas después, más tarde por la campaia contra la tiranía, luego por una guerra internacional y en seguida por numerosas convulsiones civiles, la historia argentina, en su gran parte, es una historia militar: sociabilidad, comercio, industria, todo nacía en medio del fragor de las armas, y si se progresaba era casi inconscientemente, fija la atencion en el incesante guerrear.

Como los hijos de esta tierra, los extranjeros que á ella venian, necesariamente tenian que sentirse invadidos por el espíritu de la época, y así no es extraño verlos tomar activa participacion en nuestras sangrientas luclhas, tanto nacionales como civiles.

En el primer capítulo de este trabajo, algo hemos dicho al pasar, del papel desempeñado por los italianos en ese importantísimo prólogo del periodo institucional que ahora alborea; pero es necesario ampliar esos datos, si se quiere esbozar el cuadro completo de la accion italiana en la Argentina.

Desde luego, debe notarse que fueron escasísimos los extranjeros que tomaron parte en la guerra de la independencia, cerrado como estaba el país para la inmigracion no española. Sin embargo, más tarde abundaron en nuestro ejército, y sobre todo los italianos, cuyas tendencias á la aventura los hacían inclinarse al oficio de las armas. La nómina de unos cuantos de esos beneméritos militares,-los que más se han distinguido,-servirá mejor que la más elocuente de las disertaciones.

Apuntemos, en primer término al coronel Murature, jefe de la escuadra de Buenos Aires, jefe apreciabilisimo cuyo nombre no será olvidado. Prestó servicios de importancia como marino y militar, y contó con el aprecio manifiesto de sus superiores jerárquicos, el general Mitre entre ellos.

Tenemos después á Olivieri, romano, que fundó y organizó la Legión Agrícola Militar, que en tanto extremo contribuyó á la conquista del desierto por la civilización, en épocas en que el indio era amo y señor del sur de Buenos Aires, El cuerpo formado por él constaba de seiscientos soldados de las tres armas, y fué destacado á Nueva Roma, en las cercanías de Bahía Blanca.

Colaboró con Olivieri, como segundo jefe de la legión, el comandante Clérici, padre del conocido ingeniero del mismo nombre.

Más tarde sustituyó á Olivieri otro italiano, el coronel Susini, que comandó la después llamada Legión Militar, haciendo el servicio arduo y peligroso de fronteras, con la cooperación de su segundo, el mayor Chiarlone. Estos dos nombres no son, no pueden ser, desconocidos para nadie:

son emblema de valor. Susini y Chiarlone tomaron parte en nuestras luchas civiles, como afiliados al partido liberal, y combatieron con singular bravura en la guerra del Paraguay, donde Chiarlone rindió su vida como un héroe sobre las trineheras de Curupayti. Su antiguo jefe el eoronel Susini, es actualmente agregado á la legación argentina en Roma.

Aparece en seguida una figura simpática en sumo grado y no tan conocida como debiera: la de Felipe Caronti, emigrado italiano, revolucionario resuelto é importante contra la donminación austriaca en 1848, miembro de la Joven Italia, hombre dado tanto al oficio militar, como al estudio de las ciencias. Rectificó la traza de Bahía Blanca, hizo durante veintidós años completisimas ohservaciones metereológicas, contribuyó valiosamente al progreso de aquella zona casi desierta. Formó parte del ejército argentino como mayor comisario de la Legión Agrícola hasta 1874, en que fué dado de baja, por no ser partidario del gobierno nacional.

Treinta y siete años de exeelentes scrvicios tiene actualmente el general Daniel Cerri: enigrado de Lombardia huyendo de la dominación austriaca, soldado en 1858, cabo segundo en 1859, cabo prinero en ei mismo año, distinguido y subteniente el 63, teniente 2 el 65, teniente 1 el 66, ayudante mayor 1° el 67, capitán el 68, mayor el 70, etcétera, etc., y que tiene la medalla de la toma de Corrientes, la de Yatay, la de Uruguayana, los cordones del 24 de mayo de 1866, el escudo de Curupayti, la medalla de oro del Rio Negro, la de igual clase de la conclusión de la guerra del Paraguay, etc.

Tenemos también al coronel Peuna, padre del renombrado facultatívo, que fué teuiente de artillería en la Legión Agrícola, hizo el servicio de fronteras de la república, tomó parte en toda la campaña del Paraguay como capitán de la artillería que comandaba Viejobueno, y prestú también du- Fante largos años excelentes servicios al arsenal de guerra.

¡Y cuántos más ! Muchos que han muerto como bravos en los campos de batalla, otros que viven aún, algunos alejados del servicio, el resto en actividadi Cómo olvidar, por ejemplo á l'ipo Giribone, jefe de la Legión 1* de voluntarios, conocida también por Legión Italiana Garibaldina, muerto conno casi todos sus soldados, en la guerra del Paraguay? Y como él, al mayor Guerrino Grassi, tenedor de libros del arsenal de Guerra, ayudante entonces de Chiarlone, que quedó sobre las trincheras de Curupaytí y fué salvado por el hoy general Cerri, del 3° de línea; y al capitán Alejandro Dayma, que tantos servicios prestó en el sitio de Montevideo, en Ruenos Aires y en el Paraguay...

Saltan á la pluma en seguída los nombres del capitán conde Pezzuti Pelloni, ayudante del estado mayor general, muerto en la batalla de Pavón; del ilustrado general Barilari, padre de dos distinguidos jefes de nuestra escuadra, que sirvió en la Legión Militar; Valerga, Facchetti, Colombo, Scarpelini, Lavaggi, y otros de igual valía, italianos todos, que han prestado importantes servicios en nuestro ejército, en la guerra de indios, en la nacional y en las civiles, tomando activa participación en nuestras contiendas.

Aunque no pueda considerársele como militar, cuadra aquí citar el nombre del ingeniero Carlos Pellegrini, padre del ex-presidente de la República, quien-por orden del gobierno de la provincia de Buenos Aires-recorrió haciendo importantes estudios, de gran provecho más tarde, toda la zona de Bahia Blanca y Sierra de la Ventana.

¡Y cuántos más! repitamos. Recorriendo rápidamente lo escrito, vemos su insuficiencia; pero ¿ cómo presentar la foja de servicios completa de todos los citados? cómo añadir nombres á esos nombres, sin dar á este trabajo una extensión que no puede tener? Sólo la referencia á la participación que los italianos toinaron en nuestras luchas civiles, insumiría sendas columnas, presentándonos al mismo tiempo un problema que no es para tratado en este lugar.

Pero į no basta lo dicho para comprender que debemos estar agradecidos á esa falange de buenos soldados, y para darse idea exacta del contingente que los hijos de Italia nos han traído? Basta, sí, por inás que nucstro deșeo hubiera sido dar mayor extensión á estos rápidos apuntes.

Otros asuntos no menos importantes, y que se refieren siempre á la benenmérita colonia italiana, reclaman á la par nuestra atención: vamos, pues, á ocuparnos de ellos, no sin antes levantar el pensamiento á los caídos combatiendo por nuestra patria, y estrechar la nano de los supervivientes que por ella han luchado como si fuesen hijos suyos.