Los intereses creados: Acto II, Cuadro tercero, Escena IV
LEANDRO y CRISPÍN.
LEANDRO .-¿Qué es esto, Crispín?
¿Qué pretendes? ¿Hasta dónde has de
llevarme con tus enredos? ¿Pien
sas que lo creí? Tú pagaste a los
espadachines; todo fue invención tuya.
¡Mal hubiera podido valerme
contra todos si ellos
no vinieran de burla!
CRISPÍN.-¿Y serás capaz de reñirme,
cuando así anticipo el logro
de tus esperanzas?
LEANDRO.-No, Crispín, no. ¡Bien
sabes que no! Amo a Silvia y no lograré
su amor con engaños, suceda lo que suceda.
CRISPÍN.-Bien sabes lo que ha
de sucederte... ¡Si amar es resignarse
a perder lo que se ama por
sutilezas de conciencia... , que Silvia
misma no ha de agradecerte!...
LEANDRO.-¿Qué dices? ¡Si ella supiera quién soy!
CRISPÍN.-Y cuando lo sepa, ya
no serás el que fuiste: serás su esposo,
su enamorado esposo, todo lo
enamorado y lo fiel y lo noble que
tú quieras y ella puede desear...
Una vez dueño de su amor... , y
de su dote, ¿no serás el más perfecto
caballero? Tú no eres como el
señor Polichinela, que con todo su
dinero, que tantos lujos le permite,
aún no se ha permitido el lujo de
ser honrado... En él es naturaleza
la truhanería; pero en ti, en ti fue
sólo necesidad... Y aun si no me
hubieras tenido a tu lado, ya te hubieras
dejado morir de hambre de
puro escrupuloso. ¡Ah! ¿Crees que
si yo hubiera hallado en ti otro
hombre me hubiera contentado con
dedicarte a enamorar?... No; te
hubiera dedicado a la política, y no
al dinero del señor Polichinela, el
mundo hubiera sido nuestro... Pero
no eres ambicioso, te contentas con ser feliz...
LEANDRO.-Pero no viste que
mal podía serlo? Si hubiera mentido
para ser amado y ser rico de este
modo hubiera sido porque yo no
amaba, y mal podía ser feliz. Y si
amo, ¿cómo puedo mentir?
CRISPÍN.-Pues no mientas. Ama,
ama con todo tu corazón, inmensamente.
Pero defiende tu amor sobre
todo. En amor no es mentir callar
lo que puede hacernos perder la estimación
del ser amado.
LEANDRO.-Ésas sí que son sutilezas, Crispín.
CRISPÍN.-¿Que tú debiste hallar
antes si tu amor fuera como dices.
Amor es todo sutilezas, y la mayor
de todas no es engañar a los demás,
sino engañarse a sí mismo.
LEANDRO.-Yo no puedo engañarme,
Crispín. No soy de esos hombres
que cuando venden su conciencia
se creen en el caso de vender
también su entendimiento.
CRISPÍN.-Por eso dije que no
servías para la política. Y bien dices.
Que el entendimiento es la conciencia
de la verdad, y el que llega
a perderla entre las mentiras de su
vida, es como si se perdiera a sí
propio, porque ya nunca volverá a
encontrarse ni a conocerse, y él mismo
vendrá a ser otra mentira.
LEANDRO .-¿Dónde aprendiste
tanto, Crispín?
CRISPÍN.-Medité algún tiempo en
galeras, donde esta conciencia de mi
entendimiento me acusó más de torpe
que de pícaro. Con más picardía
y menos torpeza, en vez de remar
en ellas pude haber llegado a
mandarlas. Por eso juré no volver
en mi vida. Piensa de qué no seré
capaz ahora que por tu causa me
veo a punto de quebrantar mi juramento.
LEANDRO.-¿Qué dices?
CRISPÍN.-¿Que nuestra situación
es ya insostenible, que hemos apurado
nuestro crédito, las gentes ya
empiezan a pedir algo efectivo. El
hostelero, que nos albergó con toda
esplendidez por muchos días, esperando
que recibieras tus libranzas.
El señor Pantalón, que, fiado del
crédito del hostelero, nos proporcionó
cuanto fue preciso para instalarnos
con suntuosidad en esta casa...
Mercaderes de todo género, que no
dudaron en proveernos de todo, deslumbrados
por tanta grandeza. Doña
Sirena misma, que tan buenos oficios
nos ha prestado en tus amores..
Todos han esperado lo razonable,
y sería injusto pretender más
de ellos, ni quejarse de tan amable
gente... ¡Con letras de oro quedará
grabado en mi corazón el nombre
de esta insigne ciudad que desde
ahora declaro por mi madre
adoptiva! A más de éstos... ¿olvidas
que de otras partes habrán salido
y andarán en busca nuestra?
¿Piensas que las hazañas de Mantua
y de Florencia son para olvidarlas?
¿Recuerdas el famoso proceso
de Bolonia?... ¡Tres mil doscientos
folios sumaba cuando nos ausentamos
alarmados de verle crecer tan
sin tino! ¿Qué no habrá aumentado
bajo la pluma de aquel gran doctor
jurista que le había tomado por su
cuenta? ¡Qué de considerandos y de
resultandos de que no resultará co
sa buena! ¿Y aún dudas? ¿Y aún me
reprendes porque di la batalla que
puede decidir en un día de nuestra
suerte?
LEANDRO.-¡Huyamos !
CRISPÍN.- ¡No! ¡Basta de huir a
la desesperada! Hoy ha de fijarse
nuestra fortuna... Te di el amor,
dame tú la vida.
LEANDRO .-Pero ¿cómo salvarnos?
¿Qué puedo yo hacer? Dime.
CRISPÍN.-Nada ya. Basta con
aceptar lo que los demás han de
ofrecernos. Piensa que hemos creado
muchos intereses y es interés de
todos el salvarnos.